Entre diario, ensayo y poesía, y profusamente ilustrado por él mismo, De la finitud es el libro que Günter Grass escribió durante sus últimos años. Lo publicó Alfaguara hace ya una semana. Este 13 de abril, fecha en la se cumple un año de la muerte del Nobel alemán, parece una ocasión propicia para asomarse al vértigo de estas páginas. Un hombre arrancándose certezas, como si el cándido de Voltaire hubiese deshecho su jardín con acompasadas y tranquilas azadas: la de quienes ya no esperan nada.
Alfaguara publicó De la finitud hace ya una semana. Este 13 de abril se cumple un año de la muerte del Nobel alemán
Hay quienes aseguran que de las palabras de despedida de Günter Grass se levanta de nuevo su voz, lista para propinar golpes contra la necedad de un mundo ignorante de sus propias tragedias. “En él hallamos la lúcida mirada, alejada de toda melancolía, de un hombre que se enfrenta a la muerte con ironía”, aseguran sus editores. Y así lo procura el alemán en poemas como Autorretrato o Adiós a la carne. Cartas, dibujos, poemas, pequeñas entradas de un dietario que tiene algo de definitivo. Todas las formas posibles de irse de la vida, acaso porque ella decidió marcharse antes.
Poco antes de su muerte, en 2012, el alemán publicó un durísimo poema contra el Estado de Israel. Entonces Bernard Henri-Lévy le acusó de senil y necio fascista. Aquel episodio fue bautizado por el filósofo francés como su primera muerte. Y puede, en el fondo, que así fuese. Convertido con el paso de los años en una figura de peso político e intelectual, Günter Grass desarrolló en su obra, desde muy pronto, la rara propiedad de demoler y estremecer. Lo mismo ocurre con De la finitud.
En estas páginas, Günter Grass se despide de los dientes que le quedan –de los 32 originales, resta uno célibe que quisiera mostrarle “firmeza”-, de sus pipas, de sus recuerdos y sus fantasmas. Es el libro de alguien que va a morir. Alguien cansado por igual de Europa como de sus propios huesos. A ratos irónico y melancólico, en otros autocompasivo y grave como quien no puede dejar de mirar atrás. Hay una lucidez hiriente en todo cuanto apunta. Desde el peso de la historia en la realidad actual hasta sus ideas sobre el hombre, del que solo le queda una certeza: su capacidad de autodestrucción.
Günter Grass desarrolló en su obra, desde muy pronto, la rara propiedad de demoler y estremecer. Lo mismo ocurre con De la finitud
“Hemos sido marcados por la II Guerra Mundial. Y lo más terrible son los efectos a largo plazo, que siguen y siguen. Por lo mismo mi generación está más atenta a los problemas del presente mientras que alrededor parece ahora que nos estemos metiendo en una III Guerra Mundial sin que podamos decir cuándo empezó”. La lectura que hace Grass del pasado y del presente, precipitan en una rara reacción en la que desencanto y sabiduría van a parar al mismo sumidero. Él ya no espera nada mejor, ni siquiera nada distinto.
"Hemos perdido la capacidad de entender los errores que hemos cometido nosotros después de 1989 (…) No es pesimismo. Me baso en la experiencia y en los fallos que hemos cometido, algo que se puede comprobar históricamente, así que tengo dudas de que el hombre vaya a mejorar. O al tiempo que sigue analizando el mundo que le rodea”, escribe. Su obra, su madre, sus miedos y certezas; su infancia, la Europa mostrenca del siglo XX. El armario de las ideologías con sus muchas perchas fantasmales. Un libro desolador, el más desencantado de todos los póstumos.
Considerado el más importante escritor en lengua alemana de la posguerra y un referente político en su país, Grass alcanzó fama mundial con la publicación de El tambor de hojalata, en 1959. Cuarenta años después, en 1999, recibió los dos más prestigiosos galardones del ámbito literario mundial, el Nobel y el Príncipe de Asturias de las Letras, en reconocimiento a su dilatada trayectoria como escritor. Junto a El tambor de hojalata, destacan en su producción literaria obras como Pelando la cebolla (2006), su polémico libro de memorias; A paso de cangrejo (2002), Mi siglo (1999), Es cuento largo (1995), Encuentro en Telga, El rodaballo (1977), Años de perro(1963) o El gato y el ratón (1961).