Algo se cuece en Italia, un guiso oscuro que encuentra en el thriller su manifestación más sustanciosa. Los autores que lo trabajan frisan los 40. Tienen una impronta literaria despegada de los esteticismos y los reblandecimientos. Sus detectives no se parecen al Montalbano de Andrea Camilleri. Su prosa es seca, rápida, efectiva. El novelista Luca D'Andrea es un buen ejemplo de algo que él mismo llama, riéndose, Spaguetti Thriller. Cinecittà a un lado, existe una tendencia.
En el último año a España han llegado traducciones de autores que comparten estos rasgos, por ejemplo Mirko Zilahy con su magnífica novela Así es como se mata (Alfaguara). El fenómeno es transversal y abarca escritores de distintos géneros, por ejemplo, Roberto Saviano. Hay poso de malestar en lo que estos autores escriben. ¿Son acaso, una decantación del efecto Leonardo Sciascia?
El novelista Luca D’Andrea es un buen ejemplo de algo que él mismo llama, riéndose, Spaguetti Thriller
En este caso, La sustancia del mal (Alfaguara) de Luca D'Andrea, es una novela que abona más evidencia al respecto. Contada en primera persona, el libro narra la historia de un documentalista norteamericano, Jeremiah Salinger, quien se instala en una pequeña localidad alpina junto a su mujer y su hija pequeña y, a medida que va conociendo a los habitantes de la comunidad, se obsesiona con un caso nunca resuelto: el asesinato de tres jóvenes, treinta años atrás, durante una noche de tormenta. Salinger, que viene tocado por una historia de culpa, intenta descifrar lo ocurrido. Nadie a su alrededor desea remover el pasado, como si aquel sangriento acontecimiento llevara consigo una maldición.
Escrita en un registro oscuro, La sustancia del mal genera cierta intranquilidad en el lector, desde la primera página: "Siempre es así. En el hielo, uno primero oye la voz de la Bestia, y luego muere. Grietas idénticas a aquella en la que me encontraba estaban llenas de montañeros y escaladores que habían perdido las fuerzas, la razón y, finalmente, la vida por culpa de esa voz. Una parte de mi mente, esa parte animal que conocía el terror porque había vivido en el terror durante millones de años, comprendía lo que la Bestia silbaba. Ocho letras: «Márchate». No estaba preparado para la voz de la Bestia".
El fenómeno es transversal y abarca escritores de distintos géneros, por ejemplo, Roberto Saviano. Hay un poso de malestar en lo que estos autores escriben
Lucca D'Andrea trabajó durante mucho tiempo con equipos de rescate en Los Dolomitas, en Bonzano. De ahí salió un documental, pero también el material para esta novela que reúne desde los ingredientes del suspenso psicológico hasta episodios más oscuros. Publicada ya en Italia, esta novela ambientada en las montañas del Tirol, levantó el interés de muchos en la Feria de Londres 2016, hasta el punto de vender en un tiempo récord a 31 editoriales de todo el mundo. Su éxito la encumbró en la lista de los más vendidos y será adaptada como serie de televisión por los productores de Gomorra. Sobre esta historia, y sobre la corriente de fondo de una literatura italiana sembrada en el malestar, conversa Luca D'Andrea en esta entrevista.
La naturaleza es la verdadera protagonista en esta historia, le atribuye incluso maldad. ¿Por qué?
El ser humano es una animal extraño. Tenemos un pie dentro de la naturaleza y otro fuera. Este equilibrio tan extraño a veces nos obliga a ver la naturaleza como algo bueno y bonito: flores, mariposas… Pero en realidad la naturaleza es una guerra constante por la supervivencia y nos damos cuenta sólo cuando no controlamos la situación.
"La naturaleza es una guerra constante por la supervivencia y nos damos cuenta sólo cuando no controlamos la situación"
No me ha contestado. Atribuye una cierta moralidad. Por ejemplo, es la naturaleza la que borra la escena del crimen.
