Cultura

De cómo la buhardilla donde Picasso pintó el ‘Guernica’ se salvó de convertirse en un jacuzzi

El taller de la rue des Grands-Augustins se ha salvado por los pelos de convertirse en una suite de un hotel de lujo, gracias a la batalla judicial que dieron el Ayuntamiento de París y el Ministerio de Cultura y de la Comunicación.

  • Picasso de pie trabajando en el «Guernica» en su taller de los Grands-Augustins . Fotografiado por Dora Maar.

Todo provino de un mundo que iba cambiar, de un mundo que ya era otro. El lunes 26 de abril de 1937, a las tres y media de la tarde, la Legión Cóndor de la aviación nazi comenzó el bombardeo. A las siete, la localidad vasca de Guernica estaba totalmente destruida. Exactamente cinco días después, el 1 de mayo de 1937, Pablo Picasso ensayaba a lápiz sobre papel azul el primero de los 45 estudios y bocetos que tomarían forma final en una de las pinturas murales que dividió en dos el siglo XX.

El taller en la rue des Grands-Augustins, que se ha salvado por los pelos de convertirse en una suite de un hotel de lujo

Lo hizo en su taller en la rue des Grands-Augustins, que se ha salvado por los pelos de convertirse en una suite de un hotel de lujo, gracias a la batalla judicial que dieron el Ayuntamiento de París y el Ministerio de Cultura y de la Comunicación. Tras dos años de negociaciones, se ha acordado mantener el espacio que albergaba el taller, y en el que Picasso pasó las largas temporadas desde 1936 hasta 1955. Allí, se creará un espacio para el desarrollo de actividades ligadas al conocimiento de la vida y de la obra del genio del arte.

Este organismo, que se encargaba desde 2002 de proteger el taller y espacio de Picasso y de organizar exposiciones y conciertos en esa parte del edificio, formuló en 2013 una queja acompañada de centenares de firmas, con el apoyo de comediantes y artistas famosos.

La historia de un lienzo y de un ático

La primera semana de enero de 1937, el Gobierno del Frente Popular –a través de Joseph Lluís Sert, quien había organizado la primera retrospectiva de Picasso con el apoyo del grupo Amigos de las Artes Nuevas– había encargado al artista una pintura mural que ocuparía el pabellón español de la Exposición Mundial, próxima a inaugurarse en París el 12 de julio de ese mismo año.

En febrero de 1937, apenas un mes después de la solicitud, Picasso buscaba un estudio donde instalarse para producir el cuadro

El encargo incluía además una serie de grabados cuya venta sería destinada al Fondo de Ayudas a la España Republicana. La cercanía política de Picasso con la República era manifiesta desde mucho antes. Ya en julio de 1936, José Renau, director de Bellas Artes del Gobierno Republicano, le había distinguido como director honorario del Museo del Prado. El decreto con el nombramiento fue firmado en septiembre de ese mismo año por Manuel Azaña, presidente de la República.

En febrero de 1937, apenas un mes después de la solicitud, Picasso buscaba un estudio donde instalarse para producir el cuadro. En ese proceso fue esencial el poeta Juan Larrea, quien gestionó ante el Gobierno Republicano un millón de francos para que Picasso instalase su taller en la rue des Grands-Augustins, según narra Gijs van Hensbergen en su libro Guernica. The biography of a Twentieth Century Icon.

Ya no había excusas para que Picasso demorara en presentar al menos un adelanto temático de la obra. Sin embargo, la realidad era otra. A dos meses del encargo, Picasso no había pintado nada aún. El único prospecto del que se tiene antecedente es un vago boceto llamado Pintor y modelo, fechado el 19 de abril de 1937, en el cual se esboza un retrato de Marie Thérese en un espacio lleno de esculturas y obras por definir. Una suerte distinta ocurrió con los grabados, en los cuales Picasso comenzó a trabajar de forma casi inmediata.

Ya no había excusas para que Picasso demorara en presentar al menos un adelanto temático de la obra

El 8 y 9 de enero de 1937 Picasso grabó 14 de las 18 escenas de lo que hoy se apunta como la génesis de Guernica. Se trata de Sueño y mentira de Franco, dos láminas –de nueve escenas cada una- donde al mejor estilo de Daumier o Goya, Picasso acometía una serie satírica que tenía como personaje principal a Francisco Franco, el insurrecto general de Melilla, el cual era caracterizado en una patética figurilla con la cual el pintor parodiaba a los héroes ecuestres españoles: el Cid y Don Quijote de Cervantes.

En la primera de las planchas, el caudillo protagoniza una historieta paródica, a diferencia de la segunda plancha, más enfocada en el trabajo simbólico de cabezas sufrientes, figuras contraídas y perfiles ecuestres similares a las siluetas que dominan la superficie pictórica de Guernica.

Durante el proceso impresión y grabado, de forma deliberada, Picasso dibujó directamente sobre las planchas, razón por la cual, una vez impresas, éstas quedaron invertidas. De hecho, para seguir el correcto orden deben ser leídas de derecha a izquierda. Ante las preguntas sobre cuál sería el tema del encargo mural como tal, Picasso seguía sin aportar mayores detalles. Sencillamente no tenía tema, hasta que Juan Larrea llegó al Café de Flore para contarle lo ocurrido en Guernica.

