"He denunciado a tu aita en la comisaria", afirma Miren, protagonista de la serie Querer. Quien pronuncia esta frase es una madre que se atreve a confesar una violación continuada y silenciada durante 30 años y quienes la escuchan son dos hijos mayores, uno de ellos aún estudiante y otro un padre de familia. Ella, atemorizada. Ellos, incrédulos. La directora de Cinco lobitos, una epopeya delicada sobre la maternidad y la relación entre madres e hijas que resultó ganadora hace dos años en el Festival de Málaga, se mantiene firme en su camino por la precisión de los matices en las relaciones familiares para abordar ahora un asunto casi opuesto, aunque siempre vinculado al amor, la compresión y el apoyo.
Querer explora el consentimiento dentro del matrimonio, pero nace como una propuesta que exige cierto "debate" entre los espectadores. "Lo interesante es cómo uno juzgaría o argumentaría que esto es violencia o que no lo es. La serie te sitúa en una posición en la que tienes que argumentar, no es algo sencillo. Hay parejas en las que incluso surge el debate de manera muy natural para entender lo que uno ve como violencia y lo que no, y dónde se traza la línea", cuenta Ruiz de Azúa a Vozpópuli durante una entrevista con motivo del estreno de esta miniserie de cuatro capítulos, que llega a Movistar Plus+ esta semana.
Nagore Aranburu, Pedro Casablanc, Miguel Bernardeau, Iván Pellicer y Loreto Mauleón son los protagonistas de este drama, un sutil recorrido por los miedos, las indecisiones, las dudas y el sufrimiento que vive la protagonista de esta historia que, tras sufrir durante todo su matrimonio, en apariencia feliz, decide romper con la situación y enfrentarse a un juicio en el que se podrá en duda el calvario que ha padecido durante tanto tiempo, al tiempo que se pone en peligro el propio amor de sus hijos y la aprobación de su entorno más cercano.
El conflicto y las preguntas complejas que presentaba el punto de partida de esta propuesta fue suficiente para atraer la atención de esta directora. "¿Cómo en una relación de 30 años se pasa de un noviazgo tradicional a ese escenario de violencia sexual? ¿Qué ha pasado entre medias? ¿Cómo vive eso la familia? ¿Cómo una mujer puede llegar a denunciar eso, a encontrar el lugar y la voz para denunciar eso que ha vivió durante tanto tiempo? Quise escribirla y dirigirla, y me dieron toda la libertad creativa", cuenta Ruiz de Azúa que, junto a los coguionistas, Júlia de Paz y Eduard Solá, acudió a juicios reales de violencia sexual y tuvieron contacto con mujeres víctimas en el matrimonio y abogados especializados para comprender la "complejidad del proceso".
"Hay parejas en las que incluso surge el debate de manera muy natural para entender lo que uno ve como violencia y lo que no, y dónde se traza la línea"
"Es mucho más difícil identificar esta violencia, a diferencia de una agresión de un desconocido por la calle con violencia física de por medio. Muchas veces es una violencia acompañada de otras, pero no de la física, y nos dimos cuenta de la dificultad del entorno para creer que eso fuera verdad", cuenta. Sobre este asunto, recientemente Icíar Bollaín señaló con motivo del estreno de Soy Nevenka que a pesar de los tiempos que corren, hay algo que resulta difícil de encajar en la sociedad, y es entender por qué quienes sufren acoso o abusos no ponen fin a la situación o a la convivencia, en ese caso.
Precisamente, ese era uno de los comentarios que más le llegaron a la directora de Querer durante la preparación del proyecto: ¿por qué no ha denunciado antes? "A medida que avanzábamos en el proceso esa pregunta dejó de ser tan importante, porque pronto vimos que cuando estás en un viaje de este tipo, de abuso psicológico y de violencia material, en el que se utiliza a los niños cuando son pequeños o un estado depresivo, tienes que encontrar la manera de identificar lo que está pasando con alguien que has querido. Lo raro es no entenderlo", afirma.
Claroscuros familiares
De manera natural, Ruiz de Azúa aborda los claroscuros de la familia, una institución que le interesa especialmente porque "muchas veces se esgrime como un valor a proteger a costa de muchas cosas, cuando no dejan de ser relaciones humanas". "Estas ideas de que los trapos sucios se lavan en casa o de no contar mucho lo que sucede. El viaje de los hijos es muy interesante porque se enfrentan no solo a quién creer, sino que incluso aunque puedan creer la historia de la madre, si realmente quieren que eso trascienda y que su padre vaya a la cárcel, que ese proceso judicial trascienda. Todo eso procede de la propia cárcel que puede ser la familia, que es un mecanismo muy fuerte de control", comenta.
Nagore Aramburu, actriz de películas como la laureada Loreak (2014), se mete en la piel de Miren, un personaje discreto y callado que juega la baza de la contención en los cuatro capítulos de esta miniserie, y que experimenta una evolución en el metraje. Tal y como explica la directora, esta serie aborda cuatro años en su vida, "desde que interpone la denuncia y se ve cómo eso estalla en la familia" hasta que se produce el juicio, casi dos años después, con las consecuencias que eso acarrea. "Trabajamos con Nagore a partir de mujeres que habían pasado por un juicio pero que también estaban en otro punto de su vida. Es un viaje complejo y doloroso, pero también hay cansancio, rabia y cierta distancia con lo que ha ocurrido, algo que intentamos reflejar a través de los diferentes estados de ánimo, y también físicamente", señala.
"La violencia sexual suele ir acompañada de otro tipo de violencias, y una de ellas es la económica"
Ruiz de Azúa, nacida en Barakaldo en 1978, desarrolla esta historia en una familia vasca de un estrato socioeconómico alto, un ecosistema que le permite mostrar, por un lado, que "la violencia de género es transversal y ocurre en cualquier clase social" y, por otro, porque permitía hablar de esta situación marital "desde el ángulo de la violencia económica". "Hablamos de un episodio en el que ocurre violencia sexual, pero nunca denuncia violencia física, ni una bofetada ni un empujón. Sin embargo, la violencia sexual suele ir acompañada de otro tipo de violencias, y una de ellas es la económica, así que era interesante situarlo en esa familia porque quien tiene el poder económico tiene un poder que uno puede ejercer o no", apunta. Su universo familiar, además, está muy ubicado en el País Vasco, donde hay "una tendencia a la contención de las emociones" que, en este caso, aportaba cierto "mecanismo de defensa para no asumir la bomba que les cae encima de la mesa".
Tampoco deja escapar Ruiz de Azúa las herencias malditas, que en este caso se centran en la agresividad del padre y cómo se refleja en los hijos, o incluso como se normalizan desde la infancia. La directora siempre tuvo en su cabeza, incluso antes de rodar Cinco lobitos, que "la educación afectiva empieza en la familia, desde niños". "Nuestros modelos están en cómo se quieren nuestros padres y cómo nos quieren a nosotros. Era importante hablar acerca de cómo los hijo, cuando son adultos, también vuelven a contar quién era su familia. Con esta denuncia se cuestionan aquello que han heredado, si eso que habían normalizado, lo rutinario, era tan tolerable, o realmente no les han marcado ningún sentido. Son dos viajes distintos, pero a ambos les ha marcado esa tiranía afectiva de uno de los progenitores", comenta.
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