Cultura

La España 'feel good': Yolanda Díaz y la cultura de las pluricosas

Nada en el documento de Sumar es original, tampoco la forma de equivocarse: la obsesión con lo plural demuestra que entienden la unidad de España como una amenaza contra la particularidad de sus territorios

En el documento de la plataforma Sumar sobre el modelo territorial que quiere para España, el prefijo plur- aparece 49 veces (plural, pluralismo, plurinacional, plurilingüe…) en 15 páginas. En la web del protopartido se nos explica que se trata de un texto preliminar, sobre el que la ciudadanía podrá hacer propuestas que lo enriquezcan (sin enmendarlo, no vayamos a confundir la participación con el participaje). Por tanto, es posible que el recuento definitivo arroje cifras aún más elevadas. Si un texto es un campo cultivado que aspira a ser no sólo productivo, sino bello, podemos afirmar que estamos ante una devastadora plaga de pluricosas.

Proponer reformas del modelo territorial y de la Constitución es la forma neurótica y oblicua que tenemos los españoles de hablar de la nación. Y al hablar de la nación no podemos orillar la cuestión clave: la relación entre la diversidad y la unidad. Nada en el documento de Sumar es original, tampoco la forma de equivocarse: la obsesión con lo plural demuestra que entienden la unidad de España como una amenaza contra la particularidad de sus territorios de la que intentan escapar desesperadamente, sin entender que la diversidad sólo tiene sentido en la unidad y que la exaltación de la diferencia siempre esconde un afán homogeneizador (un ejemplo reciente es el caso de la enfermera gaditana represaliada en Cataluña). 

Tiene que ser muy duro aspirar a ser presidenta de un país cuya existencia provoca tanto sufrimiento

Imagino a Yolanda Díaz meditabunda, parafraseando a Cánovas para sus adentros: “soy española porque no puedo ser otra cosa; finlandesa, por ejemplo”. Tiene que ser muy duro aspirar a ser presidenta de un país cuya existencia provoca tanto sufrimiento. Pero para eso están los grupos de trabajo: para aliviar la desazón de los líderes. Y aquí ha habido unos compañeros y compañeras que se han dejado la piel alumbrando una síntesis a la que se refieren como federalismo de bienestar. La fórmula remite a la famosa sentencia “la patria es un hospital”. Los lazos culturales, históricos y lingüísticos que unen a los ciudadanos se constatan y defienden en las comunidades autónomas; para España, Sumar no ofrece más ligazón que los servicios públicos, como si la nación fuera una propiedad emergente de la edificación de centros de salud e institutos de secundaria.

Y, de hecho, así es más o menos como lo ven. Por eso hablan de una cultura política compartida (punto 6 del documento) que será consecuencia de este nuevo modelo territorial (o irá surgiendo en paralelo, no queda claro). Esta cultura se compone de creencias, valores, actitudes, capacidades, predisposiciones cívicas y emociones positivas, entre las que se citan la empatía, la fraternidad, el entusiasmo, la autoestima comunitaria, la esperanza o la solidaridad. Así, legislando sobre competencias y niveles del gobierno, descenderá sobre nosotros el Bien y, por fin, todos seremos buenos, es decir, de izquierdas. Resulta admirable que la vicepresidenta del sólo sí es sí y su gente no hayan rebajado ni un poco su ambición de transformar España a través del BOE: ¡eso sí que es autoestima comunitaria!

Las gentes de Sumar aman a España, no cabe duda, a la España del mañana, la que ellos van a construir. Vamos, que aman la imagen que tienen de sí mismos, creada en oposición a lo que ellos creen que es la España de hoy y de ayer. Su pluralismo excluye a la derecha (salvo que sea nacionalista catalana o vasca) y los vínculos que proponen parecen sacados de un libro de autoayuda, de una balada moñas o de la comedia francesa del año. Es una feel good nation al alcance de nuestra mano, sin precio, sin deudas, sin obligaciones. Ensayan la empalagosa canción de un país cuyo nombre les cuesta pronunciar.

La letra es mala, pero al menos tienen música. Porque, hasta aquí, el artículo se ha escrito solo: siempre es fácil burlarse de la nueva izquierda. Dejo para el útlimo párrafo lo difícil: reconocer que, si ponemos el oído, no se escucha melodía alguna a la derecha del PSOE. Compartimos neurosis con la izquierda: percibimos un malestar y lo queremos aliviar fusionando municipios y reformando el Senado. No nos atrevemos a ensayar canción alguna, aunque no es difícil detectar en las celebraciones de logros deportivos o (más raramente) científicos, empresariales y culturales una fe inarticulada en España. Dice Gregorio Luri, citando a Richard Rorty, que el orgullo nacional es a los países lo que la autoestima a los individuos: una condición necesaria para la propia mejora si se da en su justa medida. La autoestima comunitaria de Sumar es una versión esterilizada del orgullo patriótico. Si no nos gusta cómo suena, no bastará con reírse de ella: habrá que componer nuevas canciones para expresar viejos sentimientos. España existe, no hay que inventarla, sino cantarla junto a nuestros conciudadanos.

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