Cultura

En vísperas del día de Todos los Santos: Ni Lope ni Cervantes descansan en Paz

España debería encender una vela en memoria de Diego de Velázquez, Miguel de Cervantes, Lope de Vega y Calderón de la Barca, grandes genios de la cultura universal, cuyos restos permanecen en paradero desconocido cuatro siglos después de su fallecimiento.

Las calabazas, mejor en otro sitio. Lo que toca en estas tierras es preguntarse, y muy en serio, dónde están los restos de los principales poetas, pintores y dramaturgos que dieron lo mejor de sí a la cultura española y universal  ¿Qué mejor día que el de Todos los Santos para semejante duda?

Uno de los hombres ilustres y sin tumba en esta lista de errantes es el de Miguel de Cervantes. Nacido en Madrid, en 1547, este soldado, poeta, dramaturgo, novelista, y autor de la que se considera la obra cumbre de la literatura española: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Macha, no tiene un lugar dónde ir a colocarle una flor o leer en voz alta alguno de sus sonetos.

Murió en su casa de Madrid el 22 de abril de 1616 y fue enterrado al día siguiente en el convento de las monjas Trinitarias Descalzas de San Ildefonso, donde se cree que reposan sus huesos, según recuerda una placa conmemorativa en la fachada. Sin embargo, las sucesivas reformas que se llevaron a cabo en el templo, obligaron a mover su tumba y sus restos se perdieron.

También su contemporáneo y enemigo, Lope de Vega, se encuentra en una situación parecida.  Figura de renombre de la literatura del siglo  XVII, fue autor de obras como Fuenteovejuna, Peribáñez y el comendador de Ocaña o El castigo sin venganza. Tras su muerte en 1635, a los 73 años, fue enterrado en la iglesia de San Sebastián de Madrid a petición de su amigo el duque de Sessa, quien se responsabilizó de los gastos iniciales, ya que su familia no contaba con los medios para proporcionarles unos funerales dignos.

Años después, debido a que ninguno de los descendientes pudo hacerse cargo de la cantidad que debían pagar por el nicho, el dramaturgo fue arrojado a la fosa común de la parroquia.

La vida de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) tampoco fue fácil. Su madre murió cuando él tenía 10 años, y cinco años después murió su padre. Conocido por obras como El alcalde de Zalamea o La vida es sueño, fue ordenado sacerdote en 1651 y tres décadas después  falleció en Madrid de un ataque al corazón. Su cuerpo fue depositado en la madrileña iglesia del Salvador. Sin embargo, no descansaría en ella eternamente.

En el siglo XIX, sus restos son trasladados a un panteón de hombres ilustres en la capital y poco después vuelven a ser cambiados de lugar, esta vez a la iglesia de un convento, donde permanecen hasta que es asaltada en 1936.Algunos expertos aseguran que en los saqueos desaparecieron los restos del literato. Otros piensan que aún reposa en algún lugar secreto dentro del templo.

El sevillano Diego de Velázquez (1599-1660), autor de lienzos como Las Meninas, La rendición de Breda o Las hilanderas, también ha padecido los entuertos del tiempo y las confusiones de la memoria. Sus restos fueron  enterrados en un primer momento en la cripta de la iglesia de San Juan de Madrid. El convento  sin embargo fue derribado en el siglo XIX durante la ocupación francesa, y en su lugar se construyó la actual plaza de Ramales. En 1998, un grupo de expertos decidió poner en marcha las obras necesarias para levantar el suelo de la plaza y descubrir si su cuerpo se encontraba en el lugar, pero nunca apareció.

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