Hacer una película sobre Isabel la Católica era una vieja aspiración del productor norteamericano Samuel Bronston en la que se cruzó fugazmente el talento de Fernando Sánchez Dragó. Bronston, artífice de la construcción de un Hollywood español durante una década, entre finales de los 50 y mediados de los 60, se puso en contacto con el escritor casi dos décadas después, a raíz del éxito masivo de su obra Gárgoris y Habidis, para que escribiera el guion de una película sobre la reina española.
Sánchez Dragó recordaba hace poco más de un mes este viejo proyecto, envuelto como estaba entonces en los preparativos de la moción de censura de Vox con Ramón Tamames, y en las reacciones al Premio de las Letras que le había concedido la Junta de Castilla y León. Las exigencias de la actualidad obligaron a posponer en varias ocasiones la conversación con Vozpopuli. “No soy amigo de concertar citas, prefiero salir al encuentro de la vida”, explicaba entonces, con una jovialidad y energía que no hacían prever el desenlace fatal que hemos conocido este lunes.
Pero al final encontró un rato para hablar de un proyecto que no llegó a hacerse realidad, y que formará parte de un documental sobre Samuel Bronston que prepara actualmente el director Juan Antonio Tirado. “Nuestro objetivo es explicar lo mucho que la industria del cine español le debe a Bronston, cuyas películas sirvieron de cantera para muchos profesionales”, explica Isabel Vela, productora de Mata Films, la responsable del proyecto. “Puso una semilla que dio frutos. Uno de los más visibles es el caso del director artístico Gil Parrondo, que comenzó con él y luego trabajó en Hollywood, donde incluso consiguió un Óscar”.
El proyecto de Isabel la Católica arranca de la etapa final de Bronston en España. Iba a ser su siguiente película tras el fracaso de El fabuloso mundo del circo, según explican Miguel Losada y Víctor Matellano en su ensayo El Hollywood español. Incluso estaba contratada la actriz Glenda Jackson para interpretar a la reina, y muy avanzada la producción, pero se quedó en agua de borrajas porque Bronston “perdió la confianza de su inversor principal, así como el beneplácito de la administración española, que siempre lo había favorecido”, según el libro mencionado.
Isabel y Sánchez Dragó
En realidad, el proyecto de Isabel de España, pues ese era su título original, obedecía a una doble motivación: por un lado, la fascinación que el personaje despertaba en el productor norteamericano -que se confirmó al intentar retomar el proyecto con Sánchez Dragó quince años después- pero también a su afán por engrasar sus buenas relaciones con el régimen de Franco. Pero no pudo ser y el imperio Bronston comenzó su derrumbe.
Proporcionaron a Fernando la viagra de la época, que era un potaje frío de testículos de toro
No sabía nada de este proyecto inicial Sánchez Dragó cuando habló con Vozpopuli, aunque tenía algunos recuerdos de aquella época. “Cuando Bronston estuvo en España yo tenía unos veinte años y no llegué a conocerle, aunque estuve a punto de ser contratado como extra para La caída del imperio romano, recordaba Dragó. “Pero es claro que lo que montó aquí fue un elemento esencial de nuestro imaginario cultural”.
Pero fue mucho después cuando la productora de Bronston se puso en contacto con el escritor, pues pretendía retomar el proyecto, aunque, de nuevo, se quedaría en el cajón de las ideas que no llegan a buen puerto. “Me hubiera gustado escribir esa película porque Isabel es un personaje muy interesante. España como proyecto sugestivo de vida común se vertebra en torno a ella, con hitos tan formidables como la conquista de Granada o la conquista de América, que fue conquista, pero nunca colonización, pues aquellos lugares fueron provincias del Imperio español”, explica el escritor Pero entonces, la salud del productor empeoró rápidamente, con un alzheimer que le impedía trabajar, y todos sus planes cayeron.
El escritor creía que se pusieron en contacto con él por el éxito de su obra Gárgoris y Habidis, donde hacía una reelaboración mítica y legendaria de la historia de España, ciclo literario que fue el éxito principal de su carrera. “Fue el libro más vendido durante muchos años y me convirtió en el niño mimado de la literatura española”, recordaba Fernando Sánchez Dragó, quien suponía que querrían evocar la historia con cierta libertad y sin ceñirse exclusivamente a los hechos históricos crudos.
En línea con esa vocación legendaria, el escritor se reconocía muy interesado por el retrato que el novelista y ensayista argentino Abel Posse realizó de la reina en su obra Los perros del paraíso, de su Trilogía Americana. "Allí aparece una Isabel casi hippy, muy moderna y desenvuelta. Transmite una idea sorprendente de ella”. Y añadía: “Isabel en plan plasta no da mucho de sí como personaje de novela. Pero los escritores solemos buscar atisbos de realidad, leyendas más o menos literarias. Eso es lo que más me interesaba del personaje”.
Y como ejemplo del tipo de asuntos que hubiéramos podido esperar de un guion suyo cuenta una historia relativa a su cónyuge. Una de las historias en las que lo privado y lo público se entrecruzan con elementos sorprendentes. “Cuando Isabel muere, lo hace sin heredero varón y Fernando el Católico busca a toda costa engendrar descendencia masculina con doña Germana, lo que hubiera supuesto romper la unidad entre los reinos”, recordaba el escritor. “La Corte le organizó un fin de semana en Carrioncillo del Conde, cerca de Medina del Campo, para ver si la deja preñada. Y le proporcionaron la viagra de la época, que era un potaje frío de testículos de toro”, según describen los cronistas. Pero no logró su objetivo y el potaje pudo ser quizás causa de su muerte. Y ahí quedó sancionada la unidad de España”.