Cultura

‘El País’ y su lista de los pensadores que más influyen en la izquierda española

Votaron decenas de notables, desde Yolanda Díaz hasta Joaquín Estefanía, pasando por Pablo Iglesias

  • Manifestación marxista

Lo primero que sorprende es el escaso interés y la nula polémica que ha despertado esta clasificación, que el propio suplemento 'Ideas' de El País reconoce que ha llevado meses de trabajo. Se trataba de escoger a los diez pensadores más influyentes de la izquierda de todos los tiempos y para ello se convocó a figuras tan relevantes del debate púbico español como Íñigo Errejón, Joaquín Estefanía, José María Maravall, Clara Serra, Soledad Gallego-Díaz, Jordi Amat, Pablo Iglesias, Yolanda Díaz y Meritxell Batet, entre otros nombres, todo ellos españoles. Los resultados se publicaron el pasado domingo y descolocaron por varios motivos, sobre todo el perfil de los intelectuales escogidos. 

La primera disfunción es que no encontramos en el listado a ningún autor de nuestro país: no aparece Ortega y Gasset, tampoco María Zambrano ni Miguel de Unamuno, aunque seguramente estén muy presentes en el armazón teórico de muchos pensadores de nuestra izquierda. Tampoco esperen a Séneca ni a Bartolomé de las Casas ni a Baltasar Gracián, ya que todos los nombres escogidos pertenecen al siglo XX, demostrando una evidente cortedad de las miras. La falta de intelectuales de aquí es una carencia evidente, que revela desconexión del pensamiento nacional y confirma la idea que muchos  políticos e intelectuales de la izquierda española están instalados en la mentalidad del "que piensen ellos", la triste noción de que debemos ignorar nuestras raíces culturales y plantar o importar semillas de fuera. 

Limitarnos a copiar los criterios de los campus estadounidenses y parisinos supone abdicar de nuestra historia y de nuestro legado cultural

Como la ausencia de nombres españoles es tan llamativa, pregunté a uno de los implicados en la elaboración de la lista si se habían quedado fuera por poco. "Se ha votado residualmente algunos como Fernando de los Ríos, María Zambrano, Marina Garcés, Manuel Sacristán, Jorge Riechmann y Paul B. Preciado, pero residualmente, como digo", admitía. El único mediterráneo de la lista es Antonio Gramsci. No encontramos un solo nombre de América Latina, ni siquiera José Carlos Mariátegui, una elección obvia para la izquierda, pero es verdad que a los intelectuales sudamericanos apenas se les cita en el ensayo español o en nuestro debate político.  

Pensadores blancos masculinos

Un nombre relacionado con Sudamérica, que según el artículo se quedó a las puertas de entrar, es la politóloga Chantal Mouffe, intelectual belga que por lo visto tiene más cosas que decir sobre el populismo en América Latina que los propios latinoamericanos. La corriente del pensamiento decolonial no parece haber calado mucho en la mayoría de los llamados a elaborar la lista, ya que además de la falta de latinos tampoco hay pensadores de otras razas distintas de la blanca, ni siquiera un nombre de referencia tan fundamental como Frantz Fanon.

Las mujeres corren mejor suerte, aunque tampoco espectacular: tres nombres de diez. Las escogidas son Judith Butler (segundo puesto), Hannah Arendt (sexta) y Simone de Beauvoir (séptima), a pesar de que sí hay paridad entre los votantes del listado. El vencedor, sobra decirlo, es Karl Marx, un gigante del análisis social que marcó la política del siglo XX y sobre el que aún se sustenta el pensamiento de izquierda. Seguramente lo peor de la pieza sea la reflexión que sigue a unas declaraciones del historiador Juan Sisinio Pérez Garzón donde se afirma, entre otras cosas, que fue la izquierda quien terminó con la esclavitud. ¿Acaso no jugaron un papel republicanos como Abraham Lincoln? ¿Tampoco reformistas ricos de peluca empolvada como William Wilberforce y Thomas Clarkson? ¿Bartolomé de las Casas no aportó nada? ¿Influyó más el progresismo o la iglesia en el pensamiento del reverendo Martin Luther King Jr? Todo preguntas retóricas.

La lista también tiene aspectos positivos, como la alta calidad y claridad de los textos, que suponen una buena introducción para legos en nombres tan decisivos como Karl Polanyi, Walter Benjamin y Michel Foucault, entre otros. El problema principal es que una cabecera que se presenta como “El diario global en español” debería prestar más atención al idioma que se supone defiende, ya que nuestra tradición intelectual no tiene nada que envidiar a la anglosajona. Limitarnos a copiar los criterios de los campus estadounidenses y parisinos supone abdicar de nuestro legado cultural. Y eso implica una derrota intelectual en toda regla. 

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