El cineasta italiano Luchino Visconti viajó hasta Estocolmo (Suecia) en el invierno de 1970 en busca de la belleza perfecta, después de haber recorrido otros países como Hungría, Polonia, Finlandia o Rusia. Y la encontró. A partir de ese momento, el joven Björn Andrésen, con apenas 15 años, se convirtió en un símbolo en todo el mundo. "Es rubio, con un perfil perfecto y ojos grises", dijo en declaraciones a la prensa el director. Ahora, más de 50 años después, aquel joven dulce, fotogénico y de mirada misteriosa es un hombre mayor, con barba y pelo largo y descuidado, que vive en un piso sucio, desordenado y caótico, y se encuentra al borde del desahucio.
Así arranca El chico más bello del mundo, un documental dirigido por Kristina Lindström y Kristian Petri que se adentra en la vida íntima de Andrésen, quien dio vida a Tadzio, objeto de deseo de Dirk Bogarde en la película Muerte en Venecia (1971), basada en la novela homónima de Thomas Mann. Esta cinta, que pasó por el Festival de Sundance, se estrena este miércoles en Filmin y forma parte de la programación del Atlàntida Mallorca Film Fest, que acaba de arrancar y se prolongará hasta en 1 de agosto en su sede física y hasta finales de mes en su sede online. A esta cita acudirá el propio actor, uno de los protagonistas que sin duda despertarán más curiosidad en la 11º edición de este encuentro con el cine.
Es una historia de amor, un amor puro. No es ni sexual ni erótico. Es una forma de amor superior. La perfección en el amor", señaló Visconti sobre Muerte en Venecia
"Es una historia de amor, un amor puro. No es ni sexual ni erótico. Es una forma de amor superior. La perfección en el amor", dijo en el marco del rodaje de Muerte en Venecia Visconti, quien reconoció que un productor le ofreció sustituir al adolescente por una chica y evitar así cierta controversia al hablar del amor de un hombre mayor hacia un niño, algo que rechazó porque de esa manera se podría perder el mensaje del autor.
La película se estrenó en Londres y, a partir de ese momento, Visconti se refirió a Andresen como "el chico más bello del mundo", un peso que le ha acompañado toda su vida. Sin embargo, donde realmente empezó el "circo" que el propio actor en la actualidad recuerda como una "pesadilla" fue en la presentación de la película en el Festival de Cannes.
Todos le empezaron a adorar de un día para otro y eso es difícil de digerir para alguien tan joven. Mientras que la abuela del actor que encarnó a Tadzio estaba entusiasmada con el revuelo que causaba su nieto en todo el mundo, él se sentía completamente solo. A esto se suma el proceso de casting, del que se pueden ver varias imágenes en este documental y en el que Visconti halló a la imagen perfecta que llevaba tiempo buscando sin cesar. Desnudo e incómodo, probablemente las pruebas que Andrésen tuvo que pasar en la actualidad serían inadmisibles.
El más bello y el más desgraciado
Este joven sueco se convirtió en un icono en todo el mundo, pero especialmente en Japón, donde era aclamado como una estrella del pop, y en la actualidad aún se pueden encontrar sus videoclips en los numerosos karaokes del país, e incluso fue inspiración para muchos dibujantes de manga. Allí tuvo algunas experiencias desagradables que ahora, medio siglo después, se atreve a confesar a su actual pareja, como las ocasiones en las que le ofrecieron anfetaminas u otras pastillas para poder superar la presión.
Después de protagonizar Muerte en Venecia y de triunfar en Japón, Andrésen (Estocolmo, 1955) se dedicó a la música profesionalmente y participó en varias películas más. Su último trabajo es Midsommar (2019), la cinta de terror de Ari Aster y, según confiesa en este documental, nunca se ha considerado un actor.
El joven Andrésen se convirtió en un juguete roto y su éxito fulgurante invita a reflexionar 50 años después sobre los límites de la industria y el peso de la fama
La desaparición de su madre cuando aún era un niño pequeño provocó en el joven Andrésen falta de concentración. "Era un alma libre", "bohemia" que escribía poesía y era fotógrafa, según recuerda. Él nunca supo quién era su padre y a día de hoy no ha conseguido averiguarlo. Demasiadas incógnitas para un hombre atormentado que siempre mantuvo una imagen misteriosa, oscura y triste, tal y como le describían quienes más se acercaron a él. Bello y desgraciado, el joven Andrésen, sensible y perdido, sin referentes ni apoyo familiar suficiente para abordar la popularidad, se convirtió en un juguete roto y su éxito fulgurante invita a reflexionar 50 años después sobre los límites de la industria y el peso de la fama.