Se convierte en algo malvado en relación con las acciones del ser humano. Quisiéramos una escena del crimen limpia y ella la borra. Nos gustaría que no hubiese una tormenta, pero ocurre y los protagonistas se pierden. Si se hubieran quedado en casa, esa tormenta habría sido propicia para una velada con amigos. Somos nosotros los que damos juicio moral a la naturaleza, ella no tiene ninguno.
Jeremiah, su protagonista, es un hombre a quien lo mata la culpa, que se obsesiona con un crimen. Su documentalista no intenta resolver un crimen, intenta resolverse a sí mismo.
La sustancia del mal es un libro que tiene varios niveles de lectura. Siempre digo que más que escritor, soy cocinero de hamburguesas. Quiero ser el mejor y que cuando alguien venga a probar una de mis hamburguesas, procuro que perciba un ingrediente secreto. La sustancia del mal también es una novela sobre la obsesión. Creo que el thriller es un tipo de narrativa popular que permite fotografiar algo muy interesante: el momento en el que por una presión exterior o interior, el código moral de una persona se rompe.
"La sustancia del mal también es una novela sobre la obsesión"
A eso usted añade un ambiente claustrofóbico. Elige un pequeño pueblo.
Todos los escritores tienen una brújula en su cabeza que señala determinados territorios y yo creo y temo que mi brújula está indicando territorios muy oscuros. Lo claustrofóbico es importante en esta novela. Y también lo es el hecho de que él sea extranjero, porque eso me permite que el protagonista perciba cosas que pasan desapercibidas para quien vive en el lugar. Es como las películas de Sergio Leone: llega un extranjero a una comunidad pequeña y rompe el equilibrio.
Tiene una experiencia previa como documentalista en la montaña, ¿eso influyó en su elección de Los Dolomitas para localizar el mal y el crimen?
En efecto, hice un trabajo de documentalismo en la montaña, con el servicio de socorro alpino. Fue un tiempo de grandes reflexiones, porque en determinadas situaciones, en las cotas altas, consigues espacios preciosos. Los Dolomitas en particular son preciosos, unos montes llenos de flores tropicales que son hermosas pero son mortales. Y ver a los que socorren y a las víctimas en ese escenario, te hace cuestionar algunas concepciones de la vida y de la muerte. La montaña siempre ha formado parte de mi entorno. Nací en Bolzano, una ciudad pequeña de cien mil habitantes, puedes coger la bici y subir a la montaña en media hora, por eso es natural que terminara escribiendo algo ambientado allí.
Lo que he querido hacer con La sustancia del mal ha sido poner de manifiesto un cierto tipo de terreno para desarrollarlo. Un poco como los territorios imaginarios de muchos grandes escritores como Stephen King o JO Nesbo. Creo que cada escritor diseña un lugar que luego modifica. La región de Bolzano donde esto ocurre es muy distinta de la original pero es verosímil.
"Se parecen mucho las novelas y las montañas. Yo me tengo que preparar mucho para ese maratón"
¿En qué se parece una novela a una montaña?
En el cansancio y el trabajo preparatorio que hay que hacer. Hay escritores que cogen el boli y empiezan a escribir sin saber adónde van a llegar. Cuando acaban, tienen cinco mil páginas. Les envidio un montón. No tengo tanto talento para hacer eso. Necesito trabajar durante meses: estructura, personajes, ambientación, mucho trabajo de investigación. Luego, hay poco de eso en la novela, porque su función no es ser una guía turística. Se parecen mucho las novelas y las montañas. Yo me tengo que preparar mucho para ese maratón.
Sobre la estructura y el ritmo. La novela está escrita en "cápsulas", casi como una escaleta
Es así. Sabía que esta historia tenía que contarse en primera persona, que fuese Jeremíah el que nos la contara. Cuando las personas se desfogan y hacen confesiones, y La sustancia del mal es una confesión, el personaje se desnuda y expone sus defectos. Así que he intentado hacer lo que hacen los actores, ponerme en la situación de alguien que no soy yo. Tiene cosas mías, algunas experiencias entran otras no. La estructura tenía que tener esos dos requisitos: un hilo narrativo desnudo y rápido. A la manera de las cajas chinas.
