Paco Gento no se consideraba importante. Si alguien se hubiese ofrecido para escribirle una biografía, él habría respondido como de costumbre: torciendo el gesto, mascullando una de esas interjecciones desdeñosas con las que siempre acogía elogios y adulaciones. «No digas tonterías», supongo que habría sentenciado.
Tengo para mí, sin embargo, que el libro que acaba de publicar su sobrino, mi tío, José Luis Llorente, le ha robado una sonrisa allá donde esté. Gento Real (Geoplaneta, 2024) no es exactamente una biografía, sino «una visión personal» de un club, el Real Madrid, y de uno de sus más singulares héroes, la Galerna del Cantábrico. También una inmersión en los orígenes de una familia ―la de Paco, la del autor, la mía― que ha escrito, ¡que sigue escribiendo!, una de las páginas más asombrosas del deporte español.
Pregunta: El protagonista de tu biografía se veía a sí mismo indigno de tal cosa como una biografía.Respuesta: Yo se lo propuse varias veces, incluso con la complicidad de su hijo, mi primo, tu tío, Paco. Pero no había manera. Ni siquiera respondía; se limitaba a hacer un gesto desdeñoso con la cabeza, como quitándose a sí mismo importancia. Eso hizo que yo dudase de la conveniencia de escribirla.
P: Pero, aun así, terminaste escribiéndola.R: Me decidió el hecho de que disfrutara tantísimo cuando le leía algún artículo que publicaba sobre él en La Galerna (lagalerna.com). Además, tampoco iba a ser una biografía en sentido estricto. Es, más que eso, una visión personal de una época con Paco Gento como hilo conductor. Sin ningún ánimo de exhaustividad, por otra parte.
P: El libro empieza en Guarnizo, en la infancia de Paco, cuando los niños tenían que buscarse la vida para jugar al fútbol y lo hacían, además, con algo que sólo siendo muy generosos podríamos llamar balón.R: Jugaban con lo que tenían. Los balones de cuero eran muy caros, demasiado, y los de goma ni siquiera existían. Los niños fabricaban pelotas con lo que se encontraban por ahí y les daban patadas donde fuera.
P: Qué época.R: Durísima. He escrito el libro también para que las generaciones modernas conozcan el mérito de aquellos primeros jugadores que, además de formarse en la hostilidad de la calle o del campo, lo hicieron sin medios. Ni siquiera podían imaginar lo que era un balón de reglamento. Para los niños de la posguerra, el fútbol profesional ―desaparecido durante la Guerra Civil― era algo así como una entelequia.
P: Cualquier lugar, lo dices en el libro, era susceptible de convertirse en una cancha o en un gimnasio.R: Hablo del «centro de alto rendimiento de Guarnizo», entre vacas y gallinas. Como primogénito varón, a Paco, como a muchos adolescentes de aquellos días, le tocó ayudar en las tareas familiares. Entre otras cosas, pastoreaba vacas y a mí, la verdad, siendo las reses tan aficionadas a pacer en terrenos inclinados, no se me ocurre un entrenamiento mejor. Andaba y corría a todos lados.
P: Y, aunque estuviese comprometido con las tareas familiares, muchas veces se las ingeniaba para escabullirse y jugar al fútbol con los amigos.R: Para enfado de su padre ―tu bisabuelo―, que lo reconvenía. Hay que considerar que la vida entonces era muy dura. La guerra había arrasado la economía española. En estos lugares, era normal que el padre trabajara y la madre se quedara al cuidado del hogar, de la granja y de la huerta. Había demasiado trabajo para dos y los hijos mayores tenían que arrimar el hombro, lógicamente.
Pregunta: Los inicios de su carrera fueron fulgurantes. De tercera a primera sin pasar por segunda.Respuesta: Se labró muy pronto un nombre en el fútbol regional. Después de algunos partidos con el Rayo Cantabria, filial del Racing de Santander, fue convocado con el primer equipo. En su partido de debut, sorprendió a los jugadores del FC Barcelona. Debía de ser un jugador distinto, peculiar en esa época.
