Se retiró a jugar al ajedrez. Así de sencillo. Después de firmar un urinario, pintar Desnudo bajando la escalera y crear El gran vidrio –¡a comienzos del siglo XX!-, Marcel Duchamp se retiró a dar jaques y mover caballos en forma de ele. El padre del arte contemporáneo, el pionero del arte conceptual -el ready made sigue siendo hoy el pan nuestro de cada día- parecía renunciar con aquel gesto a su progenitura o, al contrario, la reafirmaba de la forma en que suelen hacerlo quienes convierten su propia vida en una obra de arte.
Atraído por ese mecanismo donde todo es engaño, el dibujante François Olislaeger creó Marcel Duchamp. Un juego entre mí y yo (Turner). Se trata de un libro-objeto, una verdadera confitura editorial, que coincidió además con la muestra Marcel Duchamp, incluso la pintura, una muestra organizada por el Centro Pompidou donde pudieron verse 350 obras que explican la relación del artista con la expresión pictórica. Un centenar de las piezas exhibidas estaban firmadas por el propio Duchamp.
Fácil de leer… no es. El libro contiene seis metros de papel plegados primorosamente. Recorrerlos sin daños no es tarea sencilla. Ahora, en lo que a contenido se refiere es una joya. Un ensayo visual, pergeñado con la belleza del dibujo y la lógica del episodio.
Desde un Duchamp doncel que contempla estampas de Monet hasta el ya mayorcito artista que dispone de una voluntariosa vecina, Jeanne Serre, que hizo de modelo por buena voluntad. Un Duchamp don nadie, que habla de sus "algunos amigos", Francis Picabia entre ellos, hasta el que resuelve el acertijo del objeto y el concepto.
En Marcel Duchamp. Un juego entre mí y yo se cuenta la historia de las vanguardias y se explica de dónde vino cada obra, cómo lo que hizo Duchamp se llevó por delante lo que existía y abrió el camino a lo que vino después, y cómo para él arte y vida son una sola cosa. Y si Duchamp lo decía mucho mejor (y por eso aquí lo cuenta él mismo), Olislaeger ha conseguido recrear en imágenes lo que es tan difícil parafrasear.
Editado en un curioso formato que al desplegarse se convierte en un friso ilustrado de seis metros de longitud, más que un libro, esta "partida entre mí y yo" es un objeto de coleccionista. Y, para agregar más morbo, toca decir que en sus páginas -¿páginas?- se alude desde la pérdida del Urinal –Mutt- hasta el bigote que el propio artista pintó a la Mona Lisa.