Daniel Samper Pizano recuerda cuatro o cinco detalles precisos de aquel nueve de abril de 1948, el día que mataron al político liberal Jorge Eliecer Gaitán. Él tenía apenas tres años, pero acaso porque iba para periodista o porque aquellos fueron días que sacudieron Bogotá y Colombia, Samper Pizano atesoró en su memoria las esquirlas de lo ocurrido; y así las lleva, hasta hoy, incrustadas en sus recuerdos. La década que siguió a esa fecha no fue menos compleja. De aquellos años, Samper Pizano conserva –apretadas, como un equipaje- imágenes, episodios y personajes que dieron origen a su más reciente novela Jota, caballo, Rey (Alfaguara).
El golpe militar del general Gustavo Rojas Pinilla en 1953 encarnó en Colombia una esperanza de paz y progreso que se desvaneció un año después de manera violenta. Por la misma época, un caballo criollo de carreras llamado Triguero se convirtió en héroe nacional. A partir de estos hechos, Daniel Samper Pizano escribe una obra de ficción salpicada de humor que cuenta la lucha de Rojas Pinilla y una supuesta hija natural, la astuta Sagrario, por ensombrecer de la popularidad del caballo. Un hilo sostiene y da sentido a esta historia: la amistad entre Rafael, hijo del veterinario de Triguero, y Jota, un adolescente que trabaja en el hipódromo como cuidador del caballo. Y aunque todo gira alrededor del purasangre –el animal, hay que aclarar, existió- lo que en verdad se dirime en las páginas de este libro es la historia de un país marcado por las diferencias sociales y la violencia. Pero, ¡claro!, siendo Samper Pisano como es –un mamador de gallo, que dirían en Colombia- no podía contarlo en otro registro que no fuera el humor.
En la Colombia de 1950, un caballo se convierte en un ídolo nacional, el único capaz de disputar su trono a Rojas Pinilla
A mitad de camino entre la caricatura del poder y el esmerado artefacto de periodismo literario, Jota, caballo, Rey (Alfaguara) habita el más entrañable de los territorios: el de lo vivido. "Yo estaba en el colegio cuando Triguero fue muy famoso. Y desde entonces cabalga en mi memoria. Lo que intento en la novela es contar aquel momento. En aquellos años se pensaba que Colombia comenzaría a salir adelante. Eran días de gran esperanza: el café se vendía muy bien; se levantó la censura de prensa… Veníamos de una zona muy negra que había comenzado en el 48 con el asesinato de Gaitán. Eso hace que Rojas Pinilla se convierta en un segundo libertador. Pero se desinfla todo”, cuenta el escritor.
Aunque hace casi treinta años que vive fuera de su país, Daniel Samper Pizano asegura que nunca se marchó de Colombia; ni ella de su cabeza. Eso lo dice quien, sin lugar a dudas, puede considerarse como uno de los más importantes periodistas de investigación de Colombia, un país que difícilmente podría reconstruirse en su historia reciente sin los magníficos reportajes que Daniel Samper Pizano publicó en El Tiempo y Cambio 16. Premio Rey de España de Periodismo y Premio Maria Moors Cabot, que otorga la Universidad de Columbia,ha publicado más de treinta libros, en su mayoría notas de humor y textos de periodismo. Su primera novela fue Impávido coloso (2003) y más tarde publicó una biografía novelada de Agustín Lara (María del alma).
-Triguero en efecto existió. A partir de él compone usted un gran tapiz de una Colombia que ya entonces padecía la violencia que continuaría en el resto del siglo XX La pregunta es, ¿qué lo llevó tan atrás en el tiempo?
-Triguero galopaba en mi cabeza y en mi memoria. Colombia no es un país de hípica. Tiene ciclistas, futbolistas y narcotraficantes pero no tiene caballos. En esos años estaba naciendo la hípica en Colombia. Este caballo, nacido en Bogotá, hijo de un semental francés, y que era muy feo además, comenzó sin embargo a ganarle a todos los caballos chilenos que llevaban a Colombia. Se convirtió entonces en el ídolo nacional. Piense que en ese momento no había un James Rodríguez ni un Falcao. El ciclismo todavía estaba comenzando. Estaba abierto el campo para un ídolo popular y eso era Triguero. El otro ídolo popular era Rojas Pinilla.
"Rojas Pinilla es un pobre diablo que llegó a la presidencia. Pero la opción de tener un poco de paz en Colombia lo hizo popular"
-Un personaje que queda retratado en Jota, caballo, Rey cual asilvestrado militar, algo que lleva al lector a la risa pero también a la empatía.