P: En ese primer partido, el lateral del Barcelona, harto de perseguirle por la banda, le pregunta: «Pero, muchacho, ¡cuándo te vas a bajar de la bicicleta!».R: (Risas) Así es. Paco, además, era un gran seguidor de muchos futbolistas, entre ellos, especialmente, sus antecesores en el Real Madrid. Aquellos que le precedieron en la banda izquierda.
P: También le gustaba mucho Alsúa II, delantero del Racing.R: Que antes había jugado en el Real Madrid. Por lo que se cuenta, debía de ser un jugador muy hábil técnicamente y también bendecido con el don del temple. Un jugón, que se diría hoy. Paco admiraba mucho a Alsúa, quien fue, además, uno de los primeros en entender cómo había que jugar con él: balón al espacio para que corriese.
P: Después de algunos partidos con el Racing, el Real Madrid se interesó y lo fichó. Quizá desconcierte saber que sus inicios no fueron fáciles.R: Yo diría que los inicios en el Madrid no son fáciles para nadie. Lo que está ocurriendo con Bellingham es excepcional. Casi todos los jugadores que llegan al Real Madrid necesitan unos meses para adaptarse, también para ganarse el favor de la grada. El aficionado madridista es experto, y bien está, en cuestionar a jugadores nuevos, ya sean éstos jóvenes promesas o estén consagrados. Es el duro examen que tienen que superar todos.
P: Vayamos al caso concreto de Paco.R: Lo pasó mal. Tengamos en cuenta que su vida cambió drásticamente. Él venía de una ciudad pequeña, de un pueblo en el que se conocía todo el mundo, de un ambiente, en definitiva, muy familiar. Lo que encontró aquí era bien distinto: la gran ciudad. Tampoco su carácter, muy norteño, casi arquetípicamente cántabro, le ayudó demasiado.
P: No era la persona más extrovertida del mundo.R: ¡No! Él siempre fue un líder silencioso. De hecho, Di Stéfano se refería de vez en cuando a él como «el mudo». Pero, bueno, también aquí hay algo de hipérbole: Paco no era la persona más locuaz del mundo, cierto, pero tampoco la más lacónica. En el vestuario, por ejemplo, tomó la palabra en muchos momentos decisivos.
P: La trayectoria de Paco cambió cuando el interior Héctor Rial llegó al Real Madrid. Empezó a sentirse cómodo.R: Esto lo señaló Paco en alguna entrevista. Rial entendió enseguida, como Alsúa II, que Paco era un jugador de distancias largas, lo cual le benefició mucho. A él y al Real Madrid.
P: Una historia, la del Real Madrid, más complicada de lo que a menudo se piensa.R: Sin duda. Después de haber coqueteado con la desaparición durante la guerra, estuvo unos meses sin estadio. Incluso después, con éste ya en pie, vivió unos años dificilísimos. No había, por decirlo así, demasiadas razones para el optimismo.
P: Hasta 1953.R: Fue un año decisivo. Llegaron Raimundo Saporta, mano derecha de Santiago Bernabéu durante mucho tiempo, Alfredo di Stéfano y Paco Gento. Lo que vino después es historia del fútbol y de España: los títulos y el reconocimiento universal.
P: De ese equipo se dijeron muchas cosas. Entre otras, que era el club del «régimen» y que por eso ganó tantísimos trofeos.R: No es verdad. Bernabéu era un demócrata convencido. De derechas, monárquico, pero demócrata. Otrora simpatizante de la CEDA, no le entusiasmaba el franquismo, quizá porque el Real Madrid, que era el amor de sus amores, fue arrasado por la guerra. Hay muchas anécdotas que respaldan mi tesis y que cuento en el libro: una de ellas, quizá la más conocida, la protagoniza Millán-Astray, expulsado del palco de honor por haber sido descortés con una señora. Bernabéu se aseguró de que no volviera a pisarlo.