Sencillamente, Picasso no tenía tema, hasta que Juan Larrea llegó al Café de Flore para contarle lo ocurrido en Guernica

Cinco días después, Picasso dibujó en un mismo día al menos seis bocetos iniciales. No sería hasta el boceto número 15, fechado el 9 de mayo de 1937, cuando Picasso culminaría el bosquejo más cercano a lo que hoy se conoce como Guernica. En él se encuentran cinco de los nueve símbolos esenciales: el toro, el caballo relinchante, el guerrero muerto, la madre con el niño en brazos y la mujer que ilumina la escena con una lámpara de aceite. Dos días después, el 11 de mayo de 1937, Picasso mandó a traer el bastidor sobre el que estamparía la versión a escala del boceto. Inmediatamente pidió a Dora Maar que comenzara a fotografiarla.


Siete estados y una versión definitiva de Guernica

Picasso fue siempre hermético y tajante: no se pronunciaría sobre el significado de los símbolos principales de Guernica. No lo hizo en el proceso de creación, tampoco después. De la amplia literatura sobre cada conjunto temático, destacan dos aspectos: el esquema compositivo y la forma en la cual Picasso se cita a sí mismo.

La composición tríptica de Guernica gira alrededor de un triángulo central donde se concentra el peso de la acción pictórica. Esta disposición piramidal, acentuada por el uso de zonas blancas contrastadas con la deliberada nocturnidad del lienzo, consumió la atención de Picasso durante las primeras tres versiones.

Si se analizan los primeros estudios, saltan a la vista los cambios en el caballo relinchante (cuya torcedura del cuello reproduce el esquema de Las Señoritas de Avignon) y el guerrero yaciente, las únicas figuras (junto con la madre con el niño en brazos) que permanecen de manera constante en las siete versiones previas, a diferencia del toro, el cual fue modificado por Picasso en cuatro ocasiones.

La segunda versión del cuadro es la que puede apuntarse como aquella que sufre los cambios más importantes: el brazo alzado del guerrero se convierte en la aureola de un ojo divino que terminará tomando la forma de una lámpara eléctrica. De ella queda eliminada, también, un tejado alusivo al mercado de la ciudad bombardeada, el cual fue cubierto por un fondo negro.

La figura del toro y el caballo, a las que se han adjudicado sinfín de representaciones políticas alusivas al pueblo español, pertenecen según el autor Carsten Peter, al círculo de temas Minotauro y lidia de toros, de la década de 1930, más específicamente a la Minotauromaquia de 1935.

Transcurren sólo dos semanas desde la sexta versión, a finales de mayo de 1937, hasta la versión conclusiva del 4 de junio de 1937

Para ensayar los cambios en cada una de las versiones de Guernica, Picasso utilizaba papel en las zonas críticas y los retiraba después de confirmar el efecto. A partir de la sexta versión, Picasso cesó los cambios formales para centrar su atención en los aspectos lumínicos del cuadro. Transcurren sólo dos semanas desde la sexta versión, a finales de mayo de 1937, hasta la versión conclusiva del 4 de junio de 1937: la última fecha de la se tiene registro fotográfico. Pablo Picasso pintó Guernica en menos de un mes.

El objeto de arte convertido en problema político

A mediados de junio de 1937, Guernica fue embalado y entregado al pabellón español. Según el crítico e historiador Manuel Llano Gorostiza, el pintor Julián Tellaeche y un grupo de políticos vascos solicitaron la sustitución de Guernica por obras de Aurelio Arteta, autor del tríptico de la guerra española.

Una vez en sala, expuesto justo frente a La Fuente de Mercurio de Alexander Calder, Guernica fue manifiestamente ignorado, al punto de no dedicarle reproducción alguna en el catálogo de la exposición. El 30 de septiembre de 1938, el día de la firma del Pacto de Munich, Guernica viajó a la White Chapel Art Gallery, en Londres, donde se expondría con la ayuda y apoyo de una serie de figuras, entre ellas el crítico británico Herbert Read.

En 1981, luego de 44 años y protegido por un vidrio antibalas, Guernica fue expuesto en Casón del Buen Retiro

La exhibición fue un fracaso. En 1939, Picasso cedió la pintura al MoMa de Nueva York en calidad de préstamo. Tras la solicitud en 1969 del Gobierno del general Franco para que Guernica fuese devuelto a Madrid, tanto el MoMa como Picasso se negaron rotundamente, al punto de que el propio artista dejó por escrito en su testamento de 1973 que el cuadro no volvería a España hasta que ésta no fuese una república.

Muerto Franco, España reinició gestiones. A pesar de las negativas de Richard Oldeburd, director del MoMa, y Wiliam Rubin, director de pintura y escultura, el 25 de octubre de 1981, luego de 44 años y protegido por un vidrio antibalas, Guernica fue expuesto en Casón del Buen Retiro, en el Museo del Prado, junto a 62 bocetos preparatorios y los dos grabados Sueño y Mentira de Franco.

En 1992 se encendió nuevamente la polémica cuando se solicitó el traslado de Guernica al Museo Reina Sofía de Madrid. El mismísimo Rubin, a la sazón ex director del MoMa, objetó y criticó la medida por considerar al Reina Sofía un museo menor.

El traslado suponía no sólo temas políticos, sino problemas de conservación. Dadas las numerosas fracturas y grietas, no podía ser desmontado del bastidor. Aun así, en septiembre de 1992, el cuadro fue expuesto junto a otros 350 lienzos en la inauguración del Museo Reina Sofia de Madrid, donde permanece hasta la fecha.

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