Cada día en España se inician 212 procesos de ejecuciones hipotecarias y 159 desahucios; 6360 al año; un total de 349.438 en los últimos cinco años. ¿Cómo ha llegado la situación a este punto? ¿Es reversible? ¿Qué ocurre a las personas que forman parte de estos números? Son ésas algunas de las preguntas que se hacen Ada Colau y Adrià Alemany autores del libro Vidas hipotecadas. De la burbuja inmobiliaria al derecho a la vivienda.
Investigadores, activistas del derecho a la vivienda e impulsores de la Plataforma Afectados por la Vivienda, Colau y Alemany han escrito un libro que es, a la vez, un manual y una guía pero también una especie de crónica que recoge los testimonios de todos aquellos que han sido perjudicados por cobros de hipotecas o desahucios, y que se revelan en estas páginas no como truculentos entrecomillados sino como historias de vida.
Dividido en tres partes, el libro recoge una primera sección llamada “Cómo hemos llegado hasta aquí. El ADN de la burbuja inmobiliaria”, donde se plantea como punto de partida la idea surgida durante el franquismo, uno de los periodos históricos donde más se fomentó la adquisición o la idea de la propiedad de la vivienda a través de la idea de “un país de propietarios” en sustitución de uno de “proletarios”, una frase pronunciada en 1957 por José Luis Arrese, el primer ministro de vivienda de la historia española, en un discurso ante las Cortes.
“Queremos un país de propietarios, no de proletarios” José Luis Arrese, ministro de Vivienda (1957)
“Una de las cosas que quisimos hacer en este libro fue echar por tierra el mito del país de propietarios. Siempre habíamos sido identificados, quizás de manera equivocada, con esa idea y quisimos mostrar las políticas concretas y los datos, en especial de la segunda etapa franquista, para contrastar qué elementos habían regido esa evolución hasta la burbuja inmobiliaria, a qué respondía en términos históricos y con qué intención desarrollista y expansiva se decidió crear la noción de que en España era preferible comprar a vivir de alquiler”, comenta Adrià Alemany, uno de los co-autores del libro.
En 1951, el 51% de la población española vivía de alquiler. En 2007, el 87% de la población española accedía a una vivienda en régimen de propiedad frente a una 60% de media europea. A estos datos aportados por Alemany y Colau se suma algo mucho más ilustrativo: durante los años álgidos de la burbuja, el sector inmobiliario representaba el 18% del PIB y daba trabajo al 13% de la población, un dato que se ubicaba muy por encima del 6,7% de Alemania y el 8% del Reino Unido. Si a eso se suma la bajada de los tipos de interés, desde 1995 hasta 2003, del 11 al 3,5% el resultado fue la formalización de 822.000 hipotecas, más de millones entre 1998 y 2007.
“El propio sistema estimuló el sobre-endeudamiento, porque se estableció el mercado bajo medidas de mucha inseguridad, a lo que se sumó la reforma de ley de arrendamientos urbanos. Al entramado inmobiliario se añadió un mensaje que acabó calando entre las personas –‘hay que comprar, ‘el precio de la vivienda nunca baja’-, con un aspecto que tuvo mucho más delito: los gobiernos negaron la burbuja inmobiliaria. Pues ese mensaje de falsa seguridad es lo que realmente empujó a la ciudadanía a comprar y terminó siendo mucho peor. Hay mecanismos mucho más útiles que ponerle a alguien una pistola en el pecho para comprar una vivienda”, recuerda Alemany.
En 1951, el 51% de la población española vivía de alquiler. En 2007, el 87% poesía una vivienda
Otro aspecto que abordan tanto Colau como Alemany es la responsabilidad que atribuyen a los bancos y las cajas en el rompecabezas de la crisis. Con la reducción de los tipos de interés, afirman los autores, y para mantener sus resultados, los bancos y cajas comenzaron a conceder “hipotecas a discreción y con un importe cada vez mayor. Eso sólo lo podían hacer –afirman- ampliando los períodos de amortización”. Según publican, desde 1997 hasta 2007, el importe medio de las hipotecas paso de 50.786 a 149.000 euros, y el término medio de devolución de los préstamos subió de 19 a 28 años.
“Las entidades empezaron a abrir sucursales entidades en cada esquina y a expandirse por todo el territorio. Las hipotecas se utilizaron como una estrategia para captar clientes y penetrar en nuevos mercados en zonas y regiones donde hasta ahora no habían estado presentes (…) La gestión ruinosa de su cartera de créditos nos ha llevado al umbral de un precipicio. Y su irresponsabilidad opera en un triple nivel. En primer lugar, tienen una responsabilidad directa con las familias, ya que las entidades financieras burlaron los pocos mecanismos de control de crédito existentes y se lanzaron a una política de crédito temeraria”, afirman Colau y Alemany, quienes insisten además que esta reflexión aplica a toda la banca no solo a las cajas, a quienes se ha tendido a culpabilizar mas, cuando el error incumbe a todo el sistema.
La tercera y última parte del libre actúa, según Alemany, como “una especie de memoria y experiencia viva”, pero no a la manera del tratamiento plano y victimista, dicen los autores, que reciben este tipo de historias en los medios de comunicación, donde los afectados suelen “perder su dignidad”. Lo que tanto Colau como Alemany buscan son la publicación de estas brevísimas historias de vida es poner de manifiestos los logros de aquellas personas que han conseguido reivindicaciones en su lucha por el derecho a la vivienda de mentalidad. “Eso es importante para nosotros a corto, medio y largo plazo, ilustrar testimonios de logros, no de víctimas”.