El Teatro Real repondrá desde el 19 de enero hasta el 24 de febrero el montaje de La Flauta mágica del australiano Barrie Kosky, una producción que ya se presentó en enero de 2016, y que está inspirada en el cine mudo de los años 20. Con referentes del mundo del comic y el pop art, Kosky convierte a de Papageno en un Buster Keaton y transforma a Pamina en Louise Brooks.
La Flauta mágica es una de las últimas obras de Mozart. Fue estrenada en Viena, en 1791, bajo la dirección del propio Mozart, apenas dos meses antes de su muerte. Al momento de escribirla, el compositor atravesaba días malos: escaseaban el dinero y los encargos. Su ánimo, su salud y su hacienda menguaban con la misma intensidad. Fue entonces cuando el empresario teatral, actor y poeta Emanuel Schikaneder, tocó a su puerta.Ambos pertenecían a la misma logia masónica.
Schikaneder escribió el libreto y Mozart la música, que completó a la vez que cumplía con algunos encargos, entre ellos La clemencia de Tito, ópera que se estrenaría en la boda de Leopoldo II, en Praga. Fue así, entre penurias anímicas y económicas, como surgió una de las óperas ─en realidad un singspiel, que mezcla texto hablado y cantado─ más conocidas y hasta hoy más representadas del mundo, y cuyo éxito tanto entonces como hoy muchos atribuyen a su marcado carácter popular.
Fue estrenada en Viena, en 1791, bajo la dirección del propio Mozart, apenas dos meses antes de su muerte
La obra se centra en la historia de amor entre el príncipe Tamino y la joven Pamina, hija de la malvada Reina de la Noche, encargada del aria más conocida de toda la obra. Todo comienza cuando la reina promete a Tamino ceder la mano de su hija si consigue rescatarla de las manos de Sarastro, sumo sacerdote de Isis y osiris. Junto a Papageno, el hombre pájaro, el príncipe se adentra en los dominios de Sarastro y muy pronto descubre de la que la reina lo ha engañado. Sarastro no es el malvado, sino ella. Para quedarse junto a Pamina, el joven tendrá que completar una serie pruebas que lo plantarán ante símbolos y personajes.
La lectura más obvia se centra en la lucha entre el bien y el mal , propone una búsqueda una búsqueda más profunda hacia la iluminación y el conocimiento, que es donde recae el simbolismo masónico de La Flauta Mágica, y a la cual se han dedicado dos actividades los días 11 de febrero (18.00 horas) y 13 de febrero (12.00 horas): una visita especial a la cámara acorazada del Museo Arqueológico Nacional, donde se podrán ver medallas esotéricas, amuletos y talismanes de sociedades secretas, incluidas la masonería.
La flauta mágica recoge las tensiones del contexto en el que fue escrita. La Revolución Francesa está en curso y el ascenso de Leopoldo II tras la muerte de su hermano José marcan la prohibición de toda logia masónica, ya que las identifica con la propia Revolución Francesa y las considera elementos desestabilizadores del Estado. Los ideales masónicos habían conseguido prender con facilidad en el espíritu de Mozart: sus ideales de igualdad, solidaridad y fraternidad, así como la búsqueda del conocimiento. Casi todas estas ideas, presentes en la Ilustración, encuentran eco en la simbología y el argumento de esta singspiel, en la que se atribuyen tanto a Mozart como a Schikaneder un alegato masónico.
El montaje
Una vez más, el Teatro Real elige el montaje ideado por Suzanne Andrade, Paul Barritt y Barrie Kosky, que se presentó en el coliseo en enero de 2016. Esta es la cuarta vez que se presenta el título mozartiano desde la reapertura del Teatro Real. La primera fue en enero de 2001 (Frans Brüggen / Marco Arturo Marelli), la siguiente julio de 2005 (Marc Minkowski / La Fura dels Baus) y la ya mencionada producción, en enero de 2016.La puesta en escena del director australiano Barrie Kosky, estrenada en la Ópera Cómica de Berlín en 2012, devuelve a La flauta mágica su carácter de alegoría moral para todos los públicos, pero dotándola de múltiples capas interpretativas.
La totalidad de la obra aloja en su interior desde el cuento infantil hasta la reflexión filosófica, así como una amplia gama de referencias estéticas: cine mudo al vodevil y el cabaret. Para la creación de esta dramaturgia, Kosky se apoyó en Berlín en el Grupo 1927. Despojada de los diálogos, las partes habladas se reducen a frases proyectadas que se corresponden con el gesto de los cantantes. La producción carece de decorados y en ella los cantantes interactúan con las proyecciones de una película de animación que sustituye el decorado convencional. El personaje de Papageno se reviste de Buster Keaton o Pamina se transforma en Louise Brooks.
El director musical de Teatro Real, Ivor Bolton, estará al mando del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real y de los Pequeños cantores de la JORCAM, así como de un doble reparto: Andrea Mastroni y Rafal Siwek (Sarastro/Orador), Stanislas de Barbeyrac y Paul Appleby (Tamino), Albina Shagimuratova, Aleksandra Olczyk y Rocío Pérez (La Reina de la Noche), Anett Fritsch y Olga Peretyatko (Pamina), Ruth Rosique (Papagena), Andreas Wolf y Joan Martín-Royo (Papageno) y Mikeldi Atxalandabaso (Monostatos), que estarán secundados por las tres damas de Elena Copons, Gemma Coma-Alabert, Marie-Luise Dreßen y los dos hombres con armadura interpretados por Antonio Lozano y Felipe Bou.