Ni Shakespeare ni Cervantes murieron el 23 de abril. El Día Internacional del Libro se conmemora el 23 de abril porque supuestamente ese día de 1616 fallecieron Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Eso no es cierto, ninguno de los murió en esa fecha -en cambio sí lo hizo el Inca Garcilaso, cuyo cuarto centenario pasa bajo la mesa entre tanto festejo-. Si nos atenemos a los documentos, Cervantes falleció el 22 de abril de 1616 pero fue enterrado el 23. La diferencia de fechas es aún mayor con William Shakespeare si consideramos que ya para ese momento en España se utilizaba el calendario Gregoriano, mientras que Inglaterra se regía todavía por el calendario juliano, un sistema con alrededor de diez días de desfase, de ahí que la verdadera fecha de la muerte de Shakespeare sea más bien cercana al 3 de mayo de 1616.
No hubo influencia mutua alguna. Miguel de Cervantes jamás oyó hablar del genio de Stratford-upon-Avon. Es poco probable que Shakespeare ejerciera influencia sobre él, aunque sí es factible que el español lo haya hecho sobre el británico. En muchas ocasiones se ha dicho que Shakespeare leyó la primera parte de El Quijote. El dato que sustenta esta hipótesis es la Historia de Cardenio, compuesta posiblemente entre 1612 y 1613, y que suele atribuirse a William Shakespeare y John Fletcher, con quien el dramaturgo firmó Enrique VIII y Los dos nobles caballeros. Conocido como El Roto de la Mala Figura, Cardenio aparece en las aventuras de la Sierra Morena andaluza de la primera parte del Quijote y en la que relata a Don Quijote y Sancho una historia de amor y desventura con una joven llamada Lucinda.
Jamás llegaron a encontrarse. En la biografía de Shakespeare existe un periodo, en la década de 1590, en el que no se sabe qué hacía ni dónde se encontraba el inglés, lo que ha dado margen a algunos autores para fantasear con un posible encuentro entre ambos. Algunos hablan de un posible encuentro en Valladolid, en 1605, cuando una delegación inglesa visitó España para firmar la paz. Alguna bibliografía sugiere que la Compañía de Shakespeare podría haber viajado, pero no hay ninguna prueba documental de que Shakespeare estuviera con ellos. De ahí que la anécdota resultara tan jugosa para Anthony Burgess, quien dedicó un relato a ese supuesto encuentro o acaso también el dramaturgo y guionista Tom Stoppard, quien llegó a escribir el supuesto diálogo entre ambos.
Tienen más diferencias que similitudes. Muchos expertos han intentado encontrar e investigar las coincidencias entre ambos autores. Aspectos biográficos y literarios indican todo lo contrario: sus no pocas diferencias. Shakespeare tiende a verter casi todo su genio en teatro y la poesía, Cervantes en cambio se mueve más libremente en la narrativa, aunque también exploró la lírica y el drama. La tentación de comparar a Hamlet con Don Quijote se ha repetido una y otra vez. No es de extrañar: son dos personajes esenciales de la literatura universal y que fueron creados apenas con unos años de diferencia. Los une una cierta idea de la locura como manifestación de la lucidez. Sin embargo, muchos de estos argumentos se desdibujan al leer el ensayo que el escritor ruso Ivan Turgueniev dedicó a Hamlet y Don Quijote: "Son personajes universales que representan polos opuestos de tendencias humanas, resaltando lo hamletiano y lo quijotesco".
Influencias culturales parecidas, con bemoles. Aunque ambos fueran hombres del Renacimiento que llegaron a vivir la llegada del Barroco. Sin embargo, eso no significa necesariamente que se expusieran a lo mismo o que lo metabolizaran de la misma forma. Existen pocos datos sobre la vida de Shakespeare que no permiten dejar del todo claro cuál pudo ser su exposición ante determinadas influencias, sobre todo si se considera que pertenecía a una clase social modesta, a diferencia de Cervantes. Los investigadores Zenon Luis-Martínez y Luis Gómez Canseco publicaron al respecto el libro Entre Cervantes y shakespeare: sendas del renacimiento.