Tom Wolfe se ha ido a Miami, pero no para jubilarse sino para ambientar allí la que puede que sea su última novela: Back to blood, en español Regreso a la sangre, que el próximo 23 de octubre será editada en España por Anagrama. No del todo bien recibido por la crítica literaria –The New York Times escribió que las onomatopeyas características de su estilo comienzan a ser “irritantes” y The Guardian llegó a decir que se repetía-, este libro narra la vida de la sociedad cubana exiliada en la gran urbe de Florida
Para este libro en particular, Tom Wolfe cambió de editor. Dejó al de toda la vida, Farrar Straus and Giroux, por el grupo británico Little, Brown, que le habría hecho una oferta de siete millones de dólares (casi cinco millones y medio de euros), es decir, 7.676,49 euros por página. La cantidad, que recorrió la red cuando The Washington Post filtró el acuerdo, no ha sido sin embargo confirmada por el periodista, que ya tiene 82 años y una dilatada carrera de escándalos, éxitos y superventas.
Para algunos, puede que Tom Wolfe sea el neoyorquino (de adopción, en realidad nació en Virginia) más vilipendiado por The New Yorker –tiene un juicio desde hace años contra la publicación, que en esta oportunidad no se mostró muy entusiasta en sus reseñas de Back to Blood-. Polémico, provocador y escritor tachado de “antiamericanista” tras La Hoguera de las Vanidades, el autor retrata en esta nueva entrega una Miami balcanizada y marcada por la sangre, llena de pequeños reinos de taifas, tan multiétnica como conflictiva.
Wolfe retrata en esta nueva entrega una Miami balcanizada y marcada por la sangre, llena de pequeños reinos de taifas.
En las páginas de Regreso a la sangre, Wolfe narra la historia del policía de origen cubano, Néstor Camacho, un musculoso oficial que desea llegar muy lejos en su carrera. Sus peripecias suceden en la gigantesca ciudad en la que, según uno de los personajes, “todo el mundo odia a todo el mundo”, frase que el propio Wolfe sostuvo en una entrevista de prensa que concedió en ocasión del libro: “Miami es una amalgama donde nadie se mezcla. En los últimos años, muchos rusos se han instalado allí. Además, están los haitianos, los venezolanos, los nicaragüenses... Y todo el mundo odia a todo el mundo”.
Muchos le leen, pero no todos le quieren. John Updike destrozó su libro Todo un hombre, el ala progresista de su país se escandalizó cuando, en 2004 Wolfe votó por George Bush –le llamaron conservador paranoico- y el novelista Norman Mailer –quien le detestaba, a conciencia- le dijo en una ocasión que sólo un imbécil podía ir eternamente vestido en un traje blanco. Wolfe viste así desde 1962. Es su seña de identidad, pero no lo hace por dandismo, ha asegurado en más de una ocasión.
John Updike destrozó su libro Todo un hombre,Normal Mailer le llamó imbécil y The New Yorker le detesta. A él, le da igual.
La verdad es que a Wolfe todo le importa un bledo: lo que piensen o lo que digan de él y sus novelas. Él, dice, no nació para escribir grandes libros, sino para ser un gran escritor. Apodado a sí mismo un heredero de Balzac, Wolfe ha procurado, siempre, retratar la realidad en sus libros, ya fuera con sus reportajes sobre sobre los hippies de los años sesenta (Ponche de ácido lisérgico) o con la caricatura de los yuppies de los ochenta (La hoguera de las vanidades).
Fiel a su estilo polémico, periodístico y directo Wolfe sigue empeñándose en las estampas peliagudas e irresueltas de Estados Unidos: Miami, su mescolanza cultural y sus pugnas urbanas le han parecido el tema perfecto. Por eso no teme que le acusen de racista con una historia que describe a colectivos según él hasta ahora ignorados por la propia Norteamérica.