El “Tercio de Extranjeros” fue creado por Real Decreto el 28 de enero de 1920. Los legionarios piensan sin embargo que su auténtico nacimiento fue el 20 de septiembre de ese año, cuando se alistó el primer voluntario. Será por tanto después del verano cuando tengan lugar las grandes celebraciones. En estos artículos, que son Historias de la Historia, vamos a ver los aspectos históricos de una famosa unidad militar que, por otra parte, ejerce una indudable fascinación.
La Legión ha desempeñado un papel histórico en la España del siglo XX por tres razones. En primer lugar, su aparición fue definitiva para enderezar el desastre de la Guerra de Africa y lograr, finalmente, la pacificación de Marruecos. Además, y quizá este haya sido su papel más trascedente para la Historia, dio ocasión a que un tal comandante Franco se convirtiese en el militar de mayor prestigio del ejército español de su época, y con ello “caudillo” de la Guerra Civil y dictador de la posguerra. Y por último, tuvo un papel clave en el triunfo de la rebelión militar de 1936, como la tropa más aguerrida y eficaz del bando alzado en los primeros momentos de la Guerra Civil.
Guerra en África
La Conferencia de Algeciras de 1906 le dio a España un regalo envenenado, una “zona de influencia” en el Norte de Africa que formaría el Protectorado Español de Marruecos. Terreno montañoso habitado por tribus belicosas, las rebeliones serían constantes desde que en 1909 estalló la llamada Guerra de Melilla. El envío de reclutas a ese conflicto provocó la Semana Trágica de Barcelona, porque el pueblo, escarmentado con la mortandad de la Guerra de Cuba, no quería mandar a sus hijos a otra guerra colonial.
Si se quería mantener una política imperialista era preciso buscar una alternativa a las tropas de reemplazo, unas fuerzas coloniales profesionales como hacían Francia e Inglaterra. Se crearon batallones de indígenas, los Regulares, pero uno de sus oficiales más destacados, el comandante José Millán Astray, estaba obsesionado con el ejemplo de la Legión Extranjera francesa. En 1919 pidió audiencia al ministro de la Guerra y lo convenció. Fue enviado a Argelia para que estudiase in situ a la Legión Extrajera, y a su vuelta logró que el 28 enero de 1920 se publicara un Real Decreto creando el “Tercio de Extranjeros”. Naturalmente, le dieron el mando a Millán Astray, ascendido a teniente coronel.
La personalidad de Millán Astray excede de lo que puede reflejarse en un artículo o en una película de Amenábar
La personalidad de Millán Astray excede de lo que puede reflejarse en un artículo o en una película de Amenábar. Era un personaje estrambótico, a veces histriónico, y muchos pensaban que estaba loco. Tan valiente y despiadado como los caudillos de la antigüedad, era muy moderno como comunicador, una criatura mediática –fundó Radio Nacional de España- que conocía el partido que se le pueden sacar a las extravagancias, a los símbolos y a las ideas simplistas. Partiendo de cero se inventó una mística legionaria que giraba en torno a la exaltación de la muerte y de la camaradería, con eslóganes certeros, como inventados por un publicitario: Novios de la muerte, legionarios a morir, a mí la Legión… En la Europa convulsa de entreguerras, la del futurismo prefascista y las vanguardias artísticas rusas, el credo legionario atrajo a muchos, aunque, a diferencia de lo que pasaba en la Legión Extranjera francesa, en la española los alistados extranjeros no pasarían del 10 por 100.
Millán Astray quizá estuviera loco, pero sabía muy bien lo que hacía, y fichó a un oficial que parecía lo más opuesto a él, el comandante Franco. La figura del primero iba ganando en carisma conforme perdía partes del físico –un brazo, un ojo, un trozo de mandíbula-, la figura del segundo en cambio era poco adecuada al ideal castrense, aspecto melifluo, voz aflautada… le llamaban “el Comandantín”. Sin embargo su comportamiento en la guerra era comparable al del Millán Astray, el Comandantín también había acreditado el valor al frente de unidades de Regulares, había sufrido un grave herida de guerra y ganado la Medalla Militar.
Pero no era por esto por lo que Millán Astray le necesitaba junto a él, sino por su capacidad de organización e impecable disciplina. Franco se encargó de organizar administrativamente al Tercio de Extranjeros de modo que no tuviese ninguna de las rémoras que sufría el ejército español. Si el lema de Millán Astray era “¡Viva la Muerte!”, el de Franco podría haber sido “buena comida y putas sanas”. El Comandantín convirtió, en efecto, el cuartel general de la Legión en Dar Rifien en un microcosmos autosuficiente, con huertas, granjas, rebaños y talleres de todos los oficios, que permitían a los legionarios estar perfectamente alimentados y equipados sin depender de la corrompida intendencia que sufrían los soldados de remplazo, una de las causas de sus derrotas. El servicio médico, las instalaciones higiénicas y las exclusivas “putas de la Legión”, bien atendidas y controladas, aseguraban la buena salud y forma física de los legionarios.
Eso y, por supuesto, una exigente instrucción y una disciplina de hierro, que convertirían al Tercio en la elite del ejército español, como veremos en la próxima entrega.