Veinte años después de que un nutrido grupo de hombres rudos reinaran en la gran pantalla a base de puñetazos, persecuciones y músculos, el público sigue pidiendo películas con mucha adrenalina y poco diálogo y se las sigue pidiendo al mismo grupo de hombres, los míticos action heroes -aunque en la mayoría de casos hace tiempo que superaron los sesenta-. Durante la década de los ochenta, sagas como Rambo, Arma letal, Jungla de cristal o Terminator se convirtieron en la gallina de los huevos de oro y elevaron a la categoría de estrellas a sus protagonistas. Casi sin darnos cuenta aprendimos a escribir Schwarzenegger, nos pusimos a practicar artes marciales y quisimos tener el éxito de Bruce Willis o Mel Gibson.
Durante más de una década, los héroes de acción lucieron sus músculos en decenas de películas, repitiendo el mismo patrón, enfrentándose a ejércitos enteros y conquistando a las mujeres más bellas. Pero poco a poco, la burbuja se fue desinflando. A finales de los 90, la formula empezó a agotarse. El público, cansado de ver siempre la misma historia, reclamaba nuevas emociones y estas llegaron de la mano de películas que combinaban la acción con un planteamiento totalmente distinto -fue el caso de Matrix, por ejemplo-. Aparecieron nuevas estrellas, nuevas sagas e incluso las mujeres se convirtieron en heroínas de acción -aunque siempre habían estado presentes en las películas de acción, incluso tomando un papel más allá de ser la víctima, pero no fue hasta la llegada de películas como Resident evil con Milla Jovovich o Tomb raider con Angelina Jolie, cuando consiguieron desplazar a los hombres y hacerse con el control de los puñetazos-. Los actores de siempre, los hombres de acción, trataron de reorientar sus carreras aunque con muy diversos resultados diversos.
Vida después de Rambo
El caso de Sylvester Stallone es el paradigma de los héroes de acción. Un joven aficionado a las películas escribe un guión sobre un boxeador llamado Rocky Balboa y se pasea por todos los estudios de Hollywood vendiendo la película. Los productores son reticentes pero al final acceden a que el joven sea el protagonista -pese a que querían a alguien con más fama- y la película termina ganando tres Oscars, entre ellos el de mejor película, y Sylvester Stallone se lleva dos nominaciones, a mejor actor y mejor guión. Con ese comienzo, Stallone no tuvo problemas para mantener la franquicia Rocky, a la que se unió posteriormente Rambo. Stallone se especializó en papeles de hombres duros y de pocas palabras y todas sus películas se convirtieron en éxitos de taquilla -también intentó hacer alguna incursión en la comedia, como en ¡Alto! O mi madre dispara, con Estelle Getty de Las chicas de oro, pero el público no respondió de la misma forma-. Con la llegada del 2000, su éxito empezó a descender, aunque su popularidad se mantuvo, gracias a, entre otras cosas, el reality show de boxeadores The contenders. Pero Stallone guardaba un as en la manga. En 2006 rescató a Rocky y en 2008 a Rambo, volviendo a recuperar el favor del público.
Jean-Claude Van Damme aprendió de los mejores. A su llegada a Los Ángeles conoció a Chuck Norris y se convirtió en su asistente personal. De hecho, fue Norris quien le consiguió su primer papel en el cine, aunque la fama le llegaría con Contacto sangriento, la película que le convertiría en un experto en artes marciales y popularizaría su famosa patada voladora. Luego llegarían Soldado universal, Timecop y Street fighter, la película que le llevaría a ser uno de los actores de acción mejor pagados. Pero a mediados de los 90 empezó su declive. Sus películas pasaron a estrenarse directamente en vídeo, hizo algún cameo en series de moda como Friends, participó en anuncios de televisión y apareció bailando en un video de Bob Sinclar. Entonces, en 2008 estrenó JCVM, una película autobiográfica donde el actor se interpretaba a sí mismo en el momento de declive de su carrera y que tuvo una buena acogida entre la crítica, alabando, sobre todo, el trabajo del actor.
De Seagal a Norris
Dolph Lundgen siempre vivió a la sombra de Van Damme. Ambos eran europeos, ambos se especializaron en artes marciales y ambos protagonizaron Soldado universal, aunque la jugada le salió mejor al belga. Lundgren empezó en el cine de acción dándole la réplica a Stallone en Rocky IV, pero su carrera a penas cuenta con grandes éxitos -aunque sí muchos fracasos-. Steven Seagal pasó mucho tiempo en Japón aprendiendo artes marciales. A su regreso a Estados Unidos trabajó como coreógrafo de luchas en algunas películas de James Bond hasta que protagonizó su mayor éxito, Alerta máxima, pero Seagal ya llegaba tarde para emprender una carrera en el cine de acción. La mayoría de sus películas pasaron a estrenarse directamente en vídeo -pese a que tuvo algún éxito comercial, como Herida abierta-, hasta que en 2009 la televisión le rescató del olvido con su propio reality, Steven Seagal: Lawman, y una serie titulada True Justice.
Chuck Norris compartió película con el mítico Bruce Lee en El furor del dragón y eso le bastó para alcanzar fama mundial. Su barba y sus puños se convirtieron durante dos décadas en reclamo para la taquilla, pero Norris supo adelantarse a sus colegas de puñetazo y dirigir su carrera hacia la televisión antes de que la fórmula fracasase. La serie Walker, Texas Ranger, emitida desde 1993 hasta 2001, le sirvió no solo para capear el temporal, sino también para elevarle a la categoría de mito televisivo. Pero, desde luego, si alguien supo anticiparse al declive y asegurarse un futuro prometedor ese fue Arnold Schwarzenegger. La carrera del ex culturista no tiene nada que ver con sus compatriotas. Schwarzenegger fue Conan, trabajó con James Cameron en Terminator y Mentiras arriesgadas, con Paul Verhoeven en Desafío total, hizo comedia con Danny DeVito y cuando su carrera parecía estancada, se convirtió en gobernador de California. Una vez finalizado su segundo mandato y a la espera de saber si terminará presentándose para Presidente de Estados Unidos -en principio no podría por no haber nacido en América-, Schwarzenegger ha vuelto al cine de acción y pretende recuperar dos de sus papeles míticos, Conan y Terminator.
En 2014 podremos asistir al estreno de la tercera parte de Los mercenarios, donde en esta ocasión se han unido nombres como Harrison Ford, Mel Gibson o Antonio Banderas. ¿Será una saga tan fructífera como Rocky, Rambo o Terminator? ¿Hasta cuándo aguantarán estos veteranos del cine dando puñetazos y esquivando explosiones? ¿Quedan héroes de acción para rato?