No es la primera vez que se aborda la corrupción en el audiovisual en un contexto reconocible. Sin ir más lejos, Alberto Rodríguez y su película Grupo 7, inspirada en un caso real durante la Expo de Sevilla de 1992, o la adaptación a la televisión de la novela Crematorio, el retrato de la corrupción de Rafael Chirbes. Sin embargo, probablemente nadie ha ido tan lejos como Daniel Calparsoro en su reciente proyecto, El correo, capaz de convertir su película en un curso intensivo para la generación centennial sobre las dinámicas delictivas en la España de los últimos 30 años.
"La fortuna les sonríe a quienes son serios, discretos y trabajan mucho", dice uno de los personajes de este thriller intenso y frenético, basado en una historia real sobre la que no se aportan nombres, según se advierte al comienzo del filme. Así que, cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia. Y lejos de la seriedad y el trabajo a los que en ocasiones, y de forma inocente, se achaca el éxito, lo que transmite El correo es esa historia tantas veces contada: la sed de avaricia que todo lo mueve y que nunca se detiene hasta corromperlo todo.
El protagonista es Iván, a quien interpreta Arón Piper (Élite, El desorden que dejas), un joven que nunca ha salido del barrio de Vallecas y que ha visto desde pequeño como las sucesivas crisis se han cebado con los negocios de su familia, que ha pasado de regentar un salón de bodas y vivir en un adosado con piscina a sufrir la ruina en un piso minúsculo y un bar destartalado. Una historia que a muchos espectadores, por desgracia, no les resultará ajena.
El contexto en el que arranca El correo es el posterior a la España del pelotazo, cuando el país vivía sus últimos años dorados de burbuja inmobiliaria, favores, recalificaciones, mordidas, sobornos, chantajes o blanqueo
El contexto en el que arranca El correo es el posterior a la España del pelotazo, cuando el país vivía sus últimos años dorados de burbuja inmobiliaria, favores, recalificaciones, mordidas, sobornos, chantajes o blanqueo, en un eterno vocabulario que años después copaba los titulares sobre casos judiciales como la operación Malaya o el caso Emperador, y con el que todos los españoles se sintieron familiarizados, al tiempo que contemplaban asombrados el contraste entre el despilfarro y la España más necesitada.
El correo arranca en 2002, en plena transición entre la peseta y el euro, cuando el protagonista de esta película se busca la vida para escapar de una vida triste como aparcacoches en un club de golf. La vida le sonríe y de un día para otro consigue empezar a trabajar como mensajero para una organización belga que se dedica al blanqueo de dinero. Su ambición le lleva a medrar en la organización y pronto se convierte en una pieza fundamental, dispuesto a extender el negocio a Marbella, donde políticos, empresarios, deportistas y otros individuos con mucho poder campan a sus anchas.
El correo y la época dorada de España
Aunque Calparsoro no usa nombres reales entre sus protagonistas, no falta aquí una nómina larga de rostros imprescindibles para entender lo que fue la época dorada de España: desde los presidentes de Gobierno del momento -Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero- hasta nombres clave de la corrupción, como José Luis Gil, Julián Muñoz, Marisol Yagüe, o los expresidentes de la Junta de Andalucía José Antonio Griñán y Manuel Chaves. Tampoco falta Hervé Falciani, el ingeniero italofrancés que puso a disposición de la justicia una lista de defraudadores y que en esta película se interpreta a sí mismo.
El correo se sirve de las mejores armas del thriller más trepidante, ágil y rápido para contar una historia con muchas idas y venidas, negocios, sociedades pantalla y porcentajes de beneficios que bailan de un mafioso a otro. Nada resulta farragoso y la película en sus alrededor de 100 minutos de duración no es aburrida, motivo por el que en el fin de semana de su estreno se ha posicionado como la más vista, con una recaudación de más de medio millón de euros.
Carlparsoro, que en esta ocasión vuelve a contar con su rostro imprescindible, el actor Luis Tosar, a quien puede considerarse ya un amuleto de sus películas, ha demostrado ser un maestro del suspense y de la acción, el mejor ejemplo español de persecuciones callejeras y también un cineasta capaz de aferrarse a aquello que mejor se le da sin perder el interés del público, porque, para esta redactora de Vozpópuli, siempre tiene alguna historia interesante que contar. En esta ocasión, además, con un ejercicio de memoria de la historia más reciente de España que, sin embargo, por momentos puede resultar inverosímil. Porque uno tiene que hacer el esfuerzo por recordar que lo que se narra, siempre en clave de acción, fue real.
jopano
Merece la pena verla. Un flash black novelado sobre los años del boom urbanístico que arruinó y sigue arruinando a tantas familias que se ven obligadas a pagar precios más que excesivos por un bien básico como es la vivienda y frustrando tantísimos proyectos vitales. Y en beneficio de los de siempre: del sistema político institucional (carísimo de sostener) que tenemos con sus pingües beneficios en recalificaciones, tasas e impuestos de toda clase y naturaleza y de los listillos corruptos que viven, en o alrededor y a costa, de este entramado político-administrativo. Eso sí, parecen tiempos lejanos, cuándo fue ayer mismo.
Didac Fontdelgat
Palomitas y a disfrutar del espectáculo.
Sin_Perdon
No dudo que pueda ser una trepidante película de acción, lejos del cine de autor que tantas crónicas nos suele traer Miriam, pero de ahí a suponer algo más de valor, como ese "basado en una historia real sobre la que no se aportan nombres" es suponer demasiada decencia cuando no la hay. Si quieren hacer una película-denuncia que lo hagan con todas las consecuencias, si de lo que se trata es de enganchar al espectador contándonos cuatro leyendas urbanas, más basadas en el morbo del público que en datos contrastados, pues que no estafen y nos vengan con milongas sobre "basado en". Con ese "basado en" nos pueden colar cualquier porquería, y muchos se creerán que se "confirman" sus sospechas cuando simplemente se les está dando el pienso que quieren comer. Buen apetito.