La primera persona siempre va a ciegas, o al menos aquí su narrador se comporta de esa forma.
Jeremiah Salinger no es un policía, no sabe cómo se hace una investigación, tiene acceso a muy poca información y además hay una comunidad en torno a él que es cada vez más hostil. Al mismo tiempo, su obsesión aumenta. Empieza a creerse las cosas más fantásticas. La satisfacción es que muchos lectores han empezado a creer en esas cosas tan imposibles.
El lector duda, en ocasiones, sobre si todo lo sobrenatural es producto de la obsesión de Jeremiah o si realmente ocurre.
Yo no creo en lo sobrenatural. Salinger tampoco. Es un documentalista, un hombre bastante concreto en sus acciones. El momento en que él comienza a creer en lo sobrenatural es cuando la obsesión lo ha devorado y creo que el lector es capaz de percibirlo, le llega con mucha fuerza.
"Una gran mayoría se dedica al thriller social: servicios secretos desviados, policía corrupta. Otros, un tipo de thriller más tranquilizador, como Camilleri"
El texto genera una cierta alienación
Entiendo a qué se refiere, es una de las cosas que tengo en común con Salinger: la tendencia a la obsesión. Soy como un bulldog que sigue los guardafangos de los coches. Cuando una persona se obsesiona con algo sólo ve eso y eso es lo que le ocurre a Salinger.
A partir de la crisis económica, el thriller se acentúa como género literario dominante. En Italia hay expresiones como usted o el propio Zilahy, ¿hay alguna razón que esté desatando un Spaghetti thriller? ¿La crisis política? ¿La incertidumbre?
En Italia hay dos tipos de escritores que escriben thriller. Me refiero al género en su definición amplia. Una gran mayoría se dedica al thriller social: servicios secretos desviados, policía corrupta. Otros, un tipo de thriller más tranquilizador, como Camilleri, con ese personaje tan amado. En otros libros fuera de Montalbano, Camilleri habla de la mafia. Es una tendencia nacida en los años noventa, que surgió con la crisis de los grandes periódicos.
"En la prensa no había dinero para hacer investigaciones. Entonces estos escritores, Carlo Lucarelli, Massimo Carlotto, Simone Sarasso, dicen: este trabajo lo vamos a hacer nosotros"
¿En qué sentido, exactamente?
No había dinero para hacer investigaciones. Entonces estos escritores, Carlo Lucarelli, Massimo Carlotto, Simone Sarasso, dicen: este trabajo lo vamos a hacer nosotros. La crisis económica de 2008, en mi opinión, creó otro tipo de escritores. Voy a hablar por mí. La sociedad entra dentro de la novela pero no para mostrarla. Lo que a mí me interesa es analizar el alma humana. Creo que el éxito del libro se debe al hecho de que personas de culturas e idiomas distintos se sienten cerca de los personajes del libro. Ese el auténtico y noble objetivo de la literatura. Un libro no puede cambiar el mundo, muchos libros en cambio sí nos pueden hacer entender que nos reímos o sufrimos ante las mismas cosas, que somos iguales unos y otros. En este momento el thriller como narrativa popular puede funcionar así.
¿De cuáles fuentes bebe su escritura?
Mi ADN literario está compuesto por autores norteamericanos, Stephen King sobre todo. Él es uno de los máximos exponentes del siglo XX literario y ha ejercido influencia en autores de distintos géneros. Otra influencia es Jo Nesbo, aunque no soy de la escuela Chandler: no me gustan los personajes seriales. La diferencia entre nuestra generación y las anteriores es el hecho de que somos la primera generación que no se ha construido plenamente con los libros, sino también con la televisión, el cine, la música. Todo eso entra ahí.