No hay explicaciones simples para los grandes acontecimientos, tampoco causas finales o teleológicas para un hecho, asegura el historiador Julián Casanova. La Revolución Rusa -así como sus ecos en el presente, es uno de esos fenómenos que se resisten a ser explicados con una sola herramienta. Tras la disolución de la Unión Soviética en 1991, y con la apertura de los archivos, surgió una nueva generación de historiadores que rechazó los estereotipos ideológicos dominantes tanto en la historiografía oficial soviética como en la anticomunista. Y ese es el punto de partida de Casanova en La venganza de los siervos (Crítica).
Tras la disolución de la Unión Soviética en 1991, y con la apertura de archivos, surgió una nueva generación de historiadores que rechazó los estereotipos ideológicos pro-soviéticos y anticomunistas
En las páginas de este ensayo, el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza y profesor de la Central European University de Budapest intenta desentrañar la complejidad de “ese conjunto de revoluciones simultáneas y superpuestas” que se desarrollaron en la Rusia de 1917 frente al sistema zarista: una monarquía absoluta que el zar consideraba como un latifundio de su propiedad, ese en que los siervos eran simplemente los trabajadores obligados a cultivarlo y que terminaron cobrándose una ración política que pronto se evaporó en una nueva irrupción que no corrigió las desigualdades iniciales.
Para llegar al estallido revolucionario, Casanova se centra primero en zarismo, la erosión que produjeron sus estructuras pesadas e inflexibles y cuya incapacidad de sobrevivir se puso a prueba con la Primera Guerra Mundial. Bajo esa línea, y en función del análisis simultáneo, Casanova encaja los sucesos de febrero a octubre de 1917 como resultado de un largo proceso que continuará su deriva con la llegada al poder de los bolcheviques, así como el proceso posterior que condujo de la revolución a la dictadura.
La venganza de los siervos (Crítica) es una historia que explora los diferentes significados de las muchas revoluciones que aún coexisten en la de 1917
El libro concluye con una revisión que, en ocasión del centenario, procura demostrar de qué forma, a la luz de las investigaciones más recientes, se han encadenado errores en la forma de interpretar uno de los acontecimientos determinantes del siglo XX. La venganza de los siervos (Crítica) es una historia que explora los diferentes significados de las muchas revoluciones que aún coexisten en la de 1917: gloriosa para unos y caótica, violenta, excesiva para otros, y cuya extrapolación al presente aporta claves sobre los errores y fantasmas de la Europa de hoy.
-No hay explicaciones simples para los grandes acontecimientos, asegura. A pesar de eso, parece que la mirada histórica se acorta. Y mire que vamos de centenario en centenario. ¿Qué ocurre?
-Los centenarios o las conmemoraciones históricas tienen tres ámbitos que habría que tener en cuenta. La primera, que es la más importante: nuestra visión política del presente y que es lo que podríamos decir que le interesa la gente, sea el 2 de mayo o la Revolución Rusa. Desde ese punto de vista, resulta importante el papel del historiador para ir en contra de la propaganda y la invención de la historia.
"Resulta importante el papel del historiador para ir en contra de la propaganda y la invención de la historia"
-Que no es poca, según la fecha, claro.
-Y eso tiene que ver, además, con un segundo ámbito: la divulgación propiamente dicha, es decir, llevar el centenario de la Gran Guerra o la Revolución Rusa a las aulas, enseñar a las personas sobre qué está hecho el presente de Europa y de lo frágil que es ese presente a juzgar por su pasado. El tercer elemento es la oportunidad histórica de escribir y poner orden al material de investigación que ha aparecido sobre un tema. Está esa idea de transmitirlo con elegancia literaria y narrativa, que no se pierda el rigor, pero que eso se pueda difundir a muchas personas, porque de lo contrario no podríamos enseñar en la universidad.
-Hay una tendencia a aparcar y postergar el pasado, en especial si es traumático.
-A la gente que no conoce la historia se le complica el presente siempre. Los episodios traumáticos son aquellos que hay que conocer con más profundidad.
