A diez años de su muerte, hay quienes se preguntan si Roberto Bolaño (1953-2003) necesita más homenajes. Es cierto que alrededor del autor de Los detectives salvajes se congrega una feligresía entusiasta en la que hasta Patti Smith ha conseguido una resurrección. Un difunto al que ahora le crecen por igual los inéditos y los amigos. Un detective de los que sí escriben. Parricida del boom que espantó a escobazos las mariposas de García Márquez y nos dejó una orfandad más auténtica. Hay quienes insisten en que a Bolaño no sólo se le debe un hígado, sino una lectura -por favor- más profunda. A eso se ha dedicado desde hace ya un tiempo el director treatral Àlex Rigola, quien después de adaptar la novela 2066 se atreve ahora con El policía de las ratas, una obra estrenada en julio en la Biennale veneciana, que ya pasó por el Lliure el pasado otoño y que a partir de este miércoles se presenta en el Teatro La Abadía de Madrid.
El policía de las ratas es un cuento de Bolaño publicado dentro de la recopilación El gaucho insufrible y que empieza como un homenaje a un relato corto de Kafka, Josefina la Cantora o El pueblo de los ratones, en el que la protagonista es "una rata artista". El relato, una oscura y tremenda reivindicación del derecho a la diferencia, a la particularidad de cada uno, es un proyecto que el catalán acariciaba desde hace años y que se ha materializado en un momento -a su juicio- clave, en el que la intención de los gobiernos de "calmar mentalmente a las masas" es "mayor que nunca" y en el que el arte que tiende a la excelencia "queda totalmente anulado".
Según plantea el propio Rígola, la obra invita al espectador a reivindicar al individuo, a ser algo más que una pequeña pieza en la contabilidad de los poderes políticos y económicos. De esta forma, lo extraño puede llegar a coexistir junto a lo colectivo. Las almas de Kafka y Bolaño se destilan, pues, en una puesta escena sencilla pero impactante a la que asisten hasta las ratas. Protagonizada por Andreu Benito y Joan Carreras, el montaje estará de gira por España hasta noviembre. Y no ha despediciado el momento el director para interpelar al mundo cultural. Afirma que con esta obra pretende denunciar el daño que ha hecho "el folletín". También se propone "escupir" lo que él llama "toda esta cosa popular", refiriéndose a lo que según él es un teatro de poca calidad y escasi impacto.