Empezó la temporada profesional -la que arranca en septiembre de cada año- en un bucle infernal. Una ansiedad nunca vivida antes que me hizo recordar un filme maravilloso de Martin Scorsese (Shutter Island) con Matt Damon como torturado protagonista, un agente del FBI que va a un psiquiátrico a investigar una desaparición. Pero, si matizo aún más, me veo más en esa otra a la que familiarmente llamo como un libro de Plutarco; hablo de Mundos Paralelos. Ahí Matt Damon navega como en diferentes capas de ensoñaciones y paranoicas persecuciones (no como las de la franquicia del Bourne) o dulces paseos junto a una muchacha donde el entorno se le va transformando en un laberinto de espejos urbanos o en medio de un ciclón sobre los veladores al aire libre de una terraza parisina. No, Matt Damon no ha estado en el Festival de Donostia, ya que está ocupado en Interstellar (en rodaje) y The Monuments Men (en post-producción).
Los analistas cinematográficos son especies más que en extinción, verdaderos exquisitos cadáveres.
La edición 61 del certamen donostiarra -aunque internacional- ha sido más para gente del cine de México y la local de este país nuestro. Bueno, también ha estado Lobezno (el de las patillas Curro Jiménez de la saga X-Men) con un amigo que dice ser jugador de criket australiano. Hay cosas que ahora se llaman así. Mucha prensa internacional y también la afamada FIPRESCI o lobby de poder periodístico integrado por historiadores, analistas y críticos cinematográficos. Especimenes más que en extinción, verdaderos exquisitos cadáveres o rara especie de prepotentes sabandijas repletas de odios y tics indescriptibles. Lo tengo muy claro, el pasado viernes 30 de agosto dejé de ejercer el criterio (de ahí viene lo de “crítico”) para analizar películas ante un panorama tan soez, vulgar, chusco y garbancero.
La muerte del crítico de cine
Un amigo saca para navidades una novela que ha sido Premio Café Mon, y que responde al título de Liquidación. Ivan Reguera (el autor y sin embargo amigo), cuando me lo cuenta me ha hecho estremecerme aún más a pesar de no ser una novedad de diferente cuño. Luis Dédalo (el personaje del libro) es un veterano crítico de cine. Sabe que las películas han dejado de importar a la gente, a los lectores de su periódico y lo que es más alarmante, a sus superiores en la redacción. Dédalo ha quedado desfasado. Como el cine, que es una reliquia del siglo XX. “Llega el día en el que se ve en la puta calle, recorriendo las aceras madrileñas”, dice, “donde también las grandes salas de cine van cerrando para siempre. Una tras otra. Y en esas aceras Dédalo recuerda lo que fue su infancia y juventud, lo que fue aquel cine, el esplendor de aquellas salas, cuando su Gran Vía pretendía ser Broadway. Ante un país que se cae a pedazos, Dédalo, el cine y su profesión están también en liquidación”.
Para sobrevivir tendrá que rogar ayuda a aliados inimaginables en su época de privilegios y tendrá que pedir trabajo en lugares que tampoco imaginó nunca. De camino a los setenta, sin trabajo, sin ahorros, sin familia y sin amigos, Dédalo tiene que enfrentarse a la prueba más difícil de su vida: la pura supervivencia. El autor (y sin embargo amigo) ha dado en el clavo. Aunque el personaje sea un fundido de todos, cada capítulo ofrece un perfil de los que de alguna manera hemos sido relevantes. El resto no son más que unos asquerosos envidiosos y prepotentes que no saben ni escribir sus nebulosas y complejos. Parece ser que Carlos Pumares y este que subscribe salimos bien parados, pero algunos se van a llevar un infarto o un mega berrinche por ir de sobrados y enterados. A nadie le interesa un crítico de cine, a lo sumo tiene tanta validez como el de un libro de recetas de cocina milenario donde en la Biblioteca Nacional de Etiopia han depositado en estanterías donde reza la leyenda: Ciencia Ficción.
En el Festival de San Sebastián lo más sonado ha sido la llegada de Mario Casas y Hugo Silva.
