Cultura

La factura cultural de la invasión

Desde el Bolshoi al Palau de la Música, pasando por el Museo Ruso de Málaga, se tambalea la circulación de contenidos artísticos del país de Putin

  • "Caballería roja" (1932), de Kazimir Malévich, que se expone en Málaga hasta finales de abril

Van cayendo los titulares como fichas de dominó. El primero relevante fue “Disney, Sony y Warner no estrenarán sus películas en Rusia”. Curiosamente, la compañía de Mickey Mouse fue la primera gran empresa audiovisual en dar el paso, con los reflejos de quien pasó en esta trinchera toda la Guerra Fría. Más tarde fue Madonna quien subió a redes un retrato donde el rostro de Putin se fusionaba con el de Hitler, obra del artista valenciano Jesús Arrué. También se ha significado la plataforma audiovisual Netflix, negándose a cumplir la nueva ley que obliga a emitir veinte canales rusos a las empresas de ‘streaming’ con más de cien mil usuarios (curiosamente, Netflix es copropietaria de uno de los canales que se resiste a acoger, Channel One).

Uno de los frentes principales de guerra esta en el Bolshoi, emblema cultural del país. Vladimir Urin, director de la institución, es uno de las tres figuras firmantes de una carta contra la invasión de Ucrania. El gesto de Urin es relevante porque es poseedor del título de ‘Artista del pueblo’ y además en 2014 se mostró partidario de la anexión de Crimea. “Entre nosotros están los hijos y nietos de los que lucharon en la Gran Guerra, testigos y participantes de ese enfrentamiento. En cada uno de nosotros pervive una memoria genética de la guerra. No queremos una nueva guerra, no queremos que la gente muera”, dice la misiva que enlazamos en Vozpópuli.

Los otros dos firmantes son Andrei Moguchy, responsable del Teatro Dramático Bolshoi de San Petersburgo, y Valery Fokin, director artístico del prestigioso teatro Alexandrisnky en la misma ciudad. El Bolshoi está sufriendo una serie de rápidas cancelaciones, desde la suspensión del concierto de Plácido Domingo el próximo día 8 hasta el abandono del coreógrafo Alexei Ratmansky, que renuncia a estrenar su nueva obra. Una de las reacciones culturales más tempranas, nada más comenzar la invasión, fue la cancelación de la temporada del Bolshoi en Londres, hace justo cuatro días.

Putin desata la guerra cultural con la invasión

Por supuesto, también hay artistas favorables a Vladimir Putin, que están pagando un precio por su posicionamiento. El mundialmente prestigioso director Valery Gergiev se ha negado a condenar la invasión de Ucrania. El emblemático Teatro de la Scala de Milán prescindió de sus servicios por no acceder a firmar una condena expresa del ataque. Gergiev también fue despedido por Felsner Artists, la agencia que le representa, y también ha perdido su titularidad en la orquesta Filarmónica de Munich.

El objetivo de la actual exposición en el Museo Ruso de Málaga es reflexionar sobre las guerras en las que ha intervenido Rusia y evitar que lo acontecido se vuelva a repetir

El Palau de la Música de Barcelona también canceló el concierto del pianista Denis Matsuev, previsto para el próximo 5 de marzo. Matsuev es una personalidad muy cercana a Vladimir Putin y firmó el documento de apoyo a la invasión de Crimea en 2014. Otros instituciones que han cancelado sus conciertos son la Filarmónica de Viena y del Carnegie Hall de Nueva York. En 2018, Matsuev fue condecorado por el propio Putin.

Por su parte, el Museo Ruso de Málaga está pendiente de la evolución del conflicto bélico y de la sanciones a Rusia para decidir sobre sus actividades. La exposición que acoge ahora mismo no puede ser más oportuna: Guerra y Paz en el arte ruso, que consta de 180 obras. La frase final del texto ninformativo de la web dice lo siguiente: “La Gran Guerra Patria y sus consecuencias siguen vivas en el recuerdo de la sociedad rusa, y así se refleja en las obras Gueli Kórzhev, Borís Ugárov o Andréi Mílnikov, con el objetivo de reflexionar sobre lo acontecido y evitar que se vuelva a repetir”. Está claro que se trataba de una aspiración demasiado optimista.

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