"A la gente que no conoce la historia se le complica el presente siempre. Los episodios traumáticos son aquellos que hay que conocer con más profundidad"
-Plantea que no hay una sola causa, que el sistema de los zares estaba ya tocado de muerte mucho antes de 1917.
-La sociedad de los Romanov tenía una estructura erosionada que la condujo a una quiebra y que las circunstancias de la Primera Guerra Mundial empujaron a su desacralización. ¿Por qué? Pues porque se trata de un conflicto que mete a 15 millones de personas en el frente, con una malísima política de distribución de alimentos. La guerra mundial brutaliza la política y convierte a la sociedad en violenta: por eso aparecen el canibalismo, la violencia.
-Usted alude a la Gran Guerra como uno de los elementos que precipitó el final del zarismo. ¿En cuál de todos sus órdenes?
-La Primera Guerra Mundial fue la gran prueba que tuvo que pasar la dinastía Romanov. Era un sistema político cuya estructura ya estaba quebrada y por tanto experimenta progresivamente el derrumbe, hasta que finalmente colapsa. Los símbolos caen, Rusia ya no es vista como un ejército invencible. El quiebre de la autoridad siempre es un requisito para una revolución. El zarismo se reveló como un sistema ineficaz, fuera de la realidad, por eso cuando llega el al año 1917 no pueden parar nada. Lenin fue el primero que se da cuenta, por eso elige dos focos de la Revolución: o el internacional o el interno. Se enfoca en el interno. Ese es el eje fundamental.
"La Primera Guerra Mundial fue la gran prueba que tuvo que pasar la dinastía Romanov. Era un sistema político cuya estructura ya estaba quebrada"
-El fantasma del comunismo, ¿resulta más claro después de un siglo?
1917 encarna el temor para las clases poseedoras, todavía. Por eso, sin Rusia es imposible entender Europa. Desde todo punto de vista, Putin tiene clarísimas conexiones con el pasado y la imposibilidad de Rusia para generar democracia. Los de la Revolución Rusa, decían algunos, eran como los zares venían del pueblo. Pero conviene entender que la historia y nuestra capacidad para entenderla es mucho más rica hoy que hace 40 años.
-En el libro, asegura que Rusia no tuvo ni una poderosa burguesía industrial ni una clase media que pudiera constituir la base social para una democracia liberal. ¿Es una deuda saludable? ¿Se pudo saldar alguna vez?
-Hay gente que cree que el gran fracaso de Rusia fue no crear una democracia occidental al uso. Pero ocurre lo siguiente: entender ese imperio significa saber que hay una peculiaridad tan grande como su extensión. No era posible trasladar ese modelo a Rusia. El único camino posible no es sólo el occidental. Cuando la gente creía, a finales del siglo XX, que Europa era una realidad única y consolidada, ahora podrá ver que las incertidumbres son mayores. Los historiadores nos encargamos justamente de analizar y estudiar eso.
"El único camino posible no es sólo el occidental. Cuando la gente creía, a finales del siglo XX, que Europa era una realidad única y consolidada, ahora podrá ver que las incertidumbres son mayores"
-¿Cual fue el error del comunismo: la ideología o su puesta en práctica?
-Hay una visión crítica del comunismo, que es la que utiliza la derecha política para denigrarla, y cuya ingeniería social fue un fracaso, pero hay que reconocer las expectativas que generó. No se pueden mirar el comunismo, ni ninguna otra cosa, con causas finales y teleológicas. Como proyecto ideológico y político está claro que en las circunstancias en las que se plasmó, acabó mal como proyecto.
-Los Partidos Comunistas fueron renuentes al revisionismo. La primavera de Praga llegó tímidamente a sus oídos. Su espacio hoy es inexistente. Eso es más que una causa final. ¿No?
-Los partidos comunistas occidentales se fracturan y entran a competir con la llamada nueva izquierda, que viene a decir desde su aparición: la URSS es una pesadilla. Cuando ese momento llega ya es tarde: el eurocomunismo y la socialdemocracia han ocupado ese espacio.