- Rojas Pinilla es un pobre diablo que llegó a la presidencia. Pero en aquel entonces la opción de tener un poco de paz en Colombia se convirtió en uno de los motivos que favorecieron su popularidad. Veníamos de un gobierno conservador y macabro en el que hubo muchos muertos. Ocurre el golpe de Estado y a quien colocan en el poder es a Rojas Pinilla, que pasaba por ahí. Él no quería ocupar el gobierno, pero era al único que podían poner en el gobierno porque no era ni liberal ni conservador. Pero a él eso no le importaba, lo que realmente le importaba era tener vaquitas regaladas y sus animales. Recuerdo que en mi casa y en el colegio se repetía, y mucho, que Colombia comenzaría a salir adelante. Eran días de gran esperanza: el café se vendía muy bien, con muy buenos precios; se levantó la cesura de prensa… Veníamos de una zona muy negra que había comenzado en el 48 con el asesinato de Gaitán. Por eso Rojas Pinilla se convierte en un segundo libertador. Pero luego se desinfla todo.
-La supuesta hija natural que usted crea, Sagrario, deja en evidencia el delirio que alimenta a algunos gobiernos.
-Sí. Con quien ella está convencida que su padre debe rivalizar, a quien debe disputar las portadas de los periódicos no es el jefe de un Estado vecino a quien hay que declarar un conflicto, ¡no! Es un puto caballo. Es hasta ridículo.
-Justamente por eso. Y si le suma que el Rojas Pinilla de Jota, caballo, Rey es hilarante a más no poder…
- A ver, qué es lo que más teme un dictador: la transparencia. Por eso Pinochet llevaba esas gafas oscuras todo el tiempo. En cambio, en la primera escena de este libro, Rojas Pinilla aparece en pelotas. Entre otras cosas porque se le va el agua de la ducha y no consigue quien la repare. Quise usar esa escena para mostrar qué tan pobre diablo era. Desde la página uno el dictador aparece, simbólicamente, desnudo. La verdad es que, aunque era eso, un pobre diablo, Rojas Pinilla comienza a creerse tal cosa como un gobernante, más que todo por Sagrario y de su novio, Rovira, el ministro de Educación, que es un ladrón y un sinvergüenza.
"Franco fue el espejo de los dictadores latinoamericanos de los cincuenta. Era el tipo que había derrotado a los comunistas y que consiguió permanecer años en el poder"
-Pero usa usted a Rovira para poner en su boca ideas políticas muy venenosas: la idea de que en el escudo de Colombia, libertad y orden deben ir en otro orden.
-Como buen conservador, Rovira cree y quiere que el orden de las palabras del escudo colombiano sea distinta: Libertad y Orden por Orden y Libertad. Ese fue el pensamiento de los dictadores del caribe durante los años cincuenta. Quizá el más sanguinario de todos fue acaso Trujillo, pero el resto tenía esa manera de pensar. Todos miraban aquí a Franco como ejemplo. Era el tipo que había derrotado a los comunistas y que consiguió permanecer años en el poder. Franco fue el espejo de los dictadores latinoamericanos de los cincuenta. Por eso Rovira habla de la necesidad de hacerse un gobierno a medida, de perpetrarse lo más posible, para conseguir enriquecerse.
-Rovira no es un personaje casual: es el dueño de Triguero, el amante de la hija del dictador y además su ministro. ¿Qué representa?
-Rovira encarna muchas de las condiciones que han distinguido a los ladrones en los gobiernos de mi país. Viene de una familia tradicional, de la oligarquía; es rico, lo cual demuestra aquello de que los pobres no son los que más roban; y además es conservador, por tanto un tipo con ideología. Rojas Pinilla no. Por eso Rovira se convierte en el cerebro tras el gobierno: hay que hacer un congreso a la medida, una constitución la medida. Él sabe para qué son las cosas y Sagrario sabe que él sabe. Por eso lo apoya, para que su padre dure en el poder, porque se están enriqueciendo. Así son muchos de los que han robado en Colombia.
-La amistad entre Rafa y Juancho, el chiquillo acomodado y el que para vivir tiene que recoger mierda de caballo. ¿Dos caras de una misma Colombia?
