Ya lo dijo Ángel Gabilondo hace unos meses: el hecho de que una cola de tres vueltas a un museo no quiere decir que la cultura esté mejor. Tampoco supone una garantía de que aquello creado sea realmente asimilado y apreciado. En estos temas, tan propensos a lo que Javier Gomá llama la beatitud cultural, o para entendernos el buenismo, hay bastante tela que cortar. Pero alguien se ha encargado de sacar una tijera, y una bien precisa. Se trata de Jean Calir antiguo conservador del Museo Picasso de París y del gabinete de arte gráfico del Centro Pompidou, quien en su libro El malestar de los museos (Trea) , analiza la deriva mercantil del espacio de arte, su lenta transformación en lugar para pastar y empujarse.
Clair parte del hecho real de que existe un malestar de los museos: el malestar físico, el de las interminables colas; el de la muchedumbre agitada que se agolpa ante cuadros cuya historia, significado y trascendencia ignora; el de los empujones; los ruidos y las cámaras de fotos; también apunta otro malestar, más profundo y grave, que condena a centros de arte y pinacotecas: su función desvirtuada por la deriva mercantil y consumista de la que el museo se ha convertido en estandarte, el de la vacuidad de sus fastuosas arquitecturas, el de la pérdida del valor pedagógico de sus colecciones.
Se trata de una creciente incomodidad sobre la que hoy resulta alarmante que no se medite, pero que, de forma incomprensible, no ocupa ni a los medios, ni a los especialistas ni a las propias administraciones públicas y con el que Jean Clair se encara con el único propósito de buscar una solución. En las páginas de este libro, Clair se atreve a hacerse preguntas sobre las que otros correrían un tupido velo de pudor e inclusión con baño de manguera. ¿Tiene que gustarle a todo el mundo los museos? ¿Tienen que ser espacio masivo?, se pregunta. La respuesta es demoledora: “Un placer elitista. ¿Por qué no? Las élites de nuestros días no hacen otra cosa que sobrevivir. ¿No podemos protegerlas, simplemente? ¿Es esta una diversión de intelectual, inaccesible al neófito?”, dice refiriéndose a la congestión de las salas de exposiciones.
Critica Jean Clair la idea equivocada de que el arte es sólo percepción, como si se tratara de un proceso independiente del conocimiento. Quien asiste a un museo tiene que saber lo va a ver. “Existe la ingenua creencia de que los cuadros o las esculturas que allí se conservan nos hablan directamente, se comunican con nosotros sin que tengamos que hacer el esfuerzo de entender lo que representan“.
Ensayista, escritor e historiador del arte, Jean Clair es autor de una larga nómina de obras, como Considérations sur l´état des Beaux-Arts (Gallimard, 1983, La responsabilidad del artista (Antonio Machado, 1999), Sur Marcel Duchamp et la fin de l´art (Gallimard, 2000), La barbarie ordinaria. Music en Dachau (Antonio Machado, 2007), De inmundo (Arena Libros, 2007), Lección del abismo: nueve aproximaciones a Picasso (Antonio Machado, 2008), entre muchos otros textos entre los que este se trata, sin duda, de un aporte de acidez y lucidez, dos palabras cuya rima suena a latigazo.