Cultura

El Prado exhibe ya las obras del arte medieval y renacentista donadas por Várez Fisa, valoradas en unos 25 millones

La pinacoteca madrileña  exhibe ya en una sala monográfica las doce obras del arte medieval y renacentista español donadas en enero de este año por el empresario José Luis Várez Fisa, quizás el más hermético y reservado de los coleccionistas españoles. No es la primera vez que Várez Fisa hace una donación al Prado, ni mucho menos, a una institución pública. Lo que es de destacar, en este caso, es la magnitud del donativo.

  • Varez Fisa y su esposa, junto a Mariano Rajoyy el director del Prado Miguel Zugaza, en el acto de donación realizado hace unos meses.

El Museo del Prado exhibe ya en una sala monográfica las doce obras del arte medieval y renacentista español donadas en enero de este año por la familia Várez Fisa, constituyendo "un deslumbrante resumen de este periodo fundacional del arte peninsular", según ha explicado este lunes a los medios el director del Museo, Miguel Zugaza. En la sala, ubicada en el edificio Villanueva dentro del recorrido sobre la pintura española del Románico al Renacimiento, se exponen además otras cuatro piezas cedidas en depósito a largo plazo por la propia familia, así como el 'Retablo de San Cristóbal' (donado también por la familia en 1970) y la tabla 'San Andrés negándose a adorar al ídolo' de Lluís Borrassà, adquirida por el Estado.

La sala tiene en su techo un impresionante artesonado procedente de la iglesia Santa Marina de Valencia de Don Juan (León), es una pieza singular de 11 x 6 metros, fechada hacia el año 1400, en el que aparecen escenas paganas y religiosas de enorme riqueza iconográfica. Su instalación en la sala ha supuesto una de las operaciones más complejas desde el punto de vista museístico, ha confesado Zugaza. Entre las obras destaca la Virgen de Tobed (1359-1362), atribuida a Jaume Serra, un ejemplo excepcional de pintura italo-gótica catalana. En la parte inferior del cuadro se puede ver Enrique de Trastámara, su mujer y sus hijos, en lo que suponía un caso insólito de propaganda política. Enrique de Trastámara aparece con la corona antes de convertirse en Enrique II, manifestando de este modo su derecho al trono.

Los dos frontales donados -el de Sollalong (Ripoll) del Maestro de Lluça y el de Arnedillo (La Rioja)- son de mayor calidad que el frontal de Guils que actualmente guarda el Museo. Por su parte, la pintura mural de Sant Esteve de Andorra suma a los ejemplos castellanos de Maderuelo y San Baudelio de Berlanga de Duero una muestra del románico pirenaico, inexistente en el Prado. El retablo del Maestro de Torralba, uno de los artistas del gótico internacional activos en Aragón a principios del siglo XV, tiene un gran valor, además de encontrarse prácticamente completo y en buen estado de conservación.

La pintura hispanoflamenca también se fortalece con la incorporación del San Antonio abad de Joan Reixach, que completa la representación del arte hispanoflamenco valenciano al sumarse al Tríptico con pasajes de la vida de Cristo de Louis Alincbrot, maestro brujense afincado en Valencia. El hispanoflamenco consolida asimismo su importancia con la tabla de Diego de la Cruz, que aporta un ejemplo tardío de uno de los pintores castellanos más relevantes. La pintura de los inicios del renacimiento se enriquece con las dos tablas de Pedro Berruguete de los Padres de la Iglesia, que se suman a las que ya poseía el Prado, quedando magníficamente representada una faceta muy significativa de la obra del pintor evocadora de su estancia en Urbino, ausente hasta el momento en el Museo.

La escultura refuerza su presencia con las dos obras que se incorporan. El Retablo de San Juan Bautista, de los inicios del gótico, debe valorarse por su rareza y su buen estado de conservación. La Virgen entronizada con el Niño, atribuida a Gil de Siloe, prácticamente idéntica a la que se conserva en la cartuja de Miraflores, es otra contribución importante, al ser Siloe uno de los artífices más destacados de la escultura europea del siglo XV.

Un coleccionista discreto

Miembro de este restringido grupo de grandes coleccionistas empresarios coleccionistas entre los que destacan Alicia Koplowitz, Plácido Arango o Juan Abelló, José Luis Várez Fisa, quizás el más hermético y reservado de este grupo de devotos de las Bellas Artes. No ofrece entrevistas, apenas y habla en público y sobre su colección apenas y ha hecho referencias. Sin embargo, y a pesar de sus esfuerzos por permanecer en un segundo plano, esta semana Várez Fisa ha saltado a los titulares de la prensa diaria gracias a la jugosa donación que el empresario hizo al Museo del Prado: un grupo de 12 obras que cubren de los siglos XIII al XV, desde el románico hasta el renacimiento.

No es la primera vez que Várez Fisa hace una donación al Prado, ni mucho menos, a una institución pública. Lo que es de destacar, en este caso, es la magnitud del donativo, que pone de manifiesto cuáles son los puntos fuertes en la colección del empresario, anteriormente relacionado además con la pinacoteca, del que fue vocal hasta 1992, año en que el propio Várez Fisa renunció a su cargo en protesta por el traslado del Guernica al Museo Reina Sofía, por considerar que contravenía los deseos de Picasso.

La primera donación de Várez fue en 1970, el año en que se trasladó a vivir desde Guipúzcoa hasta Madrid, con la entrega del Retablo de San Cristóbal, obra de un maestro anónimo castellano de finales del siglo XIV y único ejemplo del gótico lineal que posee el Prado. En ese momento cuando Varez Fisa funda y preside Administradora General de Patrimonios (Agepasa) una gestora de patrimonios y carteras, y el Banco Inversión. La siguiente donación fue en 1988, tras ser vocal del Real Patronato, cuando donó al Museo del Prado otro San Cristóbal, en este caso firmado por Orazio Borgianni, pintor romano que vino a trabajar a España en dos ocasiones donde contribuyó a difundir el naturalismo de Caravaggio en nuestro país.

La relevancia de su colección no tiene relación alguna a la poca figuración que gusta Varez hacer de este y otros temas. Desde que fue amenazado por ETA en los años sesenta cuando forjó su fortuna en el negocio de la chatarrería en el País Vasco, Varez Fisa evita aparecer en fotos. No concede entrevistas. Tampoco se presenta a recoger los Premios que reconocen su labor como coleccionista, así ocurrió con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes 2012. Fue a recogerlo su esposa, no él.

La fortaleza de su colección se distribuye en cuatro capítulos; el primero es arte español antiguo (fundamentalmente de pintura), desde el Románico a Goya. Es dueño de un Velázquez, posee el que se considera el bodegón más importante de Zurbarán y se reconoce por ser un gran comprador de arte español en el extranjero, lo que le ha valido aparecer en la lista de los 200 coleccionistas más influentes que publica Art News. A esa sección sigue su colección de arqueología mediterránea (piezas egipcias, iberas, griegas y romanas) que hoy forman parte de las colecciones del Museo Arqueología Nacional de Madrid tras ser vendidas al Estado español por 12 millones de euros. Los dos capítulos restantes son platería (siglos XV-XVII) y cerámica hispano-musulmana (siglos XV-XVII).

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