Cultura

Lille 1940: el día en que 90.000 niños se perdieron de sus padres

Lille, la ciudad francesa fronteriza con Bélgica, tenía 200.000 habitantes. 180.000 se lanzaron a la carretera sin saber a dónde iban, simplemente aterrorizados por el avance alemán en junio de

Lille, la ciudad francesa fronteriza con Bélgica, tenía 200.000 habitantes. 180.000 se lanzaron a la carretera sin saber a dónde iban, simplemente aterrorizados por el avance alemán en junio de 1940. Fue el principio de un pánico colectivo que alcanzó a la cuarta parte de la población de Francia.

Jamás en la Historia se había visto algo así, entre ocho y diez millones de personas colmatando las carreteras de un país, porque con los automóviles se mezclaban -y les frenaban- carros tirados por caballos, carros tirados por personas, carretillas, cochecitos de niño o simplemente gente a pie con su casa a cuestas.

El pánico fue desencadenado por el anuncio en los periódicos del 10 de junio de 1940 de la evacuación de los niños menores de 14 años. Hacía justo un mes que había comenzado la ofensiva alemana, barriendo al ejército francés y al británico, que había salido huyendo hacia Inglaterra por las playas de Dunquerque. El avance alemán resultaba imparable, el gobierno escapó de París, dando saltos cada vez más al Sur, hasta Burdeos, y los padres de familia decidieron no confiar la evacuación de sus hijos a ese gobierno incapaz, sino evacuarlos ellos. Pero ¿a dónde?

Lille presa del pánico

Nadie sabía dónde ir, nadie tenía una meta, solamente querían poner tierra por medio con los alemanes. Los ocho millones de personas, a los que se apodó emigrés, simplemente llenaron las carreteras, fundiéndose con los soldados que se retiraban, impidiendo cualquier maniobra militar para enfrentarse con el enemigo. En las películas los aviones alemanes ametrallan a esa masa civil, aunque no es cierto. Los famosos Stukas de bombardeo en picado buscaban y atacaban unidades militares francesas, pero la gente estaba mezclada con ellas, de ahí surgieron las víctimas civiles de ese éxodo. Jamás se sabrá cuantos murieron en su huida a ninguna parte.

Losa soldados nazis no violaban a las mujeres, sino que les pedían sus señas para salir con ellas cuando tuvieran un permiso

Aquellos que fueron alcanzados por los alemanes no sufrieron, sin embargo, las crueldades que temían. La propaganda francesa había presentado a los enemigos como bárbaros despiadados, pero esa imagen, que resultó cierta en la invasión de Rusia, no tuvo nada que ver con lo que pasó en Francia. Los soldados germanos en Francia se mostraban educados e incluso simpáticos, y no violaban a las mujeres, sino que les pedían sus señas para salir con ellas cuando tuvieran un permiso -y las chicas francesas se las daban-. Los oficiales convencían a la gente con buenas palabras para que volviesen a sus casas, y les permitían conservar su medio de transporte para el regreso.

Un daño colateral de aquella inútil huida es que se perdieron nada menos que 90.000 niños. Durante meses y aún años había por todas partes anuncios de padres buscando a sus hijos. Al menos 70.000 los encontraron.

Que vienen los rusos

Al final de la Segunda Guerra Mundial se produjo otra locura colectiva paralela a la de Francia en 1940, aunque esta vez los fugitivos serían alemanes. Siete millones de personas se lanzaron a los caminos huyendo del avance ruso en enero de 1945.

La paranoia general se produjo en Prusia Oriental, una especie de isla alemana que había entre Polonia y Rusia. Era un territorio históricamente alemán, aunque desgajado de la madre patria, y constituía la provincia del Reich más avanzada hacia el Este. Al inicio de 1945 la ofensiva del Ejército Rojo llegó a sus fronteras y desató el pánico.

Los soldados del Ejército Rojo entraron en territorio alemán con ansias de venganza: violaron a las mujeres de forma sistemática y robaron lo que encontraron

A diferencia de los franceses, los alemanes de Prusia Oriental sí que tenían razones para temer al avance enemigo. Todo el mundo sabía las matanzas, a veces auténticos genocidios, que habían cometido las SS y el ejército alemán en la Unión Soviética. Veinte millones de rusos habían muerto en la Guerra Mundial, en la que la URSS había entrado no por voluntad propia, sino por la invasión nazi, perpetrada cuando ambos países eran aliados. Lógicamente los soldados del Ejército Rojo entrarían en territorio alemán con ansias de venganza. De hecho violaron a las mujeres de forma sistemática y robaron todo lo que encontraron a su paso, aunque no hicieron matanzas semejantes a las que los alemanes habían hecho en Rusia.

La gran matanza se produjo en el éxodo de los prusianos. A diferencia de los franceses, los habitantes de Prusia Oriental emprendieron la huida de forma ordenada, para eso eran alemanes. Las fotografías muestran inmensas caravanas de grandes carretas, en la que los campesinos -la mayoría de la población de Prusia Oriental era rural- llevaban familia y enseres. El problema es que fue un invierno muy duro, las temperaturas bajaron a 25 bajo cero, y la gente moría de frío.

Entre los bombardeos de los rusos y el frío murieron 2.200.000 personas (cifra oficial alemana) de los siete millones que se pusieron en fuga. Se dio el caso de trenes que, al llegar a su destino, llevaban los vagones llenos de cadáveres congelados. Lo más terrible de este drama es que fue tan inútil como el éxodo francés de 1940. El Ejército Rojo hizo un movimiento envolvente que rodeó a Prusia Oriental y les cortó el paso hacia el Oeste.

Los supervivientes del éxodo tuvieron que dar la vuelta y volver a sus casas. La única posibilidad de huir de los rusos era el mar. La Kriegsmarine (Marina de guerra alemana) había organizado una eficiente evacuación del personal militar de Prusia Oriental, y la extendió a la población civil en la medida de lo posible. Unos 350.000 militares y un millón de civiles fueron sacados de Prusia Oriental en cualquier cosa que flotara. Incluso los submarinos se cargaron de refugiados.

Como si fuera un sarcasmo de la Historia, ese deseo de huir de los rusos les fue concedido a los prusianos por Stalin. Al terminar la guerra la URSS modificó las fronteras y se repartió con Polonia tanto Prusia Oriental como Prusia Occidental. Para evitar problemas futuros, Stalin y las autoridades polacas aplicaron la limpieza étnica a sus territorios adquiridos. Veinte millones de alemanes tuvieron que abandonar Prusia e irse a la nueva Alemania reducida, más allá de los ríos Oder y Niesse. Esta vez fue un éxodo organizado, pero no menos amargo.

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