-Entre ambos, la vida más dura es la de Juancho, sin duda. Lo que ocurre es que él nunca pierde la alegría. Se ríe de su desventura. Rafa es más tímido, está entre una madre que bebe mucho y un padre que parece adorable, una abuela tiránica. Rafa es de las familias más distinguidas, vive en el Norte y estudia en el congreso francés, pero él desea la libertad de Juancho, aunque no tenga nada, viva recogiendo mierda de caballo y desayune agua de panela, él, a diferencia de Rafa, es el rey del centro de Bogotá, entonces una zona impensable para los niños bien y que en aquel entonces era un territorio de guerra. Por algo en la primera salida de Rafa con Juancho, en medio de las protestas y el asesinato de los estudiantes, Rafa se acoquina. No sabe qué hacer, bebe el aguardiente y casi se vomita, no puede siquiera completar la visita a la casa de citas que Juancho le ha regalado. Afortunadamente Rafa cae en manos de una puta amable. Cuando ocurre lo contrario, cuando es Juancho quien va a la casa distinguida del Norte, en lugar de asustarse se mueve a sus anchas. Juancho es un tipo personalidad, es el prototipo de gamín bogotano, una figura que podríamos entender como un niño de la calle, pero que se busca la vida y trabaja. Es gamín, es libérrimo y luchador, sin perder lo pícaro. Y justamente eso es lo que encarna Juancho.
"La Colombia de hoy es, a la vez muy igual y distinta a la de aquellos años. Ha cambiado mucho y no ha cambiado nada"
-¿Cómo y cuánto ha cambiado esa Colombia de los años 50 retratada en el libro, a fin de cuentas el país de su infancia?
-Ha cambiado mucho y no ha cambiado nada. Esa generación a la que pertenecen Juancho y Rafa, tiene razón, es la mía, la de los que nacieron entre el 45 y el 55, una generación que cambia Colombia, para bien y para mal. Justamente por el acuerdo del Frente Nacional, y que hacía posible que ambos partidos se alternaran en el poder, el sentimiento de odio entre liberales y conservadores de nuestro padre y nuestros abuelos no nos tocó a nosotros. Estábamos más interesados por el aspecto social que por los odios en la política. Y de ahí salió buena parte del desastre que vino después.
-¿A qué se refiere?
-Porque una parte de los que quieren cambiar el país más radicalmente, terminó yéndose a la guerrilla. En Colombia siempre nos hemos matado, patriotas contra realistas, conservadores contra liberales, y es en esos años cuando en esa dinámica se enfrenta la guerrilla y los comunistas contra los, entrecomillas, demócratas. Esa generación es la que se marcha a una guerrilla, una guerrilla que todavía existe y que no consiguió cambiar nada sino empeorarlo todo. Aquello fue un baño de sangre y además abrió paso a los paramilitares. De manera que mi generación tiene muchas cosas de las cuales arrepentirse. En ese aspecto, como ve, nada ha cambiado. Esta Colombia no es mucho mejor que la otra, aunque por irrigación hay un poco menos de pobreza. Una cosa sí hay que decir: los que ahora son ricos, sí que son ricos de verdad.
-¿No le parece que está siendo injusto? Las cosas han mejorado desde los años noventa, aquella Colombia de los extraditables y el infierno de la guerrilla…
-No se trata sólo de eso. Así como la clase dirigente colombiana nunca ha podido cambiar el país para convertirlo en un país más justo, siempre ha tenido la habilidad de par un pequeño cambio necesario para permanecer en el poder. Cuando eligen a Rojas Pinilla usan después el Frente Nacional, que les permitió entablar un acuerdo y durar en el tiempo. Ahora, la oligarquía colombiana hará la paz. ¿Y dígame, quién firma esa paz?
"Ahora la oligarquía colombiana hará la paz. ¿Y dígame, quién firma esa paz? Juan Manuel Santos, un aficionado al golf, criado en EE UU e Inglaterra..."
- Santos.
-Exacto. Juan Manuel Santos, un ser aficionado a golf, educado en EEUU e Inglaterra, alguien que habla mejor el inglés que el español; conocido subdirector de El Tiempo, gran jugador del póker y miembro del Country Club. Él es quien firma la paz, porque la oligarquía colombiana sabe cómo preservarse y garantizar su permanencia. Por eso firma Santos. Una cosa es la firma de la paz y otra la paz, que estoy seguro que yo no veré. Es muy difícil reconstruir el tejido social de una sociedad tras un proceso de destrucción como el que hemos vivido.
-Es cierto que usted vio una sociedad que se desangraba y lo hizo desde el periodismo. Es imposible comprender la Colombia de esos años sin pasar por sus reportajes. ¿Por qué el periodismo consiguió hacer lo que ninguna otra institución?
