¡Hoy es 8 de marzo, día de la mujer trabajadora! Si ya me han leído alguna vez sabrán que soy bastante crítica con el feminismo actual. Quizá esperen un análisis cultural que muestre las falsas premisas del feminismo militante. Pueden esperar sentados. ¿Para qué iba a escribir sobre esto? Hace años que vengo diciendo que la batalla final sería entre feministas y transexuales, y nadie me hizo caso. No se preocupen, estoy acostumbrada a que nadie me haga caso, especialmente desde que soy madre. Lo importante ahora es que les voy a hablarles de alguien que podría interesarles en este día tan señalado.
Javier Santamarta es un autor polivalente, ha tocado todo tipo de ramas humanísticas (si queremos incluir el periodismo dentro de éstas). Es politólogo, escritor de ensayos históricos y está muy comprometido con la ayuda humanitaria (es uno de los expertos de la Comisión Europea, y profesor de la Escuela de Guerra en el Departamento de Misiones de Paz). En Vozpópuli tuvimos el honor de contar con su pluma como colaborador, pero ha pasado también por EsRadio, La aventura de la historia, La Escóbula de la Brújula, ABC y El Mundo.
Durante los últimos años, el 8-M se ha convertido en una mezcla de aburrimiento, risotadas e indignación para aquellos que lo miramos desde la barrera comiendo palomitas. Para compensar esta monotonía que hace tiempo que dejó de tener gracia podemos echar mano del ensayo de Santamarta: Siempre estuvieron ellas. Galería histórica de hispanas memorables, una obra muy amena con la que profundizar en la riqueza de nuestra historia a través de los personajes femeninos más destacados. El valor añadido de este ensayo es que queda libre de toda sospecha ideológica por parte de su autor: si una feminista al uso oteara el twitter de Don Javier seguramente diría que es un boomer señoro, garantía de calidad para coger el libro con gusto sin temer encontrarse con tediosas soflamas feministas a lo largo de su lectura. Santamarta, sin embargo, no sólo no ignora las dificultades a las que se han enfrentado las mujeres por su condición, sino que nos cuenta cómo las fueron sorteando nuestras hispanas ilustres.
El prefacio, en este sentido, es toda una declaración de intenciones que muestra lo que acabo de comentar. Las primeras palabras de éste son “Yo no soy mujer. Nadie es perfecto. Pero, como hombre, reconozco que siempre he admirado y me han fascinado los personajes femeninos de la Historia, muy especialmente los de España”. Este “Capítulo Cero”, como lo llama el autor, se titula “Matria”, a pesar de la controversia que implica (pues nos remite al antagonismo entre lo masculino y lo femenino). Esta interpretación del término es etimológicamente más reciente, mientras que Santamarta apunta más bien a algo muy anterior:
“La Matria no es sino esa propia tierra a la que pertenecemos y cuyo sentimiento es el que nos hace sentirnos más arraigados a la tierra donde nacimos. No por nacionalismo. Nada que ver. Sino porque es la Madre donde, en efecto, se convierte en el refugio y el referente de donde provenimos.
Y España que tanto se dice que ha sido más madrastra que madre (yo mismo así lo cité) con sus hijos e hijas, he de decir que ha sido el lugar donde más ha arraigado sin que lo sepamos, el sentimiento atávico de una Matria Hispana a la que pertenecemos. Al margen de sexo y condición. Y en ella nacieron irrepetibles hijas de las que estar todos orgullosos y sobre los que merece la pena parar y revivir con ellas sus apasionantes vidas.”
Este prefacio del ensayo deja al lector constantemente con la miel en los labios pues, para explicar nuestro autor su visión de lo femenino en la hispanidad, va enumerando diferentes teorías y recordando a nuestras mujeres más prominentes, pero sin entrar en profundidad en la historia de las mencionadas. En este sentido, bien podría sacar Santamarta un segundo tomo de Siempre estuvieron ellas tan sólo de este interesantísimo capítulo cero. Aunque quizá en esto radica el encanto del libro: las mujeres mencionadas al inicio son más o menos conocidas por el público con un nivel de cultura general aceptable, mientras que el resto de capítulos están dedicados a personajes femeninos que han pasado injustamente más desapercibidos. De hecho, con excepción de Doña Marina (Malinche), no conocía a ninguna de ellas antes de leer el ensayo. Por todo lo mencionado, recomiendo vivamente esta obra, que se lee con mucha facilidad y desde la que podemos celebrar nuestra patria a través de estos personajes femeninos con vidas tan destacadas como interesantes. Disfruten.