Cultura

Elsa Morante, una explosión que ilumina la noche de nuestro tiempo

El sello Círculo de Tiza publica este otoño los ensayos escritos por la italiana Elsa Morante entre 1950 y 1978 en un volumen que lleva por título 'A favor o en contra de la bomba atómica'

  • Elsa Morante (1912-1985).

Elsa Morante es una de las voces fundamentales del siglo XX. Junto a Alberto Moravia, Natalia Ginzburg, Cesare Pavese, Primo Levi, Pasolini y Leonardo Sciascia, compartió la tragedia del fascismo y la guerra, pero también el espacio histórico de un grupo tan desgraciado como excepcional. Vivieron esos años desde una profunda conmoción intelectual y estética que los configuró como una generación constelada. En perpetuo ardor y con ese brillo adelantado al mundo en el que habitaron y que aún admiramos desde el presente al confrontarnos con su obra. Por eso a Elsa Morante y a su obra la percibimos como a los cuerpos celestes: una explosión que aún cruza la noche de nuestro tiempo con el milagro de sus libros. Una estrella que ilumina desde otro tiempo.

A favor o en contra de la bomba atómica, el libro que el sello Círculo de Tiza publicará el día 5 de septiembre,  podría destacarse como un acontecimiento, un fulgor. Desde la conmemoración del centenario de su nacimiento en 2012, se ha propiciado una lenta recuperación de su obra, tanto de sus cuatro novelas icónicas como de sus libros de relato y poesía  más importantes. Por eso la aparición de estos ensayos resulta tan importante: porque acota y comenta la ficción de la autora publicada en castellano. El lector debe, eso sí, mirar más allá del título de este libro. No es sólo un alegato antibélico. Es en sí mismo una explosión, un artefacto cuyo efecto expansivo se imprime en quien lo lee. A favor o en contra de la bomba atómica reúne  un conjunto de ensayos publicados por Elsa Morante entre 1950 y 1978 y a partir de los cuales es posible recomponer el gran mural de su pensamiento.

En estas páginas, que se publican precedidas por una introducción del profesor de literatura y escritor Alfonso Berardinelli (de quien Círculo de Tiza editó el magnífico ensayo Leer es un riesgo), quedan reflejadas  las ideas de Morante sobre la literatura y la estética, pero también sobre el poder, el compromiso, la responsabilidad y la ética. Un capítulo esencial es aquel que arroja luz sobre la relación entre el pensamiento y las emociones, y que desarrolla en  Rojo y blanco, en el que aborda y estudia determinados personajes literarios y las conexiones implícitas entre sentimientos y propósitos, entendiéndolos a veces como categorías ideológicas  -el bovarismo como falso ideal, por ejemplo- e incluso como contenedores de una determinada lógica nacional o social. Incuso sin estar de acuerdo con lo que dice, ha de importarnos cómo lo dice. Su eficacia poética y argumentativa es manifiesta y conmovedora.

No se equivoque, lector. Este libro no se agota en el elemento bomba atómica, sino que se define en lo que ésta invoca como una metáfora del siglo en el que fue producida. La bomba de la que habla Morante es la manifestación lógica del desastre y la expresión real de la dominación que ejercen unos sobre otros.  Los textos que recoge A favor o en contra de la bomba atómica suponen un material de primer orden, entre otras cosas porque  Morante apenas y daba entrevistas. Su biografía está en su escritura, que en esta ocasión transparente con mayor eficacia al personaje. Elsa Morante no puede ser arrancada del compromiso que marca a su generación, precisamente porque las circunstancias que vivieron configuraron su manera de entender el mundo como una perpetua intervención.

Morante comenzó a publicar muy pronto,  a los 18 años. Había abandonado su casa en el humilde barrio romano de Testaccio, hija ilegítima de una maestra judía y reconocida por Augusto Morante.  En 1936 conoció al escritor Alberto Moravia, con quien se casó en 1941. Las raíces judías de ambos los obligaron a salir de Roma durante el despliegue nazi en la Segunda Guerra Mundial. La conciencia de persecución la acompañó y quedó reflejada en una de sus novelas más famosas, La historia, publicada en 1974 y recién editada en España por Lumen.

La obra de Elsa Morante abarca todos los géneros literarios: poesía, relato, ensayo y teatro. Sin embargo fue con la novela donde alcanzó su mayor reconocimiento. Ganó el Premio Viareggio con Mentira y sortilego (1948), hoy considerado un clásico de la literatura universal, en el que su protagonista, Elisa, cuenta la historia de su familia: tres generaciones de sicilianos de finales del siglo XIX que malviven en un una ciudad de provincias, agobiados por las estrecheces económicas, los rencores y las pasiones enfermizas. La novela, que publicó la editorial Einaudi, fue su primera gran historia y en ella abordaba el que sería uno de sus grandes temas: la filiación.  También ganó el Premio Stregga por La isla de Arturo (1957), una novela de iniciación a la sensualidad, y el Medici por Aracoeli (1982).

A los ensayos que se reúnen en A favor o en contra de la bomba atómica los salva del exceso político una prosa prodigiosa, apasionada y brillante. Pasa de la ironía y la sátira en textos como Defensa de cierta frivolidad en el traje viril, a la más directa y hermosa forma de alegato expresada en su Carta a las Brigadas Rojas, que cierra el libro.  No se limita a ser una misiva dirigida a los jóvenes de la organización de lucha armada tras el asesinato de Aldo Moro, es un documento que revela a la Italia y la Europa en las que estas páginas fueron escritas. “A pesar de lo inerte y corrupta que se pueda considerar la realidad actual, yo deseo no vivir lo suficiente para presenciar nuevos totalitarismos”, escribió en 1978.

Ya sea la búsqueda de la verdad en un texto literario hasta una visión de conjunto de lo que una sociedad es, Morante precipita en  estallidos de lucidez, algo que se mueve entre el exceso y la elegancia, y que el propio Berardinelli explica de esta forma: “Poseía el sentido de la tragedia y buscaba el éxtasis, vivía entre paraísos e infiernos, como si en ella convivieran Fra Angelico y Caravaggio. Su rostro adquiría, especialmente cuando estaba sola, una expresión trágica, desesperada, como quien está condenado a ver todos los monstruos de la oscuridad y de la noche, esa diabólica alianza  entre opuestos, estupidez y locura, que amenazan a la mente humana. Pero le gustaba reír. Veía la comedia que se esconde debajo de la tragedia. Sabía desplazarse de forma rápida hacia lo alto, hacia abajo, al otro lado, y verse a sí misma y ver el mundo casi desde una remota constelación celeste”. Es, sin duda, un cuerpo celeste. Una estrella que nos ilumina desde otro tiempo.

 

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