Muchas personas prefieren no leer este texto. Algunos académicos optan por no compartirlo, para no contribuir a la otra pandemia que nos acecha: la de una depresión generalizada que nos paralice. La prestigiosa publicación Technology Review, vinculada al Massachusetts Institute of Technology (MIT), lo deja claro ya desde el título: “Aceptémoslo: el estilo de de vida que conocíamos no va a volver nunca”. Lo firma Gideon Lichfield, director de la revista, que destacó por sus análisis a lo largo de dieciséis años en The Economist. Se trata del resumen de un informe del Imperial College de Londres, prestigiosa institución fundada en 1907 y especializada en ciencia, ingeniería, medicina y empresariales. Casi todos los rankings lo colocan como una de las diez mejores universidades del planeta. ¿Por qué asusta tanto su nuevo estudio?
Vayamos al párrafo que mejor resume el diagnóstico: “Mientras haya una sola persona en el mundo con el virus, los brotes pueden y seguirán ocurriendo sin controles estrictos para contenerlos. En un reciente informe (pdf), los investigadores del Imperial College de Londres (Reino Unido) propusieron una forma de actuación: imponer medidas de alejamiento social más extremas cada vez que los ingresos en las unidades de cuidados intensivos (UCI) empiezan a aumentar, y suavizarlas al reducirse la cantidad de las personas ingresadas”, señala. Además añaden un gráfico:
¿Cómo cambia esto nuestra realidad cotidiana? “Según este modelo, los investigadores concluyen que el alejamiento social y el cierre de escuelas deberían producirse aproximadamente dos tercios del tiempo, es decir, dos meses sí y uno no, hasta que haya una vacuna disponible, algo que no se espera, como mínimo hasta dentro de 18 meses”, escribe. Resumiendo: no habrá descanso hasta que tengamos cura y vacuna.
La factura social
Así de duro es el golpe contra nuestras expectativas: “El modelo predice que incluso la mejor estrategia de mitigación, que significa aislamiento o cuarentena de los enfermos, de los ancianos y de los que han estado expuestos, además del cierre de escuelas, provocaría un aumento de las personas gravemente enfermas ocho veces mayor de lo que podría soportar el sistema de Estados Unidos o de Reino Unido”, añade. Los países anglosajones también han reaccionado demasiado tarde para evitar el colapso.
"Los trabajadores autónomos, desde conductores hasta fontaneros e instructores de yoga, verán que sus trabajos se precarizan aún más", denuncia
Lichfield también se pregunta por las facturas sociales: “El coste real será asumido por los más pobres y los más débiles. Las personas con menos acceso a la sanidad y las que vivan en áreas más propensas a enfermedades también serán excluidas con mayor frecuencia de lugares y oportunidades abiertas para todos los demás. Los trabajadores autónomos, desde conductores hasta fontaneros e instructores de yoga, verán que sus trabajos se precarizan aún más. Los inmigrantes, los refugiados, los indocumentados y los expresidiarios se enfrentarán a otro obstáculo para hacerse un hueco en la sociedad”, lamenta. De hecho, pronostica que ganar menos de 30.000 euros anuales podría comenzar a considerarse un factor de riesgo, así como tener una familia de más de seis miembros.
Conclusión del reportaje: “Todos tendremos que adaptarnos a una nueva forma de vivir, trabajar y relacionarnos. Pero como con todo cambio, habrá algunos que perderán más que la mayoría, y probablemente serán los que ya han perdido demasiado. Lo mejor que podríamos esperar es que la gravedad de esta crisis finalmente obligue a los países, en particular a Estados Unidos, a corregir las enormes desigualdades sociales que provocan que grandes franjas de su población sean tan extremadamente vulnerables”, remata.