Cultura

Lorraine Fouchet: "Yo firmé el certificado de defunción de Maguerite Duras"

Es médico, pero desde hace más de 20 años se dedica a escribir. Hija de un ministro de Charles De Gaulle, creció en un ambiente de intelectuales, de André Malraux al tren de gobierno. Esta es su historia.

  • Lorraine Fouchet.

Es su novela número 17 y la primera que publica en España. Hija de Christian Fouchet, diplomático, aviador y corresponsal de guerra, Lorraine Fouchet creció entre intelectuales. André Malraux la agasajó con su primera copa de vino, un Chateau Petrus, así que no es de extrañar que, a pesar de haber estudiado y ejercido medicina, Lorraine haya colgado la bata para dedicarse a escribir.

Entre el cielo y Lu (Roca) narra la historia de una pareja preparada para una vejez tranquila y que debe sin embargo reponerse de los reveses que impone la vida

“En realidad siempre quise ser escritora, aunque en las salas de urgencias es posible descubrir todas las historias posibles. De alguna manera, el entorno de mi padre pudo haber influido en que así fuera. Pero yo no tenía hermanos ni hermanas, cuando llegaba a casa después de las clases, no tenía con quién jugar. Me leía todos los libros que conseguía y volvía a escribir otros libros con esos personajes. Siempre quería escribir porque cuando escribes nunca estás solo”, dice la novelista quien, acaso por esas peripecias del azar y los servicios de urgencias, fue la médico que acudió a casa de Marguerite Duras, un 3 de marzo de 1996, para firmar el certificado de defunción de la autora El amante e Hiroshima mon amour.

“Lo que quería expresar en este libro es una idea vital: Lu quiere que sus hijos sean felices pero es importante tener presente que no todos lo somos de la misma forma”

Entre el cielo y Lu (Roca) narra la historia de una pareja preparada para una vejez tranquila y que debe sin embargo reponerse de los reveses que impone la vida. La muerte de Lu obligará a su viudo a continuar adelante y sobrellevar la vida sin su mujer pero, sobre todo, a cumplir la promesa que le ha hecho: lograr que sus hijos sean felices. No será sencillo pero él hará lo posible. Se trata de una novela afirmativa, que procura recuperar una pulsión vitalista. “Lo que quería expresar en este libro es una idea vital: Lu quiere que sus hijos sean felices pero es importante tener presente que no todos lo somos de la misma forma”.

En el registro de determinados autores franceses como David Foenkinos o Ana Gavalda, queda en el aire esa pregunta sobre la predisposición natural que tienen para componer historias amables. Sentimentales, sin duda, pero siempre recubiertas por una películas de humor y sencillez. “Como trabajé como médico de emergencias, me gusta escribir libros que planteen historias positivas, pero no quiero que se interpreten como libros de gurús, ni mucho menos, pero sí que puedan a las personas entender que la vida no tiene que ser una catástrofe”, explica Fouchet.

“Curar gente es más importante que una novela, claro, pero contar historias no es absolutamente distinto"

Aunque claro, esas condiciones amables son objeto de un cierto menosprecio de la crítica más gourmet, por considerarlas novelas insustanciales. “Cuando un libro tiene un final feliz, la gente lo afea porque dice: la vida no es un cuento de hadas. Pero cada uno de nosotros tiene solo una vida y debemos colocar en ella todos nuestros esfuerzos para no arrepentirnos por dejar de hacer cosas.La literatura es muchas ocasiones es más efectiva que la medicina, para la salud de las personas.Fouchet, una mujer de conversación cercana y dulce, entiende que la medicina y a literatura se dan la mano en los aspectos esenciales. “Curar gente es más importante que una novela, claro, pero contar historias no es absolutamente distinto. También es una manera de ayudar a las personas, de darle sueños y emociones. Los sueños y las emociones ayudan a vivir”.

Su padre murió cuando era apenas una jovencita. Ella, que no era ajena al entorno del Elíseo y posee una mirada distinta sobre la realidad política de su país.

Su padre murió cuando era apenas una jovencita. Ella, que no era ajena al entorno del Elíseo y posee una mirada distinta sobre la realidad política de su país, valora la figura de su padre en perspectiva con la actualidad: “Creo que mi padre tenía un sueño para Francia y hoy no estoy del todo seguro que muchos tengan un sueño para Francia. Cuando estábamos de vacaciones siempre había un avión reservado para el ministro. Mi padre viajaba en ese avión y mi madre y yo íbamos en tren. La gente decía: porqué vais separados, si hay asientos libres en el avión. Porque este es el avión del Estado y mi familia no es el Estado , decía mi padre”.

Vio a De Gaulle muy a menudo, pero también a muchos más personajes . “Yo era muy pequeña, así que resultaría natural que lo recuerdo como un hombre muy grande. También vi muchas veces a André Malraux, era muy amigo de mi padre. Fue muy generoso tras su muerte. Al ser tan cercanos y amigos, comían todas las semanas y por ese motivo, para continuar la relación, Malraux invitaba a mi madre a comer una vez al mes”.

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