La mítica estrella country publicó recientemente Rockstar, un álbum que ha polarizado a la crítica y los fans. Se trata, nada menos, que de un trabajo de 30 piezas en formato doble cedé o cuádruple álbum rebosante de versiones de grandes himnos. Por allí desfilan clásicos de Rolling Stones, Beatles, Prince, The Police, Queen…No solo eso, el proyecto viene respaldado por la lista más impresionante de colaboraciones que se recuerda, con caemos de Sting, Stevie Nicks (Fleetwood Mac), Debbie Harry (Blondie), Steve Perry (Aerosmith), Joan Jett (The Runaways), John Fogerty (Creedence Clearwater Revival), Elton John, Kid Rock y Peter Frampton, entre otros.
La revista digital Pitchfork, emblema de la cultura hípster lo ha retratado con una frase corrosiva: “Una colección densa, saturada de estrellas, que suena como la fiesta de karaoke más cara de este milenio”. Rolling Stone intenta defenderlo, aunque no se atreve a ponerle más de una seis sobre diez: “El material nuevo se esfuerza por destacar entre la belleza de los fuegos artificiales de himnos rockeros”, lamentablemente sin lograrlo. Parton es capaz de subir el voltaje de algunos originales (“Baby, I love your way”, Big Mountain) pero -como dicen los más escépticos- suena poco imaginativo en gran parte del material (escuchen, por ejemplo, “Every breath you take”).
Aunque en Europa sea complicado de comprender, Parton posee en Estados Unidos o estatus cercano a la divinidad
¿La reseña más entusiasta? La de la publicación American Songwriter, que destaca la capacidad de convocatoria de Parton: “¿Quién más podría reunir a este plantel para honrar a un género como el rock and roll? Además, logra un álbum para todas las edades, para cualquiera que desee disfrutarlo. Merece una larga ovación en pie”, defienden. ¿El veredicto más cruel? El del diario británico The Guardian, normalmente rendido ante la cantante, que esta vez ni siquiera le concede el aprobado. “El disco podría haber funcionado, a pesar de lo obvio del repertorio, si se hubiese enfocado de forma interesante, pero cada versión se interpreta de la manera más fiel posible al original”, lamentan.
Parton y su leyenda imbatible
La icónica artista empezó a cantar a los siete años, pero antes ya juntaba un palo y una lata para fingir que era una guitarra con la que ofrecer un recital en el Grand Ole Opry, templo de la música country en Nashville. Su público eran los patos, cerdos y gallinas de la familia, que sobrevivía en una modesta casa en las colinas con una sola habitación. A lo largo de su carrera ha despachado más de 100 millones de discos, cifra que confirma su estatus de estrella universal. Es autora de himnos tan arrolladores como I Will Always Love You (una de las pocas canciones pop que es imposible no haber escuchado), Jolene (desgarrador melodrama sobre la infidelidad) y Coat Of Many Colours (emocionante declaración de su orgullo de clase trabajadora, que la artista sigue citando como la favorita de su propio repertorio).
Aunque en Europa sea complicado de comprender, Parton posee en Estados Unidos o estatus cercano a la divinidad. Queda bien explicado en una anécdota de Corre, rosa, corre, la novela de James Patterson sobre el mundo del country, escrita con ayuda de la propia Parton. Allí dos fans confiesan lo siguiente: “¡Teníamos un póster suyo en la cocina, justo al lado del Sagrado Corazón de Jesús, y yo pensaba que era una santa! Creía que tenía que serlo para cantar así. Incluso le rezaba. Yo tendría siete años cuando mi madre me dijo un día que, aunque usted tenía un talento divino, no era precisamente una santa", recuerda la protagonista, que hace soltar una carcajada al personaje que es un trasunto de la cantante.