Reims es una pequeña ciudad del noreste de Francia, conocida por una catedral gótica que los alemanes bombardearon intensamente durante la Primera Guerra Mundial. Restaurarla fue motivo de orgullo nacional, con sus vidrieras de Knoebel y Chagall, también con su estatua del Ángel de la sonrisa, que data del siglo XIII. En esa localidad creció Didier Eribon, en una familia obrera llena de conflictos, entre otras cosas porque rechazaban su homosexualidad. Sólo pudo desarrollar sus inclinaciones cuando fue estudiar sociología con el legendario Pierre Bourdieu en París, donde comenzó a sentirse por encima de los suyos porque ellos eran vulgares provincianos homófobos mientras él se había convertido en un espíritu cultivado y cosmopolita.
Las crudas páginas de Regreso a Reims (2009) son la crónica de su vuelta a la ciudad y el proceso por el cual Eribon se da cuenta de que el rechazo a su propia familia no tenía tanto que ver con la homofobia de ellos como con el deseo de acceso social de él, que de manera inconsciente quería limpiarse de su pasado proletario. Eribon también les odiaba por pasar del comunismo al lepenismo, pero poco a poco se da cuenta de que no eran sus padres quienes habían abandonado a la izquierda, sino que era la izquierda quien había abandonado a sus padres y a las clases populares de Francia.
El gran descubrimiento de Eribon es que su familia tenía razón al rechazar el giro esnob del progresismo francés. "Se dice que cuando Marcel Jouhandeau -un escritor católico- vio pasar una comitiva de estudiantes durante Mayo del 68 les gritó ‘¡Váyanse a sus casas! ¡En veinte años todos serán notarios!’ Más o menos, eso es lo que mi padre pensaba o sentía, aunque por razones diametralmente opuestas. Y fue justo lo que sucedió. Quizá no notarios, pero sí notables, instalados política, intelectual y personalmente, al término de trayectorias en general pasmosas, en la comodidad del orden social y la defensa del mundo real tal cual es”, afirma. Es posible que un padre analfabeto y homófobo haga mejores análisis que un hijo con la major educación disponible en Europa.
Rabiosamente actual
No es complicado sacar conclusiones útiles para nuestra época. La más clara la que dice que gran parte del ascenso de la extrema derecha en Europa tiene que ver con el clasismo de los partidos de izquierda. "Por más paradójico que pueda parecer, estoy convencido de que el voto por el Frente Nacional se puede interpretar, al menos en parte, como el último recurso con el que contaban las clases populares para defender su identidad colectiva y, en todo caso, una identidad que sentían igual de pisoteada que siempre, pero ahora también por quienes los habían defendido y representado en el pasado”, denuncia.
El intelectual izquierdista alemán Raúl Zelik refrendó este análisis.“El libro de Eribon tuvo un eco tan grande porque su historia personal podría haber sido descrita de manera similar en muchos otros países. En la Austria de hoy, el partido ultraderechista FPÖ es, con diferencia, el partido más votado por la clase trabajadora. La racista Alternativa por Alemania llegó al 30% en algunos de los barrios más humildes de Magdeburg, Halle y Berlín. Y en Estados Unidos fue el cinturón del acero, duramente golpeado por la reconversión industrial, el que decidió las elecciones presidenciales de 2016 en favor de Donald Trump”, señala.
La clase obrera mira a la derecha por la traición de la izuqierda a sus ideales, según Eribon
El propio Eribon aportó perspectiva durante una entrevista con El País en 2018: "De entrada, mencionaría la traición de los ideales de la izquierda por parte de la socialdemocracia. Pienso en Blair, en Schroeder y los líderes del socialismo francés, cómplices todos ellos de una revolución conservadora. Hace veinte o treinta años que se nos dice que ya no existen las clases sociales, que todo depende de la responsabilidad individual. Un grupo social como la clase obrera, que tanto pesó en términos sociales y demográficos, ha dejado de tener sentido cuando se acepta que todo reposa sobre el individuo. Seguramente ya no se puede hablar de clases sociales como en los tiempos de Marx, pero está claro que siguen existiendo”, recalca.