Al final de la Segunda Guerra Mundial, solo en Bielorrusia, había unos veintisiete mil huérfanos distribuidos en distintos orfanatos. A finales de los años ochenta, la Premio Nobel Svetlana Alexiévich entrevistó a muchos de aquellos huérfanos y tejió con sus testimonios una nueva e inesperada perspectiva de una de las mayores tragedias de la historia. Sus historias fueron escritas y compiladas en el libro Últimos testigos (Debate), una obra coral que se vale de las herramientas periodísticas para levantar el retrato de un conflicto cuyas heridas todavía supuran.
"Me dedico a la historia omitida, las huellas imperceptibles de nuestro paso por la tierra y por el tiempo"
“Me dedico a la historia omitida, las huellas imperceptibles de nuestro paso por la tierra y por el tiempo. Recojo la cotidianeidad de los sentimientos, los pensamientos y las palabras. Intento captar la vida cotidiana del alma”, escribe en las páginas de este libro Alexiévich, en cuya obra destacan especialmente sus reportajes sobre Chernóbil o acerca del papel de las mujeres en la II Guerra Mundial, este último recientemente publicado con el título La guerra no tiene rostro de mujer (Debate).
Su volumen Voces de Chernóbil (1997) supone para muchos una fotografía de una obra que parte de las voces e historias. En las páginas de este libro, ella documenta las vivencias orales sobre el trauma que supuso la mayor catástrofe nuclear de la historia de la humanidad y que puso de manifiesto la amenaza que el fallido proyecto soviético representaba para el resto del mundo. Una vez consumada la caída de la URSS, Alexiévich dio una nueva vuelta de tuerca en su investigación sobre el fracaso de la utopía comunista con Hechizados por la muerte, un reportaje literario sobre el suicidio de aquellos que no soportaron el fracaso del mito socialista.
En 2015, la periodista se convirtió en la mujer número catorce en llevarse un Nobel de Literatura. Su bra retrata un mundo crepuscular: el imperio soviético, su desmoronamiento y transformación en archipiélago durante la década de 1990. Testigo de ese abrupto tránsito entre el régimen comunista y la apertura de mercado -vamos, el capitalismo aunque sus gendarmes no deseen llamarlo así-, Alexiévich ha narrado desde los estragos de la Segunda Guerra Mundial al convulso presente de Rusia, con especial énfasis en la voz de quienes vivieron el desastre de Chernóbil o la guerra de Afganistán. El pliegue en el que se solapan ambos temas y las largas estepas ideológicas y humanas de ambos es donde se crece la obra de esta periodista, cuyo nuevo libro Últimos testigos (Debate) se publicará el 8 de septiembre.