Cultura

¿Te harías indonesio para vivir en el país perfecto?

La igualdad ante la ley sólo cuaja en una comunidad que se reconoce como tal previamente

Anoche tuve un sueño. Volvía de la frutería a casa con dos bolsas muy pesadas, pero mayor era la carga que soportaba mi conciencia: España estaba al borde de la desintegración. Abrumado, me detuve junto a un banco y apoyé las bolsas. De las ventanas abiertas, de los portales y del bar El Paleto comenzó a salir un rumor que en seguida se convirtió en algarabía, como si la selección hubiera ganado el mundial. Pregunté a un vecino que pasaba por allí.

-¿No lo sabes? -me dijo- ¡Hay un acuerdo para una reforma constitucional!

-¿Para crear una confederación? -pregunté, temiéndome lo peor.

-¡No, al contrario! A partir de ahora seremos ciudadanos libres e iguales, todos con los mismos derechos, bajo el imperio de la ley, con instituciones independientes, solidaridad entre territorios, presunción de inocencia, libertad de expresión, derechos civiles, políticos y sociales garantizados.

-¡Qué maravilla! -exclamé emocionado- Ya no creía que esto fuera posible en España.

-¿España? No, si hablo de Indonesia.

-¿Indonesia? No entiendo.

-Sí, han reformado su Constitución, se han convertido en una democracia liberal perfecta, como no ha habido otra igual. Y lo mejor es que han invitado a todos los ciudadanos del mundo a mudarnos allí. Así que, ya que España no tiene remedio, podemos irnos al sureste asiático.

-Pero yo no quiero irme a Indonesia.

-¿Por qué no? Mira lo que dice el artículo 1 de la nueva constitución: “Indonesia se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. ¡Es el mismo que el de la Constitución del 78! Sólo que allí sí que se va a cumplir, ya lo verás.

-Pero, ¿y qué pasa con España?

-¿Qué más da? Allí seremos también una nación política, una nación de ciudadanos libres e iguales. ¿No lo entiendes? Se ha fundado la nación perfecta. ¿Qué más da cómo se llame, España, Indonesia o Sildavia? ¡Todas las naciones son contingentes! ¿O es que eres nacionalista?

Aquí es cuando vendría lo de que me desperté sudando si este sueño hubiera sido real y no una narración para insistir en que ninguna defensa de la unidad de España se sostiene sin la existencia de un vínculo anterior entre españoles que se resiste a ser definido. Naturalmente, una persona de izquierdas podría tener una pesadilla similar: la fórmula “la patria es un hospital” alcanzaría su mejor manifestación en unos servicios públicos excelentes, perfectamente dotados, dentro de una sociedad feminista, ecologista y animalista emancipada de la opresión del capitalismo y del heteropatriarcado, libre de fascismo, de monarquía y de Iglesia católica, un paraíso que, sin embargo, estaría ubicado en Lagos, Nigeria.

Al protestar, se informaría al soñador de que, dado que son los derechos humanos los que nos guían, sería profundamente injusto ponerse a construir hospitales en España cuando en África hacen mucha más falta. ¿Y acaso no vale lo mismo toda vida humana? ¿Vas a decir que la tuya vale más por ser occidental? ¿Podemos negar que las necesidades en Nigeria son mucho más acuciantes? ¡Las naciones son contingentes! ¡La Constitución no es nada al lado de la Declaración de Derechos Humanos! España es plurinacional y, ¿sabes lo que también es plurinacional? ¡Nuestro planeta! ¡Sólo tenemos uno y nos lo estamos cargando! ¿Y tú te dices de izquierdas? Ya, como Felipe González…

A la derecha le falta aterrizar la igualdad formal en políticas sociales que sustancien esas obligaciones, ese vínculo

No sé explicar de otra manera que la patria no es un hospital, sino que el hospital es posible porque antes hay una patria. Y que la igualdad ante la ley sólo cuaja en una comunidad que se reconoce como tal previamente. Y que la trama de afectos a la que tantas veces aluden nuestros liberales no es la consecuencia sino la condición para una Constitución. Y que esa trama, ese vínculo previo, consiste en la existencia de un "nosotros" del que se derivan unas obligaciones recíprocas. Y que se podrá discutir el alcance y la forma de estas obligaciones, pero no el "nosotros", no la unidad, no la nación española. Y que el simple hecho de ponerla en duda ya hace temblar los cimientos del edificio, como estamos viendo. Y que a la derecha le falta aterrizar esa igualdad formal en políticas sociales que sustancien esas obligaciones, ese vínculo. Y que, por mucho que diga Errejón, la llamada “agenda social” es incompatible con la llamada “agenda plurinacional”, porque supone sustituir el vínculo afectivo por una negociación de intereses locales.

Ni indonesios ni nigerianos: es hora de despertar del sueño y reconocer que cualquier futuro pasa por seguir siendo españoles.

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