Cultura

Alejandro Rodríguez de la Peña: "El espíritu medieval está contenido en la 'Divina comedia'"

El medievalista desmonta la idea de una época medieval oscura en 'La Europa de Dante'

dante divina comedia
Alegoría de "La Divina Comedia" y Florencia de Domenico di Michelino.

En parte por un prejuicio adanista, en parte por las falsedades ilustradas, nuestra imagen de la Edad Media difícilmente podría ser más negativa. La concebimos como un impasse barbárico en el meritorio progreso de la humanidad, como un lóbrego interregno entre el esplendor antiguo y el moderno. Su propio nombre desvela así su naturaleza. Carece de importancia por sí misma; si la tiene, es sólo por aquello a lo que sucedió y por aquello otro a lo que antecedió. El Medievo sería apenas el puente desvencijado que une dos orillas. 

La Europa de Dante, el nuevo libro del medievalista Alejandro Rodríguez de la Peña, nos enseña que esta imagen no es sólo negativa, sino también equivocada. Si la Edad Media fue una anomalía, es porque fue anómalamente luminosa. Si constituyó un interregno, acaso lo constituyó entre dos sombras. Distanciándose de las ficciones modernas, Rodríguez de la Peña identifica en la Europa dantesca una posible fuente de inspiración para el hombre contemporáneo que quiera legar a sus descendientes un mundo mejor que el que heredó de sus ancestros. 

Pregunta: Podría haber hablado, por ejemplo, de la Europa de santo Tomás de Aquino o de la de san Buenaventura. ¿Por qué elige a Dante?

Respuesta: Creo que Dante tiene una serie de ventajas sobre santo Tomás de Aquino. La primera es que no es una figura tan clericalizada como la suya. Si hubiese titulado mi libro como «La Europa de santo Tomás de Aquino», habría asumido el riesgo de que alguien lo tomase por eclesiástico. Quería sortear ese peligro y Dante, en su condición de seglar, me permitía hacerlo. El ensayo no versa sobre la Iglesia medieval, sino sobre la cristiandad de 1300.

P: ¿Qué más ventajas tiene el personaje?

R: Aunque la figura de santo Tomás me parezca tan nuclear como la de Dante, lo cierto es que su vida fue más bien monótona, normal, casi aburrida. La de Dante, en cambio, está llena de desgracias, de sufrimiento y de epopeya. Pero hay una tercera ventaja…

P: ¿Cuál?

R: La 'Comedia', sin duda. Si bien la Suma de teología es una de las obras filosófico-teológicas más grandes de todos los tiempos, no está hecha para el común de los mortales. La 'Comedia', en cambio, tiene un punto popular que me interesa. Además, al contrario que la Suma, le permite al estudioso explicar la Europa de la época.

P: En este sentido, afirma que la Comedia es la gran síntesis del espíritu medieval. ¿A qué se refiere?

R: Es, como la de Tomás, una summa. Una summa literaria, científica, filosófica, teológica, política, histórica. Habla de astronomía y de historia, del cielo y de las miserias humanas. Al tiempo que un retrato de la Europa de la época, es un repaso de la Antigüedad clásica. El medievo entero está contenido en la Comedia.

P: No podemos aceptar que la Comedia sea una síntesis del espíritu medieval sin cuestionar antes la idea de la Edad Media como ruptura con los pasados griego y latino.

R: ¡Claro! Un submito necesario del mito de la Edad Media oscura es el de la Edad Media que le da la espalda a la Antigüedad clásica. Es tan importante que, sin él, no existiría la idea de Renacimiento, que se construye sobre la premisa de que el Medievo se desentiende del pasado grecolatino. Una de las cosas que procuro subrayar en el libro es que los hombres medievales, Dante incluido, admiraban el proyecto romano y pensaban con conceptos griegos.

P: Si la Edad Media no se desentendió de la Antigüedad, ¿qué la distingue del espíritu renacentista?

R: Es un tema fascinante. Aunque el Renacimiento italiano comparte con la Europa de Dante la obsesión por Roma, es una obsesión de naturaleza distinta. En primer lugar, al contrario que los medievales, los hombres renacentistas pretendían reproducir, imitar, replicar casi al milímetro los estilos clásicos; estaban movidos por una suerte de arqueologismo. Petrarca no deseaba inspirarse en Cicerón; quería escribir como Cicerón. El Renacimiento, por decirlo de alguna manera, estaba atado a un canon que el Medievo utilizó, en cambio, más bien como inspiración.

P: ¿Y en segundo lugar?

R: En el mundo del Renacimiento italiano, el artista gozaba de un prestigio del que había carecido durante la Edad Media, cuando se le juzgaba socialmente inferior al clérigo, al caballero, al profesor. Las jerarquías, como digo, se invirtieron durante el Renacimiento: empezó a exaltarse la belleza por encima de la verdad y proliferó algo así como un desdén hacia las universidades.

Creo que podemos aprender mucho de la armonía medieval de tres ideas que hoy están desvinculadas: belleza, verdad y bien

Pregunta: Hay un segundo submito: el de la Edad Media como época gris, homogénea, monolítica en la que apenas hay debates intelectuales porque todos piensan a grandes rasgos lo mismo.

