El tenis no es un dato casual en la vida David Foster Wallace (1962-2008), un autor que revolucionó la narrativa y retrató como nadie el malestar de la sociedad estadounidense de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Alguien que nunca juzgó su obra como lo suficientemente buena y decidió despedirse de la vida atándose una soga al cuello en 2008. En su juventud, Foster Wallace fue un avezado jugador de tenis y durante un tiempo llegó a plantearse incluso la posibilidad de inscribirse en el circuito profesional. No es extraño que dedicara a este deporte muchas páginas de su obra, hoy editadas por Penguin-Random House en El tenis como experiencia religiosa.
Ya en La broma infinita Foster Wallace revela la tremenda afición que surge en El tenis como experiencia religiosa
Algo había de sí mismo y de otros en la tierra batida de las pistas. En su ciclópea La broma infinita es posible ver cómo Foster Wallace narra entre muchas de las historias y escenas la vida de Orin, el hijo mayor de una familia enloquecida. El chico es un tenista juvenil mediocre, reciclado en pateador de un equipo de futbol, que tiene fobia a las cucarachas y que se dedica a seducir madres jóvenes. Su hermano menor, Hal, es brillante. Se trata, en efecto, de un ágil estudiante y un veloz tenista que llegó a memorizar el diccionario sólo para impresionar a su madre. Vamos, una cápsula de petri donde la locura, competición y la sospecha de una inteligencia que conduce en la vía contraria se fermentan, poco a poco.
Los textos contenidos El tenis como experiencia religiosa aluden a la genialidad y la entrega referidos en dos textos publicados en 1996 y 2006, en los que Foster Wallace se asoma al US Open y a la rivalidad entre Roger Federer y Rafa Nadal, dos tenistas con personalidades y formas de jugar opuestas. De más está decir que Wallace toma partido por Federer, todo sea dicho. El mundo del deporte de élite sirve para exprimir lo más concentrado de su ironía y su genuina admiración por la belleza. Desde su forma de referirse al público del U.S Open -al que califica de vulgar y psicópata- hasta las reflexiones que hace sobre el cuerpo como gesta, incluso como discurso heróico.
"El mesomórfico y totalmente marcial tenista Rafael Nadal será el perfecto hombretón para ustedes, con sus bíceps desnudos y las exhortaciones Kabuki"
"La belleza no es la meta de los deportes de competición, y sin embargo, los deportes de élite son un vehículo perfecto para la expresión de la belleza humana. La relación que guardan ambas cosas entre sí viene a ser un poco como la que hay entre la valentía y la guerra", escribe el norteamericano. "La belleza humana de la que hablamos aquí es de un tipo muy concreto; se puede llamar belleza cinética. Su poder y su atractivo son universales. No tiene nada que ver ni con el sexo ni con las normas culturales. Con lo que tiene que ver en realidad es con la reconciliación de los seres humanos con el hecho de tener cuerpo".
Esta reflexión sirve de prólogo a Foster Wallace para unas cuantas líneas más abajo arrear los elogios más ásperos para Rafa Nadal frente a Roger Federer. "Por razones que resultan difíciles de entender, a muchos de nosotros los códigos de la guerra nos resultan más seguros que los del amor. Y puede que también se lo resulten a ustedes, en cuyo caso el mesomórfico y totalmente marcial tenista Rafael Nadal será el perfecto hombretón para ustedes, con sus bíceps desnudos y las exhortaciones Kabuki que se lanza a sí mismo. Además, Nadal es también la némesis de Federer y la gran sorpresa del torneo de Wimbledon de este año".