Cuando Ennio Morricone falleció en julio de 2020 no solo murió un célebre compositor, conocido por sus contribuciones a la música que acompaña a las películas, sino que desapareció una pieza fundamental de la historia del cine, responsable de que muchas escenas se quedaran grabadas en la memoria del espectador y también de elevar a la categoría de mito muchos de los 500 largometrajes en los que participó.
Uno de los cineastas con los que trabajó, Giuseppe Tornatore, ha decidido rendir homenaje al compositor con el emotivo documental Ennio, el maestro: más de dos horas de testimonios del propio músico, directores y compositores, así como entrevistas y material de archivo que permiten conocer en profundidad al creador. Morricone habla largo y tendido, muestra sus contradicciones, sus miedos e incluso se emociona hasta aproximarse a la lágrima.
Tornatore trabajó con Ennio Morricone por primera vez en su célebre Cinema Paradiso (1988), en la que el músico rehusó participar en un primer momento y en la que decidió embarcarse finalmente tras leer el guion de esta historia de amor por el cine. Ahora, el director devuelve al músico la confianza que depositó en su segundo largometraje con una cinta que recoge no solo el legado del músico, sino que ofrece al espectador la historia de Morricone a partir de su experiencia y de quienes trabajaron con él y se convierte de forma inevitable en un recorrido por algunos de los hitos del celuloide.
"Enigmático", "serio", "auténtico", "creyente", "tímido", "genio", "la excepción a todas las reglas", "un gran talento que explota" o "el borrador de una obra maestra" son solo algunos de los adjetivos y expresiones con los que se refieren a Ennio Morricone quienes tuvieron la oportunidad de conocerle, según recoge este documental, estrenado en la pasada edición del Festival de Venecia y que llega este viernes a los cines españoles. Acompañando los cortes de entrevista a Morricone, hablan en esta cinta personalidades como Bernardo Bertolucci, Oliver Stone, Quentin Tarantino, Hanz Zimmer o Bruce Springsteen, y otras no tan célebres pero relevantes en el ámbito de la música culta, lo que da cuenta de la dimensión del maestro.
El documental arranca con el sonido preciso del metrónomo. Siguiendo el tempo, se suceden las imágenes de lo que el espectador entiende que es la rutina de Ennio Morricone, que incluye tanto series de ejercicio físico en el suelo como el trabajo sobre sus partituras en un despacho abarrotado de libros, borradores y apuntes desordenados y dispuestos por doquier para ser ojeados en cualquier momento.
"Nunca pensé que fuese a dedicarme a la música. Yo quería ser médico, pero mi padre me dijo que aprendiera a tocar la trompeta", cuenta el compositor al comienzo de este documental. Nacido en Roma en 1928, Morricone desvela aquí sus orígenes humildes y la tradición musical que decidió continuar, ya que con apenas 11 años empezó a estudiar trompeta, siguiendo los pasos de su progenitor. El resto es una historia bien conocida por muchos, que incluye grandes títulos como sus trabajos junto a Sergio Leone, Pasolini, Brian de Palma o Quentin Tarantino.
Lo que pesó en la conciencia de Morricone fue sentirse un "traidor" y un paria para sus maestros y compañeros, lo que le llevó, por ejemplo, a firmar sus primeras composiciones con pseudónimos
Morricone se convirtió en el músico al que todos querían tener en su estantería de discos al salir del cine. Su música era una garantía de éxito y solo en 1969 se estrenaron un total de 21 películas con sus composiciones, lo que despertó envidias y también dudas acerca de la capacidad para crear tal número de obras en tan poco tiempo. Sin embargo, quienes le conocieron señalan que era capaz de escribir en el pentagrama mientras hablaba por teléfono o que le bastaba mirar las teclas del piano para componer, con un poder pasmoso para imaginar sonidos.
Más allá de las sospechas, lo que realmente pesó en la conciencia de Morricone fue sentirse un "traidor" y un paria para sus maestros y compañeros, lo que le llevó, por ejemplo, a firmar sus primeras composiciones con pseudónimos para no sentirse culpable de prostituir su condición de músico académico y no defraudar a su gran maestro, Goffredo Petrassi, por quien siempre sintió un profundo respeto.
Sergio Leone y Ennio Morricone: compañeros de colegio
Sin duda, uno de los tándems más prolíficos fue el formado por Sergio Leone y Ennio Morricone, que a la vez fueron compañeros de colegio, tal y como el mismo compositor recuerda en este documental, que rememora con cariño la relación personal y profesional de los grandes protagonistas del "spaghetti western". En la película Por un puñado de dólares (1964), Morricone puso a prueba su capacidad innovadora y por primera vez introdujo música operística en un western, así como zumbidos y sonidos de campanas o de látigo, y fue el silbido de El bueno, el feo y el malo (1966), con el que imitó a un coyote, la composición más recordada del género. Su relación creativa era tan fuerte que, según recuerda la hija de Leone, su padre no trabajó con otro músico en el resto de su trayectoria cinematográfica.
Bertolucci, otro de los cineastas con los que trabajó, se pregunta en esta cinta cómo Ennio Morricone era capaz de ser compositor de bandas sonoras para películas y, al mismo tiempo, un reputado músico experimental. Pero, tal y como señalan quienes trabajaron con él, siempre lució sus posibilidades innovadoras, ya fuera con el uso de objetos como instrumentos, la emulación de sonidos o los sistemas tonales, tanto en sus composiciones más serias como en sus colaboraciones para radio, cine o televisión. Y sus melodías, con las que llegó a una vasta audiencia, lo convirtieron, puede que muy a su pesar, en el "traidor" de la música culta más admirado del planeta.