Mi abuela llevaba cinco años viuda, creo que todavía conservaba el luto, cuando comenzó Cuéntame cómo pasó, cinco años viviendo con la familia de su hija, mi madre. El mundo seguía tambaleándose por la caída de las Torres Gemelas cuando La 1 estrenó la historia de los Alcántara el 13 de septiembre de 2001. En el sofá, Dolores, una alcarreña nacida en el año 1921; en la pantalla, Herminia, un personaje de ficción llegado al mundo en 1899, en el pueblo albaceteño de Sagrillas. Ambas sufrirán la guerra, ambas tendrán pavor absoluto por volverla a sufrir, y asumirán mansamente la “tranquilidad” de una dictadura criminal. Serán las perfectas amas de casa, el modelo que el régimen había ideado para ellas, una eterna y abnegada madre, dócil a su marido, y entregada a su familia. Hasta tal punto que negarán con la cabeza cuando sus hijas con negocio propio “descuiden” un rato de la atención familiar.
La política será un tema tabú y la propaganda de la dictadura les hará considerar a Franco un ser apolítico, un elemento natural del entorno español por el que sentirán lástima cuando muera. Esa imagen grotesca por la que todos los dictadores longevos, de Franco a Castro, tratan de convertirse en padres del pueblo al que oprimen. Las dos mujeres sufrirán políticamente al dictador, el hermano de Dolores, fusilado tras la guerra, compartirá pueblo y tierra en el cementerio de Guadalajara con el padre de Ascensión Mendieta, emblema de la memoria histórica que no descansó hasta poder exhumar a su padre muerto. “Fue el que quitó los piojos de España”, defenderá Dolores al dictador muchos años después.
Herminia vivirá con un yerno huérfano desde la adolescencia cuando el cacique local de Sagrillas ordenó matar al padre de Antonio Alcántara. Los dos nietos mayores de Herminia sufrirán en sus carnes la represión franquista con torturas, cárcel y exilio. Pero Herminia presentará sus respetos al dictador tras aguantar las gélidas colas de aquellos días de noviembre.
Lo que realmente sentirán el 20 de noviembre de 1975 será un miedo atroz por volver al 36. Herminia hará acopio de alimentos ese mismo día y ante cada episodio convulso de la historia española, sobrevolarán sobre su mente los meses de la guerra. La dictadura las moldeará como personas apolíticas que anteponen el orden por encima de cualquier reclamación social. Será la generación que vio partir a sus hijos a la ciudad y cuyos nietos nacieron en una capital de provincia. El pueblo, el hogar inmemorial de la familia mantendrá sus raíces con estos nietos, y será para ellos el destino primordial de fines de semana, Navidades y verano.
Herminia y Dolores pertenecieron a esa generación o generación y media que vivió la mayor revolución tecnológica y social de la historia. Nacen en Sagrillas y Sacedón, pueblos eminentemente agrícolas, sin luz ni agua corriente y calles sin asfaltar, y mueren al comienzo del siglo XXI con unos armatostes en una mesita del salón que prometen conexión directa con cualquier parte del mundo gracias “al internet”. Hasta el final de sus días calentarán la leche en un cazo metálico esmaltado en granate con un larguísimo mango, porque aquello del microondas les da cierta repulsión. Sospecharán y tentarán varias veces el primer peldaño de las escaleras mecánicas de los centros comerciales. La pasta será una comida moderna, incomparable a sus guisos de cuchara, y las hamburguesas de McDonald's un sucedáneo de bocadillo que hay que comer para contentar una tarde a los nietos. Bajarán a la playa, en Benidorm por supuesto, en vestido largo, donde se mojarán las pantorrillas en la orilla ante la cansina insistencia de la familia. Y mirarán apuradas a las extranjeras más atrevidas: “Cualquier día vienen a la playa con los pechos al aire, os lo digo yo”, se escuchará a Herminia en su primera visita al mar.
Vivirán, aunque no del todo y para nada en sus carnes, la mayor liberación sexual de una sociedad. El país de moral católica, de la cruz y la culpa, que ereccionaba con un tobillo y cruzaba los Pirineos para ver unos pechos en un cine, en el que el sexo era otro tabú, especialmente para las mujeres, se convertirá en uno de los países con mayor libertad del mundo, ejemplo y bandera en la lucha de los derechos de colectivos como el LGTBI.
Herminia verá cumplida su profecía y no serán las suecas y alemanas las que muestren los pechos, sino las españolas, sus propias nietas y bisnietas las que harán toples, irán a playas nudistas, se acostarán con quien quieran y cuantos quieran, podrán divorciarse, volverse a casar, incluso con otra mujer, abortar o quedarse solteras sin el sanbenito de “vestir santos”. Mujeres que se maleducaron con el adoctrinamiento ultraconservador y machista del Consultorio de Elena Francis acabarán con un Satisfyer en la mesilla de noche.
Este jueves TVE emitió el penúltimo capítulo de la serie, en la noche antes de la boda de la hija menor de los Alcántara, Antonio, conociendo la intención de Herminia de querer marcharse, alzó la copa y propuso un brindis: "Para una persona muy especial, ella es el origen de donde provenís, ella es la raiz de ese árbol que tiene cuatro generaciones. Por la abuela. Muchas gracias".