Cultura

Un libro desvela las historias del triángulo de la Transición: Carmen Díez, Adolfo Suárez y el Rey

La semana que viene sale a la venta un libro en el que la periodista Ana Romero escribe la historia de Carmen Díez de Riera. En sus páginas, 'La Musa de la Transición' se sincera con la periodista y cuenta parte de su vida: su estrecha relación con Suárez y su papel en la política, pero también los rasgos de una vida casi novelesca.

  • Detalle de la portada del libro, editado por Planeta.

Hermosa, joven, aristócrata, con contactos y una aguda inteligencia. Una mujer cuya presencia en el entorno de Adolfo Suárez levantó comentarios y maledicencias. Asesora y mano derecha del político de UCD, Carmen Díez de Riera no tuvo empacho alguno en preguntarle a Suárez cómo alguien tan joven podía ser fascista, ni se cortó al momento de invitar al comunista Santiago Carrillo a un chinchón –ella quiso decir un whisky o un Vodka, confesaría después-. Esa dama de olfato político a la que el rey Juan Carlos escribió “I simply adore you”, se confesó con la periodista Ana Romero en el libro El triángulo de la transición (Planeta, 2013), un volumen que recoge las conversaciones que sostuvo la reportera con “La Musa de la Transición” poco antes de morir y que saldrá a la calle la semana que viene en el segundo oleaje de la rentrée editorial.

Hija ilegítima de Ramón Serrano Suñer y de la marquesa de Llanzol, a los 17 años se enamoró de su hermano sin conocer su parentesco y quiso casarse con él. El amor fallido la empujó a una existencia casi novelesca: fue monja de clausura, viajó como misionera en África, se volvió agnóstica, pero también “roja peligrosa” o “pija resentida”, dependiendo del bando que se refiriera a ella; y así lo cuenta. Sin embargo, si algo rezuma en las páginas impresas con sus palabras, es el sentimiento de incomprensión. Una mujer joven y atractiva que ocupaba un puesto de altísima responsabilidad era algo que llamaba la atención en la España de los 70. Y a su manera lo pagó.

Su amistad con el entonces príncipe Juan Carlos le facilitó un trabajo en Televisión Española como mano derecha de Adolfo Suárez, “entonces un ambicioso joven provinciano, supernumerario del Opus Dei”, que empezaba a despuntar en la élite política y a quien la propia Riera espetó: “No puedo trabajar con un fascista”. Las diligencias del propio Juan Carlos de Borbón abonaron el terreno e hicieron posible el entendimiento entre ambos. Los rumores corrían por todo Madrid: “Ya en aquel momento todo el mundo decía que era su amante. Yo era joven y atractiva, ¡y todavía iba siempre con falda! De cualquier mujer en aquel momento hubieran dicho lo mismo. Eso, entonces, era así. Pronto empecé a usar sólo pantalones”, cuenta Riera a Ana Romero.

El Rey mandó, Suárez firmó los decretos y ella influyó en los dos.

Todo ocurría con una velocidad de crucero. Carmen Riera trabajó en RTVE hasta 1975, pasó luego a desempeñarse como jefa de gabinete de Suárez en su papel de ministro secretario del Movimiento. Tal y como ella confiesa, en medio de un “franquismo sin Franco”, el ambiente de aquel despacho le producía arcadas. Aguantó sólo un mes. Sin embargo, en julio de 1976, con el nombramiento de Suárez como presidente de Gobierno, el propio Rey la llamó para que volviese a trabajar a su lado. Y así lo hizo.

¿Por qué la llamó personalmente el Rey? Ella misma lo explica: tenía información privilegiada y contactos, hablaba idiomas, podía moverse por distintos sectores. La tesis del libro en este apartado es clarísima: en el triángulo que levantó la política española de aquellos años fue ella la que más tiró del carro y así lo confirma la misma Riera a Romero, quien escribe en el libro: el Rey mandó, Suárez firmó los decretos y ella influyó en los dos.

El libro no supone, ni mucho menos un monográfico sentimental de Carmen Díez. Pero sí es cierto que Romero aprovecha la oportunidad para colocar los puntos sobre las íes. La describe como una mujer independiente y enumera sus muchos choques con Suárez en distintos aspectos: los acercamientos de Díez a un PCE todavía ilegalizado; su empeño en hacer al presidente de Gobierno más asequible ante la prensa internacional o las duras críticas que le asestó por su empeño de fundar UCD. “Ellos sabían de franquismo y lo desmontaron bien, pero no de democracia”, dice en las páginas de este volumen.

“Ellos sabían de franquismo y lo desmontaron bien, pero no de democracia”

Otros aspectos curiosos del libro salen a la luz, por ejemplo, el que era, a juicio de Carmen Díez, el verdadero papel –injustamente no reconocido- de la reina Sofía en los días tempranos de la democracia: “Nunca se ha escrito nada, ni se escribirá nada. ¿Quién crees tú que influyó de forma definitiva en don Juan Carlos? ¿Quién crees tú que le explicó lo que le había ocurrido a su hermano Constantino en Grecia por aliarse con los golpistas? ¿Quién crees tú que tuvo claro desde el principio que el camino era el de la democracia?”.

El respeto con el que Ana Romero trata a Carmen Díez entorpece, a veces, la mirada algo más inquisidora sobre un personaje tan complejo como contradictorio, al que la propia autora le evita los aprietos. Sin embargo, en las páginas de este libro, destaca una personalidad fuerte –“dificilísima”, llega a decir su familia-, capaz de echarle la bronca al médico que le trató el cáncer -le reprochó negligencia- y a quien personas como Carmen Menéndez, la esposa de Santiago Carillo, describió como “una gran mujer con una vida triste”. Vértice de un triángulo político de excepción, las páginas de este volumen arrojan luz sobre los cimientos de un sistema que, ya en los años, 90, la propia Carmen Díez tachó de defectuoso.

El libro

En 1999, la periodista Ana Romero entrevistó a Carmen Díez de Riera, una eurodiputada del PSOE rodeada de un halo de misterio. Carmen, conocida como la Musa de la Transición, quiso contar su historia antes de morir de cáncer, ese mismo año, a los 57 años.
Catorce años después, Planeta reedita las memorias de esta hermosa mujer, una mente política avanzada con visión premonitoria: «La política no puede ser una profesión permanente o una renta vitalicia. Creo que hay que estar siempre en transición. Desgraciadamente, la clase política y la periodística en España están convencidas de que ya lo hicieron. Se equivocan».

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