Respuesta: La Edad Media es profundamente diversa. Es un tiempo universalista en tanto que busca la unidad ―la unidad entre el cielo y la tierra, la unidad del género humano, la unidad de los saberes―, pero también esencialmente plural: la discusión entre el agustinismo y el tomismo, entre el realismo y el nominalismo… También conviene mencionar la influencia árabe ―no piensa igual un filósofo incardinado en la tradición ciceroniana que un lector de Averroes― y el florecimiento de las lenguas vernáculas ―a la riqueza de la literatura escrita en latín durante la Francia gótica se le suma la de los trovadores que cantaban en occitano―. Hubo una espléndida variedad de culturas regionales: la cristiandad céltica, la cristiandad provenzal, la cristiandad hispánica, etc. Pero conviene decir algo más sobre los debates filosóficos.

P: Adelante.

R: Era posible defender posturas contrapuestas con una libertad de palabra, de pensamiento, mucho mayor que en la Edad Moderna.

P: Esta afirmación desconcertará a muchos.

R: La persecución de la libertad de pensamiento empieza en la Baja Edad Media, cierto, pero llega a su paroxismo en los siglos XVI y XVII con las guerras de religión, un fenómeno ya propiamente moderno.

P: Uno de los acontecimientos de la época de Dante es la irrupción de Aristóteles, antes, por así decirlo, anatemizado. ¿Qué supuso para Dante, que era aristotélico?

R: Él es discípulo de uno de los primeros aristotélicos italianos, Brunetto Latini, a quien supone, sin embargo, condenado en la Comedia. Lo interesante del aristotelismo dantesco es que está a medio camino entre el averroísmo heterodoxo de Sigerio de Brabante y el aristotelismo tomista.

P: ¿En qué se concreta esto?

R: Frente al particularismo político de santo Tomás, quien, a mi juicio, entendió mejor a Aristóteles en esto, el pensamiento de Dante es universalista: para él la comunidad perfecta no es la particular, sino la universal. Crea, en este sentido, un aristotelismo original que permite conciliar la idea de «imperio», de una res publica universal, con el pensamiento del filósofo griego. A juicio de nuestro autor, la monarquía universal es cuanto necesita la cristiandad para resolver sus problemas. Pero la defiende en términos aristotélicos: habla de género humano y no de cristiandad, así como recupera la idea del Imperio romano, cristianizada durante el medievo, en términos clásicos. Cuando escribe sobre política, tiene en la cabeza la Roma de Augusto.

P: Vemos aquí que no sólo sintetizó el espíritu medieval, sino que lo desarrolló.

R: Como Tomás de Aquino, tuvo algo de revolucionario.

P: La de «imperio» es una de las ideas principales de su pensamiento.

R: Él recupera la tradición clásica y rerromaniza el imperio. Rescata el mito de la Roma de Augusto como plenitud de los tiempos y regresa a la idea estoica del Imperio romano como cosmopolis y del emperador como cosmocrator. En este sentido, lo reformula y lo lleva a unos límites espaciales, jurídicos y filosóficos que, en el fondo, preludian la monarquía de Carlos V: una monarquía de océano a océano, no circunscrita a la cristiandad latina o europea.

P: Un imperio que, a su vez, procura la paz universal y permite el cultivo de la sabiduría.

R: Exacto. Sirviéndose de términos aristotélicos, concluye que el objetivo del ser humano es la felicidad. ¿Cómo se consigue ésta? A través de la sabiduría y la prudencia, propiciadoras ambas de lo que él llama civilita (civilidad) y, en último término, de la salvación de las almas. ¿Y por qué es necesario el imperio? Porque sólo una comunidad universal puede procurar esa paz que necesita el hombre para cultivar su alma. El imperio lleva a la paz, la paz lleva a la sabiduría, la sabiduría lleva a la felicidad y la felicidad lleva a la salvación de las almas.

P: Defendió la autonomía de lo político.

R: En esto se distancia del agustinismo político, una interpretación errónea de la filosofía agustiniana según la cual el papado, la Iglesia jerárquica, tiene jurisdicción no sólo sobre lo eterno, sino también sobre lo temporal. Dante la refuta: para él, el emperador, la comunidad política universal ―el género humano―, no está subordinado en lo temporal al papado; sólo en lo espiritual. Salva al Papa como vicario de Cristo, pero devuelve, con Aristóteles en la mano, su autonomía al poder secular.

P: También en esto es un pionero.

R: Lo dice antes que Marsilio de Padua, que Guillermo de Ockham, que los autores renacentistas.

P: ¿Qué puede aprender un europeo del siglo XXI de la Europa de Dante?

R: Muchas cosas. Primero, quizá, la idea de una unidad europea distinta de la actual. Una que, lejos de imponerse burocráticamente, lejos de basarse en la uniformidad, emergía del juego entre lo particular y lo común. Pienso en el propio Dante, que escribía en latín y en italiano, o en muchos profesores que lo eran en universidades de tres o cuatro reinos distintos.

P: ¿Y además?

R: Creo que podemos aprender mucho de la armonía medieval de tres ideas que hoy están desvinculadas: belleza, verdad y bien. Los sabios de entonces asumían que belleza, verdad y bien van de la mano. La obra de Dante, igual la de muchos otros, lo ejemplifica. Él, que se consideraba un profeta, comunicó la verdad desde la belleza, porque también era un poeta.

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