En sus calles ha ocurrido de todo, o casi todo lo que para un bibliópata es digno de fiebre y desvelo. Londres: una ciudad en la que la niebla es el personaje mayor y algunos de sus ciudadanos más famosos a existen tan sólo en los libros. Desde Sherlock Holmes hasta Peter Pan, ambos con sendas estauas en la capital británica, por cierto. En el medio: lecturas y unos cuantos paseos.
Aunque Dickens no nació entre sus calles, da lo mismo. El autor de Grandes esperanzas convirtió Londres en el escenario de su vida y su obra. Atravesar sus calles supone toparse con el maestro. Ya sea en la casa museo a él dedicada en el distrito de Holborn–donde vivió desde 1837 hasta 1839- hasta el Poet’s Corner, en la abadía de Westminster, donde yace enterrado junto a Rudyard Kipling y Alfred Tennyson.
Y si de celebrar al creador de Oliver Twist se trata, es posible ir también al Charles Dickens Coffee House, cerca del Covent Garden, en el 26 de Wellington Street, en la esquina con Tavistock Street. En este lugar estuvieron las oficinas de All the Year Round, la revista que Dickens fundó en 1859 y en la que trabajaría hasta su muerte en 1870.
En Bloomsbory, el barrio que rodea al Museo Británico, ocurrieron muchas cosas. Una de las más importantes, acaso, ocurrió en 1909 en el salón del número 46 de Gordon Square, en la casa de las hermanas Stephen: Vanessa y Virginia. Allí surgió lo que hoy se conoce como Círculo de Bloomsbury, una asociación de intelectuales, artistas y escritores que compartían una ideología liberal y una visión crítica de la religión y la moral victoriana: Virginia Woolf –así fue su nombre después de casarse-, John Maynard Keynes, Bertrand Russell, Lytton Strachey, E. M. Forster, Ludwig Wittgenstein o Roger Fry. En el mismo barrio, en Bedford Square, un plaza georgiana de unas ocho hectáreas de amplitud se levantaron en el siglo XX un buen número de editoriales, entre ellas la Bodley Head fundada por Virginia y Leonard Woolf.
Algunos de sus ciudadanos más famosos a existen tan sólo en los libros: desde Sherlock Holmes hasta Peter Pan.
En Hampstead se puede visitar la Casa Museo de John Keats, el poeta romántico que en los jardines de ese edificio escribió uno de sus poemas más conocidos: Oda a un ruiseñor. Además de Keats, otros escritores vivieron en Hampstead : Robert Louis Stevenson, D.H.Lawrence, Mary Shelley y George Orwell. Éste último trabajó durante un tiempo en una librería de South End Green, The Booklover's Corner, experiencia de la que escribió en su ensayo Bookshop Memories.
En la orilla sur del Támesis está el teatro The Globe. La mayoría de las obras de Shakespeare se representaron en este teatro, demolido en 1644 -más de 30 años después de la muerte del dramaturgo-. En 1993 empezó la reconstrucción del edificio, que abrió sus puertas en 1997 bajo el nombre de Shakespeare's Globe Theatre.
Para calles... sin duda Baker Street, donde Arthur Conan Doyle sitúa la vivienda del detective. En el 221B se encuentra el Museo de Sherlock Holmes. Aunque en un principio se trató de un número ficticio, ya que por aquella época la calle Baker Street acababa en el número 85. En 1930 la calle se amplió, y el número 221 fue asignado al edificio de un banco, que más tarde pasó a manos de la Sociedad Internacional Sherlock Holmes. El museo fue inaugurado en 1990. EN Mountfort Crescent, en Islington, una placa en una casa recuerda a una grandísima escritora. Se trata de Sylvia Plath, quien se quitó la vida en el aparatemento ahí ubicado.
La decana de las tabernas es El Cheshire Cheese. Se construyó tras el gran incendio de Londres de 1666, sobre un lugar que había albergado varias tabernas.
En Russell Square, la plaza más grande de Londres, el hotel Russell impone su elocuencia victoriana. Detrás, en el 4 de Herbrand Street, el pub Friend at Hand presume de haber tenido en sus mejores clientes a escritores como Oscar Wilde. Sin embargo, la decana de las tabernas es El Cheshire Cheese. Se construyó tras el gran incendio de Londres de 1666, sobre un lugar que había albergado varias tabernas. De su longevidad da cuenta un panel que a su entrada enumera los 15 monarcas que han reinado durante su existencia, y en estos siglos ha atraído, además de a Goldsmith y Johnson, a Yeats y la caterva de poetas malditos del llamado Rhymers Club, con Lionel Johnson y Ernest Dowson a la cabeza. Yeats se dirige a ellos en un poema de Responsabilidades (1914), y Ezra Pound refiere en un verso de Hugh Selwyn Mauberley (1921) cómo Lionel murió tras caerse de un taburete en un pub, se supone que en este establecimiento.