No tiene añoranzas generacionales, ni ésta ni ninguna otra noche. “Durante la transición, los de mi generación, lo único que queríamos era leer historias verdaderas. España era el país donde se habían contado más mentiras a lo largo de la historia: el franquismo, la República, durante la Guerra Civil. Y sólo queríamos eso. Historias veraces… Y ahora que lo pienso, al menos yo, lo llevaba difícil leyendo a Truman Capote”.
Arcadi Espada suele venir a Madrid, dice él, por razones gastronómicas, aunque esta vez, es diferente. Ha venido para participar en una conversación “a dos generaciones” durante La Noche de los Libros. Y así lo ha hecho. Un interlocutor más joven que él, Ramón González Férriz, pregunta. Él responde.
Escritor, periodista, columnista, acre y ante todo escéptico hombre de ideas, Arcadi Espada lleva ya dos años al frente de IberCrea, un instituto creado por cuatro asociaciones de gestión de derechos de autor con el objetivo de 'promover el conocimiento de la propiedad intelectual' y proponer un 'consumo responsable de la cultura'.
Desde su designación como director, Espada ha iniciado una lucha a brazo partido por conseguir la apertura social de Ibercrea y la divulgación de su actividad, tal y como ocurrió con las jornadas ‘La creación del mundo’ a la que asistieron personajes desde Fernando Savater, pasando por Ferrán Adrià hasta Nick Bilton, redactor jefe de Tecnología en The New York Times, para explicar cómo se concibe una idea, ya fuera la de un plato de cocina hasta la idea de un ensayo o un periódico.
A lo largo de su conversación a dos tiempos, Espada se vio en la tesitura de lo que suponía, para su generación, “el hombre de letras”, generalmente afrancesado, que solía tener una opinión sobre todo, al más puro estilo Sartre, y que terminaría oponiéndose, en sus propias lecturas y preferencias, al tipo de pensador anglosajón concebido más como académico o especialista que como hombre público.
“No hemos sustituido al hombre de letras o al intelectual francés por el anglosajón. Lo hemos sustituido por el intelectual de Twitter, lo cual es bastante más preocupante”, dijo Espada, no sin sorna, sobre el panorama actual. Las opiniones de Arcadi Espada no son, en su caso, neutras: una de sus más encendidas especializaciones ha sido el periodismo.
“Hoy día, el periodismo no es nada más que un generalismo necesario, muy necesario, porque en ese caso, nuestra única especialización es narrar. Sin embargo, y aunque considero que el periodismo de hoy es mucho mejor que el de hace muchos años, este oficio que se las da de crónica del instante fracasa al momento de decirnos quiénes son realmente los hombres de nuestro tiempo…”.
Desde hace unos años, Arcadi Espada ha ido experimentando una progresiva transformación sobre su quehacer intelectual. Escribe, sí. Continúa produciendo piezas periodísticas, columnas, debates. Sin embargo, su interés es cada día más cercano a la ciencia. Así lo demostró con Tercera Cultura, un movimiento que partía del entendimiento de lo cultural a partir de la ciencia y así lo ratifica cada vez más en el conjunto de sus intereses.
“Si uno revisa los medios –prosigue Espada- parece que nuestra actualidad gira alrededor de los hombres de letras. Y no pretendo criticar, ni decir que nadie es mejor o peor que otro, pero hay grandes aportaciones que provienen de los hombres de ciencias que son totalmente ignoradas. En 20 años de periódicos –dice Espada- Gabriel García Márquez puede llegar a tener mil menciones, mientras James Watson, el descubridor del ADN, ¡tiene sólo 60!”.
Al ser directamente preguntado sobre si, en su caso, ha recorrido un camino de hombre de letras hacia hombre de ciencias, Espada responde, irónico, ante todo, irónico: “Estamos en un pasillo, pertenecemos a una transición. Con la literatura pasa lo mismo, estamos llegando a su final. La literatura como como mirada de la realidad vive su estertor. Con el periodismo, ocurre algo parecido…”
¿Colgar los guantes, apartar al hombre de letras o rehacerlo en las ideas científicas, acaso? ¿Es eso lo que plantea Arcadi Espada? “ Lo que quiero decir es que he visto ya mucho, he cerrado una revista, también un periódico y ahora un oficio. Muchas de las cosas de las que leo no entiendo nada, pero las que entiendo de lo que leo es maravilloso. Se puede escribir como Steven Pinker, el autor de La tabla rasa, cuya mayor virtud ha sido encontrar una narrativa dentro de un quehacer científico. Lo que trato de decir es que aplicar los mecanismos de la novela a la realidad es algo que sencillamente ya no sirve, porque la ficción, de alguna manera no deja de ser una forma elegante de seguir siendo un creyente”.