Ha ganado la Alfombra Roja, y todo lo demás, cuanto ocurre en la pantalla, en los guiones, en las interpretaciones,… es solo historia nimia y caduca. A las pruebas me remito. En el 61 Festival Internacional de Zinemaldia Donostia lo más sonado ha sido la llegada de Mario Casas (hace de soldado de plomo color verde), y Hugo Silva (después de toda una vida mostrando las tabletillas de su tórax aunque el guión no lo exigiera interpreta a un nazareno pedigüeño de la calle Postas de Madrid, con uno de los frontales más ajados y logrados del universo), por la cinta con brujería de Álex De La Iglesia. No compite por la Concha de Oro, pero Las brujas de Zugarramurdi era una de las películas más esperadas aunque en las redes sociales empezaron (después del primer pase para prensa) a leerse cosas como “tengo unas NO GANAS de no verla”. Álex dice recuperar la comedia negra, el esperpento y lo absurdo con un gran coro de actores populares gracias a la televisión, pero sin señas de identidad válidas para triunfar en taquilla como El día de la bestia y La comunidad. Carmen Maura hace de Carmen Maura (un horror) y Terele Pávez (también como siempre) está excelente a más no poder. Rodar en el centro madrileño ya no tiene ningún mérito. Para Alejandro Amenábar con Abre los Ojos, solo le dio una caduca manera de promoción, la misma estupidez -pero en Times Square- apareció en Vanilla Sky con Tom Cruise. En estas brujas hay sólo algunas carcajadas merced a una secuencia previa a los créditos iniciales: se muestra con humor grueso una historia sobre las brujas chuchonas de la localidad.
Oliver Stone define su serie ‘Story of the United States’ como “mi logro más importante”.
Oliver Stone ha estado mucho más inquieto por los pasillos y lobby del fascinante Hotel María Cristina, a la caza de alguna cosa para fumar y calmar el estrés. No es para menos. El psicópata director, después de diez años, arremete por cuarta vez otro montaje más después de haber estrenado su versión de la vida de Alejandro Magno, un filme que no solo recibió malas críticas hace una década sino que también fue un tajante planchazo con una recaudación que salvó error u omisión apenas cubrió su presupuesto. El oscarizado Stone (stonato iba cuando no encontraba las cosas de fumar del director, actor y jurado del certamen Diego Luna con una marca de cigarrillos muy común en México, Mota), Oliver llego con otro trabajo más; la serie documental The Untold Story of the United States, un éxito en EEUU y que llega de inmediato a España en la tele del régimen. Un proyecto compuesto por 10 episodios que define como “mi logro más importante”.
El Hannibal Lecter de Granada
Antonio de la Torre protagoniza Caníbal y se convierte en el Hannibal Lecter de Granada. Un asesino gourmet con gusto por la carne humana. De la Torre es polivalente. El malagueño tiene éxitos en la comedia, el drama y el thriller. Borda el oscuro terreno de la inquietante mente de un asesino con actuación que hace entrever premio. Antonio es Carlos, sastre granadino que esconde una oscura obsesión: su manera de hacer el amor es asesinando y comiendo a sus víctimas. Escenas intensas como las de sus terribles asesinatos o las cenas carnívoras de su personaje son algunos de los momentos más difíciles de la película. El autor es Manuel Martín Cuenca. Algunas partes me traen a la memoria cosas vistas y que la memoria me delata. No se trata de Johnny Depp en ese musical como un barbero justiciero y vengativo en el piso superior de una casa de comidas con tartas de carne “humana”. No, me refiero a una muy antigua película española de título Una Vela Para El Diablo con míticas actrices como Aurora Bautista y Esperanza Roy. Las dos se cargaban a las turistas promiscuas y extranjeras de la España de los años 70. Poco hechas y a la plancha. Inquietante, tenebrosa, oscura, una película interesante que felizmente no ahonda en los motivos del canibalismo del protagonista, sino en su única pasión y en su búsqueda del amor.
Sobre la dualidad del ser y la propia identidad también se ha pasado Enemy, fuerte candidata a algún premio pero sin duda el trabajo de su protagonista es interesante en su vertiente dual. Jake Gyllenhaal llena este thriller inquietante y terrorífico, dirigido por el canadiense Denis Villeneuve con una impecable narrativa. Es una co-producción entre Canadá y España en la que el actor de 32 años da vida a un profesor de historia aturdido, cansado e inseguro que descubre gracias a una película que existe un hombre idéntico a él en su misma ciudad. El filme explora la búsqueda y encuentro de ambos, así como los acontecimientos que ocurren a continuación.