La represión política y social de América Latina en los 80 y la violencia ejercida por las dictaduras militares de esa época obligaron a los creadores a refugiarse, como vía de escape, en distintas formas de arte que se exhiben desde hoy en el Museo Reina Sofía, dentro de la muestra "Perder la forma humana".
El título de la exposición hace referencia al cuerpo, utilizado por los artistas, los activistas y la propia sociedad como herramienta de denuncia y reclamo de "distintas formas de vida, aún en las peores circunstancias", según ha puesto de manifiesto hoy Ana Longori (Argentina), una de las comisarias de la muestra.
El director del Museo de Arte Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, ha desvelado que en este proyecto están implicados cerca de veinticinco investigadores de Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, Paraguay, Perú, Colombia, México y España, y comisariado por la Red Conceptualismos del Sur, una plataforma creada en 2007.
Según Borja-Villel, la muestra persigue reactivar prácticas artísticas y políticas que tuvieron lugar durante la década de los años ochenta en distintos contextos latinoamericanos como formas de "resistencia política" alejadas de los cauces de la militancia tradicional.
El recorrido por la exposición, integrada por más de seiscientas obras, se inicia en 1973, con el golpe militar de Pinochet en Chile, una fecha que simboliza "la brutal clausura de una época de expectativas revolucionarias en el continente latinoamericano", según Ana Longori, y concluye cuando el zapatismo inaugura un nuevo ciclo de movilizaciones que refunda el activismo internacional.
La situación política generó, en numerosos escenarios, actuaciones de disidencia sexual, grupos de poesía, teatro experimental y una nueva arquitectura, movimientos contraculturales a los que se unieron los asociados a los derechos humanos, como nuevas formas de protestas en el ámbito público.
De esa época proceden espectaculares imágenes del fotoperiodismo crítico surgido durante las dictaduras militares chilena y argentina, como las fotografías que se pueden ver en la muestra relativas a las protestas de las Madres de la Plaza de Mayo clamando por sus desaparecidos o aquellas en las que aparecen las Mujeres por la Vida de Chile y Argentina.
El manifiesto "Hablo por mi diferencia", del artista chileno Pedro Lemebel, sirve como preámbulo de la exposición, en la que conviven imágenes y documentos que muestran el hallazgo de cadáveres o gestos como la autoinmolación de Sebastián Acevedo en Chile y las de matanzas y violencia extrema en Perú realizadas por artistas del Taler NN.
En una de las salas, el espectador escucha la voz del poeta, ensayista y activista argentino Néstor Perlongher, recitando el poema "Cadáveres", en el que, de forma inquietante, recuerda la existencia de cadáveres entre los miles de desaparecidos por las dictaduras.
Los trabajos fotográficos de Gianni Mestichelli (Argentina) y los autorretratos de Sergio Zevallos (Perú) narran los episodios de experimentación corporal en contextos de violencia, aunque la parodia o la burla también sirve como nueva forma de contestación al poeta del colectivo brasileño Gang.
La sala "Contrainformación" exhibe varios capítulos de Teleanálisis, noticiarios clandestinos grabados y distribuidos clandestinamente en Chile entre 1984 y 1989, así como el trabajo de distintos fotorreporteros que con su mirada permitieron visibilizar aquello que nunca salía a la luz.
Entre las propuestas artísticas que, desde mediados de la década de los setenta, situaron el cuerpo sexuado en el centro de la poética se encuentran las de Carlos Lepe, las fotografías del brasileño Ney Matogrosso o la serie fotográfica del colombiano Miguel Ángel Rojas, en la que refleja situaciones de sexo clandestino entre hombres en teatros de Bogotá.
Según puso de manifiesto Manuel Borja-Villel, ésta es una oportunidad "única" de adentrarse en el arte de una época convulsa gracias a un vasto conjunto de materiales y documentos visuales, escritos y sonoros, algunos de ellos inéditos.