-Por eso se ha sacrificado a tantos periodistas. Cuando faltó fiscalización, la prensa colombiana se aferró a su periodismo de investigación. Se supone que los liberales fiscalizaban a los conservadores y los conservadores a los liberales, pero cuando ambos se juntan, la verdad es que nadie fiscaliza nadie. Empezaron a robar los dos. Es ahí donde tenía que aparecer el periodismo y así fue. Las denuncias del periodismo de investigación fueron muy sólidas. Fue un aporte de mi generación. En eso tiene razón. Con todos sus defectos, el periodismo colombiano ha cumplido con una misión fundamental.
-¿Cómo es su relación personal, afectiva e incluso periodística con Colombia?
-Yo siempre digo que yo moro en España, pero la verdad es que vivo en Colombia. Nunca me fui. Ahora voy más. Antes viajaba una vez al año (cuando iba), pero nunca me desconectaba. Hablaba con gente de Colombia, recibía todos los días la prensa colombiana, porque en ese entonces no había Internet. Tengo hijos y nietos en Colombia como tengo hijos y nietos aquí en España. Pero la verdad es que soy un colombiano que vive en España. Mi relación con Colombia es como al de todos los colombianos: de llanto y risa.
-Los escritores colombianos se mueven entre el reproche y la necesidad de entender Colombia: desde Fernando Vallejo o Héctor Abad hasta Antonio Ungar. ¿Hay diferencias de visión según la edad?
-Cada situación es distinta. Por ejemplo, Fernando Vallejo es el más extremo. Él es un provocador: rechaza la ciudadanía colombiana, pero hay un peaje, un IVA, que ha tenido que pasar por eso. Héctor Abad, como todos los colombianos, ha sido ciudadano y víctima. A él le matan el padre; yo conocí de hecho a su padre. Por supuesto que hay afecto por Colombia, pero hay que decir que Colombia es una madrastra. Es un país injusto, donde se ha creado personajes maravillosos y tipos absolutamente siniestros como Pablo Escobar, como Castaño alias Tirofijo, hay cosas que horrorizan en Colombia y uno tendría que ser muy ciego para no verlo.
"Esta paz, con las condiciones de injusticia se social que hay en Colombia, va a durar poco"
-Mencióneme una, al menos una que siga igual, que no haya mejorado.
–Pues es un país de una enorme injusticia social. Ahora los campos están peor que antes y tengo el temor de que si no se hace un cambio, la paz va a durar poco.
-Qué tan poco?
-Esta paz, con las condiciones de injusticia se social que hay en Colombia, va a durar poco. Al menos yo no le auguro mucho tiempo. La gente no se va a la guerrilla por marxista, nadie lee a Marx ni Engels, se van porque necesitan pertenecer a algo. Yo tuve que hacer un rescate de unos secuestrados en 2009 y hablé largamente con muchachos y muchachas que estaban en la guerrilla. Muchos venían de la ciudad, no del campo. Hablando con ellos me decían: “Nos fuimos no sólo porque no teníamos empleo, sino porque además nos sentíamos marginados. La guerrilla nos ha dado una sensación de pertenecer a algo. Nos da comida, ropa, uniformes, armas, trabajamos para ella pero somos parte de ella”. El desempleo ha mandado más gente a la guerrilla en Colombia que Marx. Los primeros sí fueron estudiantes ideologizados, muchos de ellos amigos míos, esos sí eran guerrilleros ideológicos. Estos son guerrilleros a quienes los empuja el afán de pertenecer o la injusticia social. A eso se suma la violencia que desde años alimenta esa pobreza. “Usted no saber lo que es tener siete años y ver cómo matan a tu papá frente a ti”, me dijeron. O es el destino trágico el que los manda allí o la injusticia y la falta de pertenencia, que los arrastra hacia allá.
- Ha criticado a las élites colombianas, pero su propia conciencia al menos permitió proteger las instituciones, a diferencia de otras élites de la región, que han cavado su propia tumba entregando sus instituciones a otros poderes… como el ejército.
-No hay duda que las instituciones en Colombia funcionan, porque no las han logrado tumbar ni la corrupción ni la ineptitud de los de adentro, ni la violencia de los de afuera. Ahí siguen, eso es verdad. Lo que ocurre es que esas mismas instituciones que han aguantado no han servido para cambiar el país: que sea más igualitario, con una educación más abierta, donde haya un reparto mejor de los bienes. Eso no se ha hecho y si no se hace vamos a volver a lo mismo, o peor: una guerra civil. La Paz será buena si la aprovechamos, pero no para darnos abrazos y besos, sino por lo que seamos capaces de conseguir de la firma en adelante. Ahí es donde tengo mis temores. Los que tienen privilegios son los primeros que deben propiciar el cambio, es la única manera.