La derecha global, desde el sector más liberal hasta el dextropopulismo, redobla sus esfuerzos en el campo de batalla de la cultura. Uno de sus espacios destacados de debate es la Cátedra Vargas Llosa, codirigida por el argentino Darío Lopérfido, junto al peruano Raúl Tola y el español Ramiro Villapadierna. Lopérfido fue ministro de Cultura y gestor del prestigioso Teatro Colón, uno de los emblemas culturales de América Latina. Durante una jornada de encuentro en El Escorial, donde acudieron muchos rostros conocidos de las élites de la capital, Lopérfido atendió a Vozpópuli para explicar el trabajo de la cátedra, identificar las amenazas para la libertad de pensamiento y repasar el estado de las guerras culturales.
Pregunta: El año pasado alguien de la Cátedra Vargas Llosa confesó que el proyecto había sido recibido con frialdad, en el sentido de que muchas voces les habían advertido que en España es demasiado fuerte la tradición de una cultura subvencionada por el Estado y que esperar colaboraciones de las empresas podía resultar una quimera.
Respuesta: Estuve hablando con mucha gente el año pasado y me decían ‘qué locura: no vais a conseguir ni que la gente pague por asistir a una comida. Europa es distinto de Estados Unidos’. El resultado no fue muy bueno, además de que veníamos de un año de inactividad por la pandemia, como todo el mundo. Hoy podemos decir que estamos contentos con los financiamientos privados y con la asistencia a nuestra segunda jornada, que ha sido un éxito. También tenemos proyectos con instituciones públicas, por ejemplo con la Feria del Libro de Guadalajara o la Universidad de esa misma ciudad, con la que tenemos un premio de literatura; o el festival que hacemos en Málaga, donde colaboramos con instituciones públicas. Lo importante es que nosotros nos autosustentamos y a partir de ahí podemos ir levantando proyectos.
P: Me gustaría preguntarle por el momento sociopolítico: la cátedra que codirige defiende la tradición liberal, pero quien sube realmente es la derecha iliberal. ¿Cómo valora esta tendencia?
R: Lo veo con mucha preocupación. Sostengo hace mucho tiempo que el problema es el populismo. Yo vengo de Argentina, donde sufrimos un populismo con discurso de izquierda. El kirchnerismo es eso, como Petro en Colombia y otras personas en distintos países. Yo defiendo el liberalismo, como muchos de los que estamos aquí, y defiendo a los partidos que apuestan por la democracia liberal. Lo que ocurre que algunos partidos que defienden la democracia no dan con suficiente énfasis la batalla cultural contra la imposición de discursos únicos que hace la izquierda. Ahí es donde aparecen estos movimientos conservadores y nacionalistas, que tienen mucho desenfado al dar la pelea cultural, a veces de modo exagerado, pero la dan. Soy crítico con las tres cosas: con el populismo de izquierda, con el de derecha y con los liberales cuando no somos capaces de dar la batalla cultural. Yo doy la batalla cultural y respeto mucho a gente como Ayuso y Cayetana Álvarez de Toledo, que dan esa pelea siempre de frente.
P: ¿Cuál es el precio de dar esa batalla cultural?
R: Implica entregar tu honra a los perros: te van a llamar fascista todos los días y se van a inventar cosas. Lo sé porque lo han hecho conmigo desde el kirchnerismo. Lo importante es entender que la política de la comodidad, esa que sí existía tras la caída del Muro de Berlín, ya terminó. Ahora la política tiene que ser dura, rígida, de discusión. Si no tienes ese enfoque frente a Pedro Sánchez, por ejemplo, va a llegar un populismo de derechas y te va a superar. El nacionalismo catalán es una calamidad, pero yo no creo que se deba combatir con nacionalismo español, sino con democracia liberal, por ejemplo con el discurso de “Libres e iguales” que defendió Cayetana Álvarez de Toledo. Ahora vivimos un choque de trenes que están aprovechando esos sectores conservadores, nacionalistas y populistas. Me refiero a Vox aquí, a Orbán en Hungría y Meloni en Italia.
P: ¿Quién es para usted el último gran referente cultural del liberalismo? El último en que puedo pensar es Margaret Thatcher, que es una figura admirada incluso por la izquierda, en el sentido de que algunos intelectuales la consideran la gran gramsciana, alguien capaz de conseguir un cambio cultural en la sociedad occidental.
R: Para mí la última gran figura es Ayuso. De ella admiro la gran sintonía que existe entre su praxis y su discurso. Ayer la estaba escuchando, un texto que se había trabajado mucho, y era un planteamiento liberal liberal. Admiro su defensa de la bajada de impuestos o el hecho de que ella considera madrileño a cualquier persona que viva en Madrid. Su discurso está libre de nacionalismo, de xenofobia, su orgullo de Madrid no es excluyente. Si hablamos de pensadoras, de discursos conceptuales, me quedo con Cayetana Álvarez de Toledo, que tiene un nivel teórico impresionante en el que fundamenta su liberalismo.
