Cuando el historietista Paco Roca sufrió la pérdida de su padre tenía hijos pequeños. En aquel momento, como le ha pasado a muchas personas, tuvo que pensar con su familia qué hacer con su vivienda, que llevaba tiempo abandonada. Aquella experiencia fue el germen de un cómic que le ayudó a poner en orden lo que estaba sintiendo y que ahora llega a la gran pantalla de manos de Álex Montoya tras su paso por el Festival de Málaga.
La película, protagonizada por los actores David Verdaguer, Óscar De la Fuente, Lorena López y Luis Callejo, cosechó buenas críticas entre la crítica y el público, que no dejó de "llorar bonito" durante el metraje, tal y como manifestaron muchos tras algunos de los primeros pases.
"Pasan los 40 y todo son problemas, todo son mierdas, todo es achicar agua", señala uno de los personajes de La casa, en la que se cuenta la historia de tres hermanos que se reúnen en la vivienda familiar para decidir qué hacer con ella tras la muerte de su padre. Revivir los recuerdos, afrontar el duelo, asumir la enfermedad y prepararse para lo inevitable son algunos de los asuntos que aborda esta película.
Lejos de resultar un tema intimista sin vocación universal, lo cierto es que Paco Roca descubrió que una situación tan íntima como la que vivió captó el interés de muchos lectores en España y el extranjero porque, al fin y al cabo, todos viven esa experiencia. "Es un tema común, esa pérdida del ser querido, ese reencuentro de la familia para vender una casa familiar, ver qué haces con esos recuerdos. Llegados a una edad, uno pasa siempre por ahí. Me di cuenta de que esto que era muy personal acababa siendo un tema universal, y no solo en España. Con el tiempo el cómic se ha publicado en países de todo el mundo y todos encuentran una conexión con la historia que cuenta", ha señalado el historietista en una entrevista concedida a Vozpópuli.
Entre los muchos asuntos que La casa aborda sobre la familia como condena y salvación, destaca una búsqueda de la identidad en un ámbito en el que uno ostenta un rol, lo quiera o no, y una lucha por reivindicar el sitio que uno quiere ocupar y no tanto el que ocupa. Es el caso del personaje que interpreta David Verdaguer, el hermano mediano a quien, como cuenta Álex Montoya, se ha puesto "la etiqueta de oveja negra" por ser "artista en una familia de clase trabajadora" y despierta recelo en alguno de sus hermanos que "recoge el rol del padre y defiende su posición".
"Mi padre nunca me felicitó por nada, pero sabía que tenía una carpeta azul de cartón en la que guardaba muchos recortes de prensa"Paco Roca, historietista
Del mismo modo, La casa también evoca esa circunstancia en la que los padres presumen ante los demás de sus hijos y, sin embargo, nunca son sinceros con ellos acerca del orgullo que despiertan en ellos. "Los padres de otra generación eran muy herméticos con sus sentimientos, no mostraban nunca lo que sentían. Mi padre nunca me felicitó por nada, pero sabía que tenía una carpeta azul de cartón en la que guardaba muchos recortes de prensa, porque estaba orgulloso como padre, pero nunca lo mostraba. Esto está en el cómic y en película: te enteras por terceros de todo lo que tu padre no se atrevió a decirte", cuenta Roca.
La casa: huir del melodrama
En apariencia, es sencillo correr el riesgo de caer en el melodrama con un material como el que aborda La casa, con las pérdidas más dolorosas y con sentimientos siempre a flor de piel. Consciente de ello, Álex Montoya trató siempre de evitar la tentación. "Los actores tienden a querer emocionarse mucho. Sabía que tenía que subir la tensión, que iba a haber más momentos de crisis que en el cómic, pero quería cuidarlos mucho para no caer ni en comedieta ni en melodrama. Cuando ellos subían mucho los tenía que bajar porque sabía en qué momento quería que se rompieran. Está todo muy medido y al final una persona que se emociona pero que aguanta la emoción es casi como una tensión sexual no resuelta, porque el espectador sabe que eso tiene que explotar, pero le da un poco de suspense acerca de cuándo va a suceder", ha señalado el director de esta película.
En esta narración de la vejez, del paso del tiempo y de lo inevitable, Roca y Montoya coinciden en la influencia de Yasujirō Ozu y su Primavera tardía (1949), una de las obras más importantes del cineasta japonés, porque en este caso, "lo que emociona es lo que los personajes saben que tienen que hacer, el camino que tienen que tomar, aunque sea en contra de ellos mismos".
"Tienen que asumir que la vida es como es y que no pueden luchar contra determinadas cosas. Ese es el espíritu que tiene el cómic y la película: son personajes que asumen que la vida es así, que un padre acabará muriendo y que la casa familiar, aunque te gustaría tenerla, ninguno la va a poder tener", concluye Roca.