Cultura

Andrés Pajares: "Lo del destape no era tan profundo como Dostoievski, pero a esa España le vino bien"

Entrevista al actor español. "Tú hacías un papel y te pagaban 10.000 euros, pero una pareja tuya se separaba, iba a la tele, lo contaba y por estar allí una hora o dos hablando y diciendo mentiras le daban 300.000"

  • Andrés Pajares -

Andrés Pajares ha sido recientemente objeto (o sujeto) de análisis, y eso no es poca cosa. Atresplayer TV ha estrenado un documental sobre su figura (Pajares & CIA) en el que se analiza lo que fue y lo que es, a sus 81 años. Son decenas de compañeros de profesión y críticos los que se pronuncian sobre un actor que -reconoce- es como los antibióticos de amplio espectro, pues ha trabajado en todas las vertientes posibles dentro del mundo de la interpretación.

El actor madrileño atiende a este periódico por teléfono. Prefiere que no nos citemos por sus problemas de espalda, pero en la conversación se muestra tan cercano que parece que estemos frente a frente. Habla de la vida, de sus películas, de la censura, de la telebasura y de esta España contemporánea, que es más triste que aquella de la época del destape, opina.

Pregunta: Usted interpretó a El currante. Era un trabajador que ganaba poco y pagaba mucho dinero por el colegio privado de su hija. Vivía entre penurias. Vaya España aquella… parece que la escasez vuelve…

Respuesta. Es cierto, es cierto… Mira, ayer le ponía a mi mujer la canción de la película, que tiene un arreglo pop que es maravillosa (n.d.a.: la letra decía: "No puedes vivir, no puedes amar, sólo trabajar, porque la vida que te ha puesto en tu puesto se te ha opuesto").

P: Estamos un poco mal…

R: Como hace tiempo… o peor, ¿eh? Por cierto, quiero dejar clara una cosa…

P: Por favor…

R: ¿Has visto el documental Pajares y CÍA?

P: Así es.

R: Pues quiero decir que lo mejor del documental es la compañía. Emociona escuchar la opinión de actores y actrices con mayúsculas, de directores de cine… Pero tengo algo que decir, y es que hay una cómica que dice que mis películas eran machistas. No es verdad. Yo te digo que eran divertidas y no ofendían a nadie. Y los desnudos los ponía el productor, pero no eran machistas. Siguen divirtiendo a las nuevas generaciones. ¿Eso era malo?

P: Hombre, lo suyo fue una explosión. De la España de la censura a la del destape…

R: ¿Pero cómo se atreve a decir esa tontería?

P: Eran películas divertidas…

R: Pues no eran tan profundas como Dostoievski, pero a esa España le iban como anillo al dedo, ¿eh?

P: Llenaban los cines. A la gente le gustaba…

R: Cristina Iglesias se llama la que ha criticado esto. Pero bueno, no merece la pena nombrarla más. Si quería meterse con la gente, podía haberlo hecho con Rajoy, con Rubalcaba... o con otros actores…

P: A usted le llegó a censurar el franquismo…

R: Y tuve que examinarme para ser actor. Ahora vale todo, hay incontables monologuistas. A los que antes llamábamos charlistas. Yo contaba chistes como actor, ahora hacen unas cosas extrañas…

P: Usted cantaba canciones. Recuerdo aquella de 'Gigi el amoroso’…

R: Buenísima. Era una canción italiana y yo hice la versión española.

P: Pero quería que me hablara sobre la censura que sufrió…

R: Bueno, la censura franquista era ridícula. Pero bueno, también te digo que si no te metías en política no tenías problema... y bueno, a mí nunca me ha gustado hacer política. Siempre he querido que me vinieran a ver personas de izquierdas y de derechas, sin que ninguna se sintiera ofendida por política. Creo que siempre he tenido los suficientes recursos para entretener a la gente sin tener que abordar esos temas.

P: La política, tema espinoso en este país…

R: Es como la religión o el fútbol… no hay término medio. Te consideran aliado o enemigo cuando hablas de eso.

P: Le recuerdo en una escena en ‘Yo hice a Roque III’. Estaba usted encima de una báscula que ofrecía el peso en libras, en lugar de en kilos.

R: Y Ozores sacó una calculadora para calcular las libras en pesetas y luego pasarlas a kilos (ríe). Esa escena es buenísima.

P: A usted le dicen que pesa 135.000 kilos y 20.000 pesetas…

R: (Suelta una carcajada) Es que es buenísima. Eso es genial y te digo una cosa: no estaba escrito. Fue improvisado. Empezamos a enrollarnos y quedó una escena de antología. La hubiera podido firmar Grouxo Marx. Yo creo que es la película que más me he divertido haciendo.

P: Tuvo éxito…

R: A mí me gusta mucho el boxeo. De hecho, mi primera película fue El marino de los puños de oro, con Pedro Carrasco, y me encantó.

P: Pajares y el boxeo...

R: En mis memorias cuento que a los 9 años me gustaba ir al gimnasio y ver las peleas de chiquillos. Te ponían una camiseta y te dejaban luchar. Recuerdo que un día, nada más salir, metí el leñazo a uno y se cayó. Me nombraron campeón. Eso sí, en el segundo combate me pegaron un puñetazo entre ojo y ojo que me hizo ver todas las estrellas del mundo. Se ven las estrellas, ¿eh? Y se te acorcha la mandíbula...

P: En esa película se movía en el cuadrilátero como un boxeador…

R: Estaba en forma, sí…

P: ¿Improvisaban a menudo?

