Escritor, columnista, periodista y polemista. Hace más de veinte años, cuando el pujolismo irrigaba todas las actividades de la vida catalana, Arcadi Espada publicó Contra Catalunya, una crónica que ya entonces diagnosticaba lo que devino en el procés y que se reeditó hace poco. Nunca se ha callado nada Espada, alguien que hace honor, cómo no, al filo de su apellido. Hablar con él es como entrevistar a una navaja.
Desde hace 40 años, y en los últimos tiempos aún más, Cataluña ha experimentado una degeneración en las formas de pensar, de escribir, incluso hasta de leer; así lo ha asegurado Arcadi Espada en más de ocasión. Por ese motivo, ha levantado su dedo índice contra el nacionalismo y también contra muchos actores de los partidos tradicionales.
La sentencia del Supremo y las protestas en Barcelona suponen una ocasión más que propicia para preguntar a Espada por la actualidad de una Cataluña que diagnosticó en forma de libro y que ha repetido en su columnas e intervenciones públicas. ¿Qué ocurre en Cataluña? ¿Se cierra un ciclo o se abre otro? He aquí algunas de sus respuestas, todas reacias al tópico e inflamables en su realismo. Cataluña no arde ni arderá, asegura.
La sentencia finalmente se dio a conocer. Después de cuatro días de protestas, ¿cuál es su visión de lo que ocurre en Cataluña?
No está pasando nada que no sea el estertor y las reacciones póstumas de un fracaso en el movimiento independentista. Esto ocurre desde hace un par de años y la sentencia del Supremo lo ha clausurado.
¿Y la reacción en la calle? Eso significa algo.
La propia sentencia ha provocado que una generación, como ha ocurrido siempre, busque un relato para descargar. El cerebro adolescente es muy deficiente. Está poco maduro. Eso no quiere decir que no sean peligrosos y que sus padres no deban responder al respecto. Sea cual fuera la sentencia, estos escuadrones juveniles hubiesen hecho lo que están haciendo.
Barcelona está ardiendo, al menos una parte. ¿O no?
Lo de Barcelona ardiendo es una publicidad exagerada de lo que está sucediendo. Esas cosas las crea un periodismo cada vez mas irrespirable. Barcelona no está ardiendo, ni ha ardido ni arderá. Son unos grupos de pijos nacionalistas que organizan cada noche sus aquelarres. Esto se acabará en cuanto la policía envíe a la cárcel, por una buena temporada, a estos sujetos.
Eso no niega la existencia de un problema profundo. En Cataluña las cosas no están bien.
A diferencia del procés, el problema de Barcelona de estos días es de orden público y tiene que resolverlo el orden público. Eso no quiere decir que Cataluña no siga siendo el principal problema español, porque está partida por la mitad. Hay una parte que no quiere ver a los españoles, ni convivir con ellos. El nacionalismo ha convertido su xenofobia en un lugar de culto.
¿La sentencia del Supremo realmente concluye esto o tan solo abre un nuevo ciclo? ¿Qué opina?
La sentencia del Supremo acaba con el proceso, porque castiga y señala. Yo he escrito sobre la sentencia para señalar sus insuficiencias y discrepar de ella en asuntos fundamentales. Es técnicamente de mala calidad y hace un relato de los hechos muy trivial. Pero lo cierto es que abre una realidad nueva: que unos comportamientos fueron considerados incompatibles con el ejercicio democrático.
Era el punto de partida. ¿Qué es lo nuevo?
Lo que es importante subrayar, porque no veo que se resalte lo suficiente, es que la sentencia podría trasladar responsabilidad a los partidos que quieran llegar a acuerdos políticos con un partido que está condenado en la cárcel. No he escuchado a ERC ni a Junts renunciar a esa coalición.
El presidente de la Generalitat, sin embargo, ha decidido agitar las cosas. Y bastante.
Torra actúa por delegación, diciéndoles a sus hijos y a sus familiares que vayan a los CDR y que su mujer salude a las masas. Lo que quiero decir es que más allá de ese cinismo hipócrita y de las algaradas, lo de Barcelona no es comparable con las cosas que suceden, por ejemplo, en París.
¿Y los mossos? Queda una sentencia contra Trapero. ¿Cómo afecta eso a la policía catalana?
Los mossos están en sospecha desde que evitaron impedir el referéndum. Esa sociedad se ha convertido hasta tal punto en el hazmerreír de la incompetencia y la inmoralidad, que el balido corta una autopista manifestándose. Lo que tenía que haber hecho era llamar a los mossos para que lo detuvieran, pero no lo hizo. Su delirio fue más grande. Esta es una situación muy degradada que costará bastante recomponer.
Dice usted que esta situación era la misma con el pujolismo. Cuesta pensar que sean iguales.
El ordenamiento del nacionalismo de la sociedad catalana no fue detectado por el Estado. Se hicieron los oídos sordos, porque les convenía más hacer negocios con ellos que combatirlos. El proceso es lo mismo que sucedía hace 40 años en Cataluña, pero sin Messi.
Ciudadanos es un proyecto fallido. ¿Sigue creyendo en aquel partido en cuya fundación participó?
No creo que deba hablarse ni pueda hablarse de proyecto fallido. Ciudadanos es un partido parlamentario en Cataluña y tiene una considerable fuerza en el parlamento español y por lo tanto no veo razones para decir eso. Otra cosa es que hayan cometido errores.
Se han marchado de Cataluña y han dejado solos a quienes los votaron.
Cataluña es un problema español y se defiende desde cualquier lugar de España y ellos consideran estratégico seguir combatiendo el nacionalismo. Así que no estoy de acuerdo con que hayan dejado sola o desvalida a Cataluña.
Rehuyeron presentarse a dirigir el Parlament, ha habido fuertes divisiones y abandonos
Eso es otro asunto. Una cosa es que Ciudadanos haya cometido grandes errores estratégicos, y que yo he puesto de manifiesto en mis artículos. Pero hoy Ciudadanos es un partido indispensable, porque es el único partido laico. Todos los demás partidos están en manos de sacerdotes y el PSOE está en manos de una sacerdotisa, que es Carmen Calvo. A eso se suma, claro, que el PP sigue ligado al catolicismo español.
¿Un reproche a las élites catalanas? ¿Qué se puede decir de su papel en esto?
Las élites catalanas, especialmente las económicas, han tenido errores de apreciación. En todo caso, tampoco hay que obviar lo que para mí es evidente: las élites catalanas, o una parte, son perfectamente xenófobas. Es un rasgo de carácter, pero el caso catalán en esa circunstancia se aprecia desde hace muchas décadas. De todas formas, no me gustan las generalizaciones. Prefiero hablar de un determinado empresario o escritor, pero no de las ñelites. Ese planteamiento suele ir en contra de quien lo formula.