Es buen momento para reivindicar la cultura liberal de Occidente porque tenemos enfrente contraejemplos muy claros como Irán y Rusia
P: ¿Siguió usted Viva 22, el festival cultural de Vox? Lo pregunto porque hubo algunos abucheos a Javier Milei, una figura pujante de la derecha argentina. Seguramente por su liberalismo extremo, que le ha llevado a criticar el concepto de justicia social. Fuera de esa intervención, ha llegado a defender la legitimidad del mercado de tráfico de órganos. ¿Cómo valora a Milei?
R: Javier hizo un camino curioso. Es un liberal que hizo carrera hablando de Economía. Se hizo famoso en televisión y fue importante porque disputó el discurso al kirchnerismo y se convirtió en un referente de rebeldía. Fue interesante ver como Milei sonaba cada vez más rebelde mientras el peronismo se hacía más viejo y millonario día a día. Ahora bien, su modo de construcción política se basa en el apoyo de sectores conservadores. Luego, como liberal, te puedo decir que me parece una simplificación pensar que el liberalismo defiende cosas como “mi hígado es mío y tengo derecho a venderlo”. No creo que una persona con necesidad económica esté ejerciendo su libertad cuando pone a la venta uno de sus órganos. Por otro lado, cuando yo estaba viendo el festival, me llamó la atención algo que no fue muy comentado: me refiero a que Milei dijo ‘Viva la libertad’ y ’Viva Abascal’. Decir ‘Viva Abascal’ es algo que nos apela a los argentinos porque estamos hartos de escuchar gritos de ‘Viva Perón’. Estoy muy en contra de que se den ‘vivas’ a las personas. Las bases de Vox nunca dicen ‘Viva Abascal’ porque tienen una estructura de partido democrático, con su organigrama. Espinosa de los Monteros es liberal y por eso no se le pasa por la cabeza decir ‘Viva Abascal’. El pensamiento liberal es incompatible con construir caudillismo. A Milei le va a ir bien, pero está construyendo de manera caudillista.
P: ¿Por qué tiene tan claro que le va a ir bien?
R: Porque Argentina es un país roto y el discurso de la antipolítica va a pegar más. Milei suele hablar de ‘la secta’ para referirse a las élites políticas, que es el mismo discurso que usó Podemos en España cuando arremetía contra ‘la casta’. Digo que Milei tiene una trayectoria política curiosa por esa mezcla de liberalismo y recursos políticos típicos los partidos de izquierda populista.
P: ¿Cuáles son los retos inmediatos de la cátedra para la batalla cultural?
R: Nosotros ponemos en énfasis en la literatura iberoamericana, desde premios de novela a colaboraciones con la feria de Buenos Aires. Hacemos un festival de literatura en Málaga, donde el año pasado invitamos a autores de Colombia y la siguiente edición serán de Francia. Uno de los objetivos más compartidos en la cátedra es desmontar las estrategias de la llamada cultura de la cancelación: somos varios los que escribimos artículos sobre esto y yo trato también este asunto en mi podcast. En algunos países, el mundo de la cultura ha sido colonizado por estas ideas populistas y totalitarias, muy alejadas de la libertad. En las universidades de Estados Unidos, muy influyentes en todo el planeta, si decías algo contra el discurso único se te puede venir el mundo encima, tu prestigio cae y puedes perder tu trabajo. El caso de J.K. Rowling es muy claro: ella defiende que cada uno puede tener el género que quiera pero que sexos biológicos solo hay dos. Por esa opinión sufrió amenazas y tuvo que poner seguridad en su casa. Esto que ocurre hoy lo veo como un nuevo fascismo. Que este fascismo haya surgido desde el mundo de la cultura y de la intelectualidad me parece peligroso. Por eso creo que es lindo nuestro trabajo aquí, que consiste en oponerse a ese tipo de cosas.
P: También quería comentar algo que me pareció llamativo: la propuesta de nueva Constitución chilena, que llevaba la bandera del indigenismo y el feminismo, y que finalmente fue rechazada por el país, con datos tan elocuentes como que no recibió apoyo ni siquiera en los territorios mapuches. ¿Vivimos un populismo cada vez más incómodo con el pueblo?
R: En política, hay quien prefiere no dar la batalla cultural porque piensa que va a quedarse sola en esa pelea. Lo que ocurre es que, muchas veces, cuando las das descubres que no estás tan solo como pensabas. Hay mucha gente que al final te acompaña. Te das cuenta de que se subestima a los votantes: pensando cosas como que no me voy a meter con el tema indigenista porque me pondría a todo el mundo en contra. El problema es que estás obligado a meterte porque el indigenismo lo que busca es romper una república, que es el marco que nos contiene a todos y no podemos dejar que se deteriore. Estamos descubriendo que hay indígenas que no apoyan el indigenismo y personas trans que no apoyan el discurso identitario de lo trans. Debemos confiar en esos sectores, no podemos dejarle desamparados antes los elementos más sectarios. Se puede defender la identidad sin formar una secta. Creo que es buen momento para reivindicar la cultura liberal de Occidente porque tenemos enfrente contraejemplos muy claros si miramos a Irán, Rusia y a otros lugares que carecen de lo que nosotros tenemos, lo que tanto nos costó lograr.
pancho
Hablan de fascismo porqué no se atreven a hablar de comunismo. Son más woke de lo que piensan.