Con esta, van al menos cuatro publicaciones críticas del diario The New York Times contra el intercambiador encargado a Santiago Calatrava que lleva por nombre Oculus, aunque casi todo el mundo lo llama Calatravasaurio, debido a su estructura. El proyecto, que inauguró los primeros días de marzo, fue presentado en 2004 y desde entonces ha levantado una polémica tras otra: su sobrecoste, los retrasos y la poca practicidad de su estructura han sido tres de los aspectos más complicados. Con un presupuesto original de 2.200 millones de dólares, el Oculus llegó casi al doble (3.600), además de los 12 años de retrasos.
The New York Times carga nuevamente contra Calatrava: "esto no es un intercambiador, es un despilfarro"
En esta ocasión, el señalamiento proviene directamente del crítico de arquitectura del NYT Michael Kimmelman, quien se ha quedado a gusto en la valoración publicada el pasado 2 de marzo en la sección de Diseño y Arquitectura del citado diario. El primero y más urgente de los asuntos que señala Kimmelman alude a la función del proyecto: "Resulta inconcebible que un proyecto de 4 mil millones pagados con dinero público, y que supone la parada de metro número 18 más usada de la ciudad, esté escondido en el interior de un centro comercial". El crítico del NYT va más allá: "Esto no es un intercambiador, es un laberinto”, escribe refiriéndose al sin fín de pasajes subterráneos que los usuarios deben cruzar sin la opción de utilizar ninguna forma de traslado gratuito interno. De momento, 50.000 personas usan a diario la plataforma para ir a New Jersey. Se espera que ese número aumente en los próximos meses, cuando entren en funcionamiento los tramos que quedan por inaugurar.
La arquitectura de Calatrava es un "despilfarro épico", dice Kimmelman refiriéndose a la estructura de paredes curvas y acero acanalado, que se eleva 160 pies, y de la que ya comienzan a circular algunas críticas en redes sociales. Tal fue el caso de una ciudadana neoyorquina que carga contra el intercambiador al denunciar que ya presenta grietas, una denuncia que respalda con una fotografía. Los portavoces de la firma de Calatrava no reconocen esta como una fotografía correctamente documentada, ya que se desconoce la fecha y las circunstancias en la que fue hecha.
Matices al margen, el Oculus es de vital importancia. Conecta 11 líneas de metro, los trenes de cercanías del PATH, la terminal de ferris de Battery Park, el Memorial Center y la One World Trade Center, dos de los principales atractivos turísticos de la ciudad, así como las Torres 3 y 4, y en un futuro la Torre 2, además del centro Brookfield Place. Además, según la propia Autoridad Portuaria, es la mayor red de conexiones subterráneas peatonales en la ciudad de Nueva York.
La arquitectura de Calatrava es un "despilfarro épico", dice Kimmelman refiriéndose a la estructura del Oculus
Sobre las apreciaciones que publica el NYT hay que acotar que en ocasiones el texto de Kimmelman es tan duro que no sabe quien lee si también al defender el Oculus, lo ataca. “Es la nueva atracción Instagram (…) Una prístina catedral moderna con el aspecto de otra tienda de Apple y John Varvatos (…) El Oculus será arrendado como un espacio para eventos. La autoridad tiene que recuperar la fortuna que va a gastar en pintura blanca para mantener el lugar”, asegura aludiendo a los primeros desperfectos.
Santiago Calatrava’s Transit Hub opens today. Here's my take. https://t.co/6VVJe2eq8o
— Michael Kimmelman (@kimmelman) March 3, 2016
LOL THE PAINTWORK ON THE $4 BILLION CALATRAVA STATION IS ALREADY CRACKING pic.twitter.com/dZhqg0elpM
— Julia Kite-Laidlaw (@juliakite) March 3, 2016
Las críticas de Kimmelman se dirigen contra Calatrava no sólo por su "monotonía formal", sino por una idea de la arquitectura totalmente divorciada de la vida. De hecho, en ocasiones anteriores, The New York Times ha insistido, y mucho, en el tema constructivo. El periódico estadounidense pasó de alabar a criticar duramente el proyecto por la "preocupante incongruencia entre la extravagancia de su arquitectura y el limitado propósito al que sirve". Materiales costosos, poco funcionales y que encarecieron el presupuesto.
Sólo con el acero necesario para levantarla se han sumado 474 millones de dólares adicionales a una estructura que ni siquiera se parece a la presentada originalmente. "Parece un cadáver del ave que originalmennte presentó en el proyecto. No es la simbología prevista, estoy seguro", aliñan algunos lectores del diario en los comentarios del reportaje publicado en 2014 por el periodista D.W. Dunlap y en el que aporta una relación detallada de los numerosos sobrecostes y retrasos.
Al ser consultados sobre algunas de estas críticas, los portavoces del arquitecto aseguran que es necesario matizar algunas. "La gran mayoría se refiere a cuestiones externas al arquitecto, por lo que no se pueden atribuir a Santiago Calatrava. En este sentido, la críticas del NYT incluida la que menciona, ni se refieren al arquitecto ni lo consideran la causa, sino que hacen referencia a las decisiones que se han tomado en la gestión del proyecto". Para respaldar esa explicación, se aporta el desglose de los sobrecostes.
"Los portavoces de Calatrava aseguran que es necesario matizar las críticas aludidas. La gran mayoría se refiere a cuestiones externas al arquitecto"
Así, 655 millones se atribuyen a costes administrativos; 355 millones derivados de tener que construir alrededor de la línea 1 del Metro de Nueva York (las autoridades insistieron en la necesidad de mantener la línea abierta durante las obras, lo que dificultó seriamente la construcción, aseguran); 78 millones tras la petición del entonces alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg, de que el edificio adyacente en memoria de los atentados del 11-S fuera terminado antes del décimo aniversario; 405,8 millones coste del diseño de varios elementos subterráneos del intercambiador; 982,5 millones Coste del trabajo de la empresa contratista de la Autoridad Portuaria, Phoenix Constructions; se suman costes de otros 100 millones de dólares por los daños del huracán Sand, así como el hecho -según los portavoces de Calatrava- de que se podían haber ahorrado 500 millones de haberse aprobado las medidas de ahorro sugeridas a la Autoridad Portuaria y que esta rechazó.
Los portavoces de Calatrava insisten en la variedad de opiniones, tanto negativas pero también positivas que ha suscitado el Oculus, entre algunas de estas últimas señalan la de la Presidenta de Sociedad Municipal de Arte de Nueva York, Gina Pollara, además de otras reseñas aparecidas en medios como The New York Post, Newsday o Vanity Fair. "Aunque las opiniones que se recogen son variadas, estos artículos ponen de manifiesto que, más allá del coste, cuya responsabilidad no es tanto del arquitecto Santiago Calatrava, la obra en sí -cuyo diseño sí es de Calatrava- no deja a nadie indiferente y está siendo acogida positivamente por los ciudadanos", aseguran.