“Aunque sea un adjetivo equivocado nos viene bien”, responde Donatella Iannuzzi, editora del sello de Gallo Nero, a la pregunta sobre qué es un editor independiente. Su respuesta resulta tan sincera como útil, al menos para hablar de un tema en el que abundan los prejuicios -también los buenismos más recalcitrantes-. La idea de la cultura como quehacer dependiente del dinero público es tan inexacta como el dogma según el cual cualquier iniciativa –justamente por pretender lo cultural- sólo puede sobrevivir con subvenciones. Ni muy muy; ni tan tan. Y en lo que a este tema –el mundo editorial- respecta, para hablar con seriedad hace falta cabeza fría. Algo de eso mostraron Daniel Moreno, de Capitán Swing; Pablo Mazo, de Salto de Página; Emilio Sánchez Mediavilla, de Libros del KO, y Donatella Iannuzzi, de Gallo Nero, durante la primera sesión de las jornadas Protagonistas de la Cultura organizadas por Ámbito Cultural El Corte Inglés y que los próximos jueves de enero y febrero reunirá a distintos profesionales del sector cultural. Esta sesión en particular ha tocado a quienes se dedican, al margen de los grandes grupos, a la edición literaria.
¿Qué es un editor independiente? Es una pregunta circular, retórica, blanda. Sin embargo, fue la primera de la que se echó mano para hablar de un sector que edita cerca del 40% de los libros publicados en el mercado español, según el Informe del comercio interior del Libro en España. ¿Son independientes, hasta qué punto? Los propios responsables de los sellos lo reconocen: no son tal cosa. “Tenemos un criterio asociado a la calidad literaria y cierta independencia, pero en realidad no lo somos o no todo lo que quisiéramos: dependemos de nuestra cuenta de resultados, nosotros no podemos pagar adelantos por un bestseller”, responde Iannuzzi al referirse a Gallo Nero, un sello que busca “conjugar literatura y novela gráfica” y que este año sacó pecho con Kallocaína de Karin Boye, Premio Nacional de Traducción 2013. Emilio Sánchez Mediavilla, editor de Libros del KO –casa editorial creada en 2011 y especializada en periodismo y no ficción- refuerza una idea común con sus cuatro colegas convocados: “Lo de independientes es un eufemismo para referirse a los editores novatos y románticos –dice, no sin ironía-. Sin embargo, es cierto: buscamos lo que merece ser publicado”.
Los sellos independientes publican cerca del 40% de los libros que circulan en España, según el Informe del comercio interior del Libro
Sobre la faceta de la edición como actividad empresarial, hay –en esta y muchas otras discusiones- mucha tela que cortar. Según un estudio publicado por la Comisión Europea esta semana, las pymes del sector Cultura en Europa carecen a menudo de las competencias necesarias en materia de negocios y gestión. El 60% de los encuestados en el marco del sondeo declararon que no tenían plan de empresa, un dato que parece contrastado por sus propios representantes, al menos en el caso de este foro: “Somos gente que no sabe hacer la declaración de la renta. Para montar una editorial hay que saber hacer un cashflow, leer balances… puede que esa sea la mayor carencia en el perfil que solemos tener este tipo de editores”, comentó Pablo Mazo de Salto de Página.
Estos editores han sido libreros, editores en otros sellos, traductores, periodistas, pero… ¿acaso son empresarios? A la pregunta sobre qué hace falta para poner en marcha una editorial hubo quien, como Daniel Moreno, de Capitán Swing, respondió con una palabra: pasta. Y no estaba lejos el editor de una idea compartida con sus colegas. “Una herencia es de las pocas cosas que te permite emprender una empresa en España y más una editorial”, reforzó el propio Pablo Mazo en la tertulia vespertina. En la conversación aparecieron, por supuesto, las palabras criterio, lecturas, olfato, intuición, pasión como condiciones indispensables para llevar un sello. Pero algo mucho más claro quedó en el tapete: las editoriales, como parte de una industria cultural, imponen necesidades estéticas y materiales e intentan que estas sintonicen con su supervivencia económica. ¿Es posible conjugar ambas cosas –gusto literario y ventas- cuando el comercio del libro muestra una contracción del 30% en los últimos cinco años?
"Vivimos no por la venta, sino por la colocación de libros. Esa es la raíz de la burbuja pero también nuestra forma de tener números positivos mes a mes”
El tiempo de la tertulia, escaso para tantas cuestiones, dejó espacio para ideas esenciales, acaso básicas. ¿Es sencillo crear un sello independiente? ¿Hay demasiados? De interrogante en interrogante, llegaron ellos mismos al punto central: la burbuja editorial que día tras día arroja unas cifras de devolución que hacen saltar las alarmas y que llevan a muchos a preguntarse si ese es síntoma de una crisis del sector o la crisis de un modelo de negocio. “No digo que esté de moda montar una editorial, pero bueno… La gente nos ve felices y tranquilos, pero la verdad sea dicha: en un sello independiente cada libro te puede hundir. Y tienes que saber en qué mercado te mueves. Las empresas no funcionan sólo con lo que a uno le gusta”, dice Donatella Iannuzzi refiriéndose a un mercado donde el pez grande y el chico dan círculos en el mismo cubo de agua empozada. “Claro –admite Iannuzzi- la burbuja nos toca, pero por el sistema de colocación. Por una parte están los grandes sellos, sacando títulos a cada rato, pero para nosotros sacar libros es un sistema de crédito que nos dan las distribuidoras. Vivimos no por la venta, sino por la colocación de libros. Esa es la raíz de la burbuja pero también nuestra forma de tener números positivos mes a mes”.
En el conjunto, Pablo Mazo, de Salto de Página, objeta un discurso apocalíptico acerca de la saturación del mercado. A su juicio, la burbuja se desinfla. ¿La prueba? En América Latina existe el sistema de depósito, un mecanismo que erradica la colocación de libros en el punto de venta como vía de liquidez para sustituirlo por un sistema de venta de ejemplares, sin el margen de tiempo y devoluciones ya pactado con los libreros y distribuidores. “Pero tampoco hay que angustiarse por la burbuja editorial, que hablamos de libros no de hipotecas”, remata Mazo. Y aunque pudiesen gozar de la tranquilidad de que no existirán desahucios editoriales el asunto merece tanta atención como cualquier otro”, dijo.