P: Así como Paco fue uno de los cuatro o cinco líderes que había en el Madrid de las cinco Copas de Europa, fue el líder indiscutible del equipo de la sexta, quizá la más meritoria, dada la juventud de la plantilla.R: Aquel equipo, el Madrid yeyé, tenía una mezcla de jugadores muy bien dotados físicamente, como Pirri, y de otros técnicamente sobresalientes, como Velázquez y Amancio, que metió un golazo en la final. Era una plantilla muy equilibrada que consiguió eliminar al Inter de Helenio Herrera, dominador del fútbol de aquella época. El liderazgo de Paco se notó especialmente en la final: con el Partizán ganando 1-0, Paco jugó prácticamente toda la segunda parte por el centro, dirigiendo el juego y abriéndole un espacio en la banda a Sanchís padre.
P: Lo que desmiente la idea, bien extendida, de que Paco Gento sólo sabía correr.R: Nada más lejos de la realidad. Valdano lo explica muy bien. Cuando uno ve los vídeos, repara en que regateaba hacia dentro y hacia fuera, en que la daba de tacón y de rabona, en que tiraba con la izquierda y con la derecha (marcó un gol fantástico contra el Barcelona). Además, centraba muy bien y su cifra de goles, viniendo de un extremo, fue muy alta. Era un jugador completísimo, muy bien considerado, por cierto, en el extranjero. De hecho, en aquel partido de 1963 en el que la selección inglesa se enfrentó a un equipo conformado por los mejores jugadores del resto del mundo, Paco fue el extremo izquierdo titular.
El Real Madrid después de haber coqueteado con la desaparición durante la guerra, estuvo unos meses sin estadioPregunta: Pese a todo, él nunca dejó que la fama lo embriagase. ¡Salía a la calle medio disfrazado para que nadie lo reconociese!
Respuesta: Sí, con gorra, gafas y chándal. Estaba convencido de que uno debe construirse una intimidad. Ocurría algo curioso. En su barrio, en los alrededores del Bernabéu, intentaba siempre pasar desapercibido, pero todo el mundo lo conocía, claro. «Ahí va Gento», debían de decir, respetuosos, sin embargo, con su deseo de intimidad.
P: También era reacio a otras dos cosas: a molestar a los demás, primero, y, en consecuencia, a pedir favores valiéndose de su condición.R: ¡Eso no le gustaba nada! Y, además, predicaba con el ejemplo. Que a nadie se le ocurriese pedirle un favor que implicara molestar a un tercero. Si dependía sólo de él, lo hacía. Si no, te podías olvidar. Su compañero José Emilio Santamaría, con el cual hablé dos veces para preparar el libro, se refería a él con un adjetivo: «Paco era muy prudente».
P: Quien lea tu libro también pensará en otros dos adjetivos: «generoso», con su familia y sus amigos, y «hogareño».R: Él hacía vida en el barrio. Salía a cenar por ahí, naturalmente, era aficionado a los toros y al flamenco, pero le gustaba moverse por Chamartín. Y nunca dejó de ir a Guarnizo en verano. Se mantuvo fiel a esa tradición casi hasta el final.
P: Antepuso su familia y sus raíces a todo lo demás.R: Era un hombre que necesitaba el sostén de la familia, el arraigo. Recuerdo que, en aquellos veranos en los que toda la familia coincidía en Cantabria, él cargaba con los niños. Nos llevaba a todos a la playa, donde jugábamos al fútbol y nos enseñaba a pescar.
P: Una familia bien peculiar la suya. De una fecundidad deportiva desconcertante.R: Creo que, sin Paco, no habríamos venido todos los demás. Era necesario que él ejerciese de imán, de modelo, para que los demás lo siguiésemos por mímesis. Por ese afán tan humano de parecernos a la persona a la que admiramos.