R: Era muy normal. Mira, a partir de Ay, Carmela yo empecé a hacer cine en sonido directo. En las anteriores, doblábamos nuestras voces y hay muchas escenas, sobre todo en la comedia, que se mejoraba el guión con la improvisación y el doblaje. Decíamos cosas que se nos ocurrían en el momento y que al director, Mariano Ozores, le parecían bien y las dejaba.

Andrés Pajares

P: ¿Le costó mucho dar el salto del registro cómico al dramático?

R: Pues no mucho. Puede parecer lo contrario, pero lo difícil es pasar del dramático al cómico. Emocionar a la gente es más sencillo que hacerle reír.

P: ¿Cómo lleva uno el ver que sus películas de hace 50 años son vistas todavía hoy?

R: Me emociona mucho. He trabajado muchos años en teatro, variedades, cine, música, radio, televisión… Yo he sido como los antibióticos, de amplio espectro.

P: Si le digo que cite una película suya que le venga de repente a la mente…

R: Pues te digo Makinavaja, que me gustó mucho verlas y hacerlas. Su filosofía es especial y está basada en los cómics de Ivà. Las películas las hice yo y la serie la hizo Pepe Rubianes, que en paz descanse. El reparto era genial. Me río mucho viéndolas ahora.

P: Un hombre madrileño que hablaba como un macarra catalán. Lo interpretaba usted…

R: Sí, hice de charnego, ¿eh? Pero bueno, yo te quería hacer una reflexión sobre las distintas clases sociales.

P: Veamos…

R: A veces, veo a una señora de la calle Serrano y me saluda; y luego, al rato, un enfermo que ha estado en el hospital y se ha reído con mis películas. Y a veces al típico macarrilla que encuentras por la calle y que a los 81 años te ofrece una caladita de un porro (ríe). Esa cercanía y ese cariño es uno de mis mejores premios.

P: Al hilo de la polémica sobre el gas ruso, me acordé de una película que hizo con Esteso y Ozores, que se llamaba ‘Los energéticos’, en la que llegaban los árabes al interior de España…

R: Está muy de moda ese tema… Pero también hice Cristóbal Colón, de oficio descubridor, que trataba otro tema histórico, pero que incluía una crítica a la política española... a las autonomías, la entrada en la OTAN…

P: En Los energéticos había dos familias (los Mondongos y los Bellotos) que se peleaban por la linde…

R: Así es, así es… eso no ha cambiado. Es lo mismo ahora.

P: ¿A uno le carga ser el gracioso de España?

R: No… mira, el ser cómico es algo muy amplio. Humor han hecho desde Cervantes o Shakespeare. Y cualquier actor lo puede hacer. Nunca me he considerado como el ‘cómico único’…

P: ¿Le hace gracia el humor de los monologuistas?

R: Es que… hay muchos. Y al haber muchos es difícil que todos sean buenos. Yo recuerdo a Juan Verdaguer, un humorista uruguayo que tú no has conocido porque no habías nacido, pero que era un monologuista del que han mamado muchos cómicos. Decían que hasta el mismo Bob Hope. Era buenísimo y, cuando trabajaba en España, siempre decía: ‘mira, ¿me puede usted dar 100 pesetas para enterrar a un monologuista’. Y le respondían: ‘pues mire, tenga usted 200 y entierre a dos’.

P: Me doy por respondido…

R: Pues eso (ríe). De todas maneras, hay humoristas cuyo legado se ha quedado para siempre. Te cito a Gila, que era un genio; Tip y Coll igual. Eran un ejemplo de democracia. Uno de izquierdas y otro de derechas. Los dos bandos en un dúo. Eran divinos. Por otra parte, yo soy padrino de Martes y Trece; y me encantaban Cruz y Raya. Todos esos han hecho cosas maravillosas. Igual que a mí se me recuerda por el sketch de la magdalena, a Josema y Millán, por la empanadilla.

P: Ahora la gente se ofende por todo…

R: (Ríe). Sin duda, sin duda. Mira, antes con la censura, como te hacían firmar los libretos en Información y Turismo para poder trabajar, ya sabías quién te iba a dar la hostia. Ahora no lo sabes. Ahora ya no sabes quién se va a ofender. Y hay muchos que se ofenden, ¿eh? Joder…

P: Después de tantas décadas de actuaciones y de 81 años de vida… ¿Cuál es su conclusión? ¿La vida tiene más de drama o de comedia?

R: La vida es una tragicomedia.

P: Usted ha tenido momentos complejos. Cuando murió su mujer…

R: Sí…

P: Y cuando la telebasura se aprovechó de usted…

R: Era telebasura, tele-mierda, como quieras llamarle. Pero pasaba una cosa: en aquel tiempo, tú hacías un papel y te pagaban 10.000 euros, pero una pareja tuya se separaba, iba a la tele, lo contaba y por estar allí una hora o dos hablando y diciendo mentiras le daban 300.000. Encima iban a hablar mal porque por decir cosas buenas no te pagan eso. Eso era la prostitución televisiva. Y sigue existiendo.

P: En los 70 y los 80 España parecía más divertida, ¿no cree?

R: Había menos cosas, pero la gente se reía por la calle. ¿Sabes qué pasa? Yo nací justo al acabar la guerra. Tuve unos padres maravillosos. Fui hijo único porque mi hermano murió 11 años antes de nacer yo… y yo rompí un condón… y las he pasado putas porque no hay nada más chungo que ser hijo único. Mi hermano murió de bronquitis y ya sabes que la bufanda es una prenda que se ponen los niños cuando los padres tienen frío. Por eso las he pasado putas yo, con mi boina, tres jerseys, camisetas y un parche en la espalda. Porque mis padres me sobreprotegieron. Pero antes se sonreía, incluso en tiempos peores…

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