Cultura

Cicerón: consejos antiguos para gobernar hoy

Si alguna vez les da por ir a hacer una visita a la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia, verán en una de sus salas un fresco en el que se ven a unos señores togados (pero con toga blanca) junto con una leyenda que dice: “quosque tandem abutere Catilina patientia nostra”. Es una frase de la Primera Catilinaria que Cicerón dirigió contra su enemigo, en las urnas primero y con las armas después, Lucio Sergio Catalina. Las frases y opiniones de Cicerón, jurista, político y estadista romano, siguen estando presentes hoy en día.

  • Marco Tulio Cicerón (Wikimedia Commons).

Cicerón, que vivió en la época, quizás, mas apasionante de aquella Roma corrupta y cruel, mas grandiosa y eterna, la desaparición de la República y el comienzo del Imperio, y que sin ser miembro de la privilegiada clase patricia llegó a lo más alto de los cargos políticos, dejó para la posteridad, no solo sus discursos jurídicos, sino también consejos y guías prácticas para los políticos de su futuro.

Philip Freeman, un especialista en lenguas clásicas, ha compendiado una antología de esas ideas y consejos políticos en un libro intitulado Cómo gobernar un país. Una guía antigua para políticos modernos (Ed. Crítica), y en ella podemos ver que las afirmaciones del romano están de perfecta actualidad. Y si no vean:

1.- El gobernante debe poseer una integridad excepcional: Cicerón pensaba que los gobernantes del país debían destacar por su coraje, su aptitud y su resolución.

2.- Inteligencia, perspicacia y elocuencia: lo primero que debe poseer el político es conocimiento (meticuloso, decía Cicerón) de lo que habla. Después, debe saber decirlo y para ello debía poseer agudeza y erudición, no solo para elegir las palabras, sino también para saber colocarlas correctamente. En un mundo en el que la oratoria era fundamental en todos los órdenes, en la política se convertía en pieza clave (si bien se ha de tener cuidado, porque Cicerón también pensaba, cosas de su época y de la enorme importancia de la oratoria – no había redes sociales, ni televisión, etc. – que “no hay nada tan increíble que la oratoria no pueda volverlo aceptable”). Curiosamente ya en la época de Cicerón se hacía notar una neolengua (los que hemos estudiado latín en aquel denostado pero extraordinario bachillerato recordamos el nuevo y el viejo latín y sus diferentes formas, incluso, de pronunciación), y contra ella se pronunciaba Cicerón (¿recuerdan algún político/a diciendo cosas como “miembra”?).

3.- La corrupción destruye una nación: Los que sigan estas publicaciones habrán leído los breves apuntes que hemos hecho sobre la corrupción, como aquel sobre el duque de Lerma, el de Uceda o el caso del estraperlo. Pues bien, Cicerón, en la corrupta Roma, ya clamaba contra ella y afirmaba que los sobornos y el fraude “desalentaban a la ciudadanía y la hace presa de la cólera y la incita a la rebelión…”. Y además, no se sabe si en una advertencia a los gobernantes, Cicerón afirmaba que “el buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretende hacerse superior a las leyes”.

Marco Tulio Cicerón.4.- No hay que subir los impuestos: es de suponer que, aunque preclaro, Cicerón todavía no conocía los sesudos cálculos que han dado como resultado la famosa curva de Laffer según la cual en un momento dado la presión fiscal, si se hace excesiva, llevará consigo el descenso en los ingresos por impuestos de un país. Pero ya anunciaba que “quien gobierne una nación debe encargarse de que cada uno conserve lo que es suyo y de que no disminuyan por obra del Estado los bienes de ningún ciudadano”, y que “también es deber de quienes gobiernan un Estado garantizar la abundancia de cuanto se requiere para vivir”. A algún ministro de Hacienda actual le debería entrar sarpullido.

5.- El mejor gobierno es un equilibrio de poderes: nada menos. Para Cicerón la equidad era indispensable, el equilibrio, pero con supervisión ya que es fácil que “el rey degenere en déspota; la aristocracia, en facción; y la democracia, en turba y rebelión”. Para remediarlo, Cicerón, en visionarios términos, afirmaba que “el ejecutivo deberá tener cualidades descollantes propias de un soberano, pero siempre concediendo autoridad a los próceres y al juicio y la voluntad de la multitud”.

Dejémoslo aquí (“no escribas más Claudio, no escribas más”). Hay más consejos. También tiene una serie de ellos para ganar elecciones, pero creo que con los dichos a más de un político de los de hoy, patrio o extraño, se le debería subir el rubor a la cara.

Ah, y por si se preguntan si es posible llevar a la práctica esos consejos, siguiendo en Roma pero con un español (de los de entonces) al mando, veamos su realidad. Trajano, sevillano (vale, hispalense), primer emperador no nacido en Roma, se encuentra a su ascensión al trono de los césares un imperio en no muy buen estado tras el catastrófico paso de Domiciano por el poder. ¿Y qué hace? Aunque las arcas están vacías no sube los impuestos: recure a la devaluación de moneda, recorta gastos, pero no en lo social (promueve una campaña de distribución de alimentos entre los más necesitados); predica con el ejemplo y decide así hacer públicos los gastos de la familia imperial; inicia una campaña contra los senadores y gobernadores de provincias corruptos y ahí es nada, les obliga a devolver lo malversado y los destierra; pacta con el Senado y organiza una “Liga” de la época con sus verdes y azules en las carreras de cuadrigas (remozando el Circo Máximo con capacidad para 250.000 espectadores, ¡más que el Bernabéu y el Nou Camp juntos!), y todo eso sin contar con las enormes obras de infraestructura que realiza por todo el imperio, al cual defiende en sus fronteras con las armas en la mano. El pueblo, evidentemente, lo adora. Los que están a su lado no tanto, y al final muere por una conspiración urdida entre su esposa y su sobrino Adriano, también hispano (ya ven, ¡si va a ser verdad que lo llevamos en los genes!), y que le sucede en el trono. No sé a ustedes, pero a mí me parece que todo lo narrado es muy actual.

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