Su edición de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha ha sido la versión de la novela de Cervantes que probablemente haya leído más de la mitad de los españoles del siglo XX. Escritor, filólogo y académico, Martín de Riquer Morera (Barcelona, 1914-2013), fue conocido siempre como uno de los que más y mejor conocían la literatura medieval. Su muerte en Barcelona este martes ha dejado huérfano a más de un lector y, por supuesto, a un buen grupo de escritores.
Reconocido como maestro de los expertos contemporáneos, con sus ediciones y estudios sobre el ingenioso hidalgo han crecido las actuales generaciones de profesores, escritores e investigadores. “Felicitaría a quien no haya leído el Quijote, le diría que aún le queda el placer de leerlo”, confesó en una ocasión al periodista Winston Manrique. Su última aparición pública tuvo lugar en marzo de 2008 en el Palau de la Música en la presentación de su biografía, obra de Cristina Gatell y Gloria Soler, con la que ganaron el Premio Gaziel.
Gatell y Soler definieron a Martín de Riquer como miembro de "una generación marcada por la Guerra Civil española, con sus luces y sus sombras". Para elaborar la biografía, además de las numerosas entrevistas mantenidas con el filólogo y romanista en su casa de la barcelonesa calle del Rosario, en la que ha fallecido esta semana, las autoras investigaron en su archivo personal, su correspondencia, los archivos públicos, y en epistolarios, dietarios y recuerdos de todos los que se cruzaron en su trayectoria.
También rastrearon las poco conocidas colaboraciones de Riquer con la prensa en los años 30, que permitieron desgranar su poliédrica personalidad como lector que se inició con Robinson Crusoe y un pesado Quijote que de niño tenía que leer en el suelo para poder pasar las páginas; como profesor universitario; como tutor del entonces Príncipe Juan Carlos o en sus años durante la Guerra Civil.
En 1937 se pasó al bando franquista. Fue delegado del servicio de propaganda de La Falange.
Martín de Riquer, que habría cumplido el próximo 3 de mayo 100 años, y que llegó a ser senador por designación Real en las Cortes Constituyentes, consiguió los mayores reconocimientos a su labor investigadora y académica, entre ellos el Premio Nacional de Ensayo (1991), el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1997, y el Nacional de las Letras en 2001.
Guerra civil, Falange y literatura
A pesar de haber cursado comercio, este hijo de una destacada y distinguida familia –escribió al respecto en Quince generaciones de una familia catalana-, se dedicó sin embargo a la literatura. La Guerra Civil le sorprendió en el Ateneu Barcelonès. En octubre de 1937 decidió pasarse al bando franquista. “Me resultaba indignante el asesinato de algunos amigos y había cierta afinidad con los ideales religiosos y de orden del otro lado”, argumentó años después. Fue delegado del Servicio de Propaganda de Falange.
En 1960 se convirtió en ser profesor del entonces príncipe Juan Carlos.
En 1942 se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona, de la que fue profesor durante años. Una década después ya era catedrático, y en 1965, miembro de la Real Academia,. Comenzó así sus investigaciones sobre los trovadores, también sobre Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell, además de la publicación de una impecable edición del Quijote (1944) y el estudio Para leer a Cervantes (2003), que sostenía que el Quijote era una novela de aventuras cómicas escrita por un competente lector de libros de caballería. La pasión por el mundo medieval le llevó a estudiar la heráldica catalana y castellana o a escribir L’anrès del cavaller (1969).
Nombrado Marqués de Casa Dávalos y considerado como “intelectual afín al régimen y de familia noble y tradición monárquica”, en 1960 pasó a ser profesor del príncipe Juan Carlos, de cuyo consejo privado acabó siendo también miembro y, en 1977, senador por designación real. A pesar de las diferencias ideológicas que tuvo con muchos, escritores como Manuel Vázquez Montalbán le dedicaron su